LA X EN LA FRENTE
Moisés MOLINA
¿EL OCASO DELOS PARTIDOS?
Una de las principales funciones de los partidos políticos en el mundo es traducir la representación social en representatividad política, es por ello que en la actualidad es solo a través de los partidos políticos que los ciudadanos pueden acceder al ejercicio de un cargo público. Se supone por ello que todo partido político debe tener lo que Maurice Duvergier llamaba “una membresía”. Una base ciudadana que le diera cuerpo y vida permanente. Así, la membresía de los partidos se convertiría en el ejército que cumpliría sus fines y trabajaría, desde luego, por conseguir el principal: acceder al poder o mantenerse en él. La membresía tenía pues, el derecho legítimo (por encima de quienes no eran miembros) de alcanzar las nominaciones para estos cargos de elección, candidaturas pues. Hoy, que estamos, probablemente más familiarizados con la palabra “militancia” (aunque solo sea una categoría de la membresía) la realidad es muy diferente. El único partido que ha logrado desarrollarla plenamente es el PRI, con todo y los vicios que históricamente hemos visto. Los demás han resultado ser en el mejor de los casos, un amasijo de facciones eufónicamente llamados corrientes. Y ello aunque no sea lo deseable, es lo natural. El desprecio o el desinterés del ciudadano por la política, han hecho que las bases humanas de los partidos se desfonden. La gente cada vez participa menos en su vida interna. Por ello hoy sabemos de situaciones que van en contra de la naturaleza de la política y de los partidos. Con el inicio formal del proceso electoral 2009 en puerta, vemos un PRD que ha “ofrecido” candidaturas a Gael García, Diego Luna, Héctor Bonilla, entre otros actores que pudieran ser buenos legisladores pero nunca han pisado alguna oficina del PRD. Los dos primeros dijeron que lo iban a pensar; el tercero le dijo que no a Marcelo Ebrard. El caso del PAN no es muy diferente “abriéndose” a la ciudadanía y buscando gente que les de votos, aunque de política sepa muy poco o nada. El PRI, que se supone, debía repartir todas las candidaturas entre su amplia militancia, sencillamente ha tenido que ceder en no pocas ocasiones a los amigos o familiares de quienes “mandan”, con el consiguiente disgusto y desencanto de quienes han trabajado toda su vida esperando la llegada de una oportunidad para defender con más orgullo y capacidad las siglas y los colores de su partido. Si esta actitud es la que comienza a hacerse más común entre nuestros partidos, ¿por qué no ponerse ellos mismos de acuerdo para aprobar las candidaturas independientes, ciudadanas? ¿Por qué si tácitamente están reconociendo que su misión como productores de candidatos ha fracasado, no permiten que los ciudadanos aspiren, sin partido de por medio, a cargos públicos? ¿Es necesario que tengan que deglutir, como el PRD, la aseveración del ex rector Martínez Neri de que ningún partido le convence, pero que por uno tiene que ser postulado? Estamos llegando, sobre todo en distritos urbanos, al punto de tener que negar militancia alguna, para ganar la simpatía de la gente. ¿Por qué no “invitar” también a ciudadanos a la elección de sus dirigencias? Parece que ahí no les hace falta. Para eso si tienen cuadros y militantes de sobra. Para eso están los cuadros y militantes de “primera”, no los de “segunda”. No es estamos por ello en la antesala de un ocaso, los partidos están llamados a larga vida porque en los congresos, donde se hacen las leyes y donde se reforma la constitución, los legisladores, hoy más que nunca representan, no a los ciudadanos, no a sus electores, sino a sus partidos. Con estos comentarios queremos decir que la única esperanza posible en el mediano plazo, es la llegada de una nueva generación que sea capaz de hacer que la gente vuelva a creer en el valor de la política.
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