sábado, 20 de octubre de 2012

¿PARTIDOS? NO, FACCIONES

LA X EN LA FRENTE

Moisés MOLINA

¿PARTIDOS POLÍTICOS? NO, FACCIONES.


En su “Historia como hazaña de la libertad”, Benedetto Croce, sentencia como principio universal del humanismo, la remisión a un pasado para extraer luces que suminstren orientación a las acciones del presente.


Nada más alejado de la realidad que podemos asumir como política. Un profundo desconocimiento, derivado de un incomparable desprecio, es nota común de hombres de gobiernos y hombres de partidos políticos. La historia está para estudiarse, no para vivirse. La “práctica revolucionaria” existe hoy sin “teoría revolucionaria”.


La conmemoración sistemática de acontecimientos y biografías no llena honra de la historia. El presente se vive al margen o a pesar del pasado. Una de las notas definitorias en el paso de los “partidos políticos de masas” a los “partidos políticos de electores” hacia la mitad del siglo XX fue el pragmatismo, la reducción de sus programas ideológicos a afirmaciones de principio moduladas de acuerdo a conveniencias estratégicas. No hay distinciones ni principios que valgan al margen del triunfo en las urnas.


Los partidos comienzan a deshacerse de todo, comenzando por su historia. Y tienen culpa, por complicidad, los miembros que, en sus diferentes categorías (dirigentes, cuadros, militantes) y simpatizantes que reconocen por único vínculo partidario, el activismo proselitista como único fin.


La política entonces, se deshumaniza, se deshistoriza, abandona todo aquello que aparece superfluo a los intereses de sus élites y una de las principales consecuencias es el abandono de las funciones que la teoría nos enseña respecto de sus instituciones descollantes: los partidos políticos. No hay funciones más allá de la consecución del poder, ni medios que no sirvan a este fin; ni institucionales, mucho menos sociales y entre estas últimas, la de educar al ciudadano en democracia.


Dos aniversarios pasaron prácticamente desapercibidos. No sería tanto de extrañar de no haber sido simultáneos. Personajes omnipresentes en el México de su tiempo y vigentes en buena parte de nuestra realidad institucional como país, Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas, murieron un 19 de octubre. Sus biografías llenan casi la mitad de la historia del PRI. Su memoria y su legado solo valieron actos protocolarios y ofrendas florales. Se perdieron en el océano informativo y figuraron muy por debajo de invitaciones a “autoexplorarse” en el día internacional contra el cáncer de seno en las cuentas priistas de las redes sociales.


Calles fundó el antecedente más remoto del partido que a partir del primero de diciembre gobernará de nueva cuenta este país y Lázaro Cárdenas lo refunda en 1938 cambiando incluso su nombre de Partido Nacional Revolucionario a Partido de la Revolución Mexicana. A Calles debe México la estabilidad política posterior al caudillaje faccioso y a Cárdenas debe el PRI la herencia de sus sectores, cuya esencia hoy permanece torcida por negligente ignorancia, siendo la causa de sus ataques sin defensa.


¿Por qué insiste el PRI en actuar al margen de la historia? ¿Por qué sigue regateando a sus órganos de educación política, como el Instituto de Capacitación y Desarrollo Político (ICADEP) y la Fundación Colosio, el lugar de protagonismo que les corresponde estatutariamente e incluso en la ley electoral? ¿Por qué la ausencia de una robusta política editorial? ¿Por qué en la mayoría de los comités estatales no existe una biblioteca? ¿Por qué la gran mayoría de los textos académicos existentes en torno al PRI son esfuerzos al margen del partido? ¿Por qué no se encuentra por ningún lado obra escrita sistematizada de los PRI locales?


Que se elimine entonces de los estatutos, la obligación a aspirantes a un cargo de dirigencia o de elección popular de acreditar mediante constancia, “cursos de capacitación y formación política” (Art 151 Fr XII) y “el conocimiento de los documentos básicos del partido” (Art 166 Fr X) o que se exija vigiladamente.
Los demás partidos no están mejor (ni el que viene lo estará), y el menosprecio por la historia y la función educativa les hacen aparecer hoy nuevamente como facciones del siglo XVIII, según la distinción de Burke y Bolingbroke: como grupos de intereses mezquinos por obtener puestos y emolumentos; agregados secuestrados por los intereses personales de sus miembros.


Oaxaca es ejemplo kafkiano. El gobierno carece de programa, en buena medida porque los partidos políticos son inexistentes. No hay un solo partido que aporte plan de gobierno y no hay partidos que aporten plan de oposición. El ciudadano… en medio, ganando la vida a fuerza de victorias personales.


Hay mucho por hacer, pero siendo más lo que se deja de hacer por “los mismos de siempre”, no hay esperanza fuera de la nueva generación que a fuerza de seguir esperando espacios como concesiones graciosas pueden seguir erosionando a los partidos y ahondando la crisis del sistema de partidos abrazando distintos actores colectivos o acercándose a los partidos, defenestrándolos con más fuerza.


La encuesta de esta semana sobre la “confianza en instituciones” del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública de la Cámara de Diputados Federal, es reveladora. De las 4 mil 908 llamadas realizadas, solo 613 fueron aceptadas, mil 776 rechazadas y el resto no contestadas. 82 de cada 100 mexicanos manifestó confiar poco o nada en los partidos políticos; y solo 3% refirió confiar “mucho”.


La democracia ha dejado de ser el gobierno del pueblo; no es siquiera el gobierno de los partidos; se reduce a partidocracia: vicio consistente en la desviación de las actividades normales y ordinarias de los partidos en una democracia.
Las declaraciones de principios, los programas de acción, los estatutos (en buena parte de su articulado) y los códigos de ética son, hoy por hoy, bellos discursos que es imperativo traducir en bellas acciones.


Twitter: @MoisesMolina


domingo, 14 de octubre de 2012

DESAYUNO DE MEDIAS VERDADES

LA X EN LA FRENTE

Moisés MOLINA

PRI: DESAYUNO DE MEDIAS VERDADES


Aún antes de las escasas notas periodísticas, el desayuno convocado por la dirigencia del PRI de Oaxaca, llevado a cabo el pasado viernes, comenzó a comentarse en el nuevo actor colectivo: las redes sociales.


Antes de conocerse las resultantes del cónclave, comentarios corrían en carretera de doble sentido. De inconformidad y agravio, la mayoría. Y es que la carencia de una estrategia de comunicación política que, entre muchas otras cosas, sufre el PRI oaxaqueño desde hace ya un buen tiempo, entrampó a los indignados en la desinformación. No era una reunión de Consejo Político, no lo era tampoco un desayuno de convocatoria abierta, aunque terminó siéndolo (no se impidió el acceso a nadie), ni siquiera un acto público. Era más bien una reunión de carácter privado entre la estructura “formal” del tricolor. Los únicos actores que debían estar ahí eran los integrantes del CDE, líderes de Sectores y Organizaciones, Presidentes Municipales, legisladores federales y locales y presidentes de comités municipales priistas.


¿Para que los citaron? Al final, nadie me supo decir. Hubo aforo, hubo, con algunas ausencias y retrasos notables, representatividad. Lo que no hubo fue tema. Los platillos fueron el principal argumento. Bien es cierto que no era un foro de análisis, ni un panel de retroalimentación; en las circunstancias actuales, un debate abierto es lo que menos quieren quienes cómodamente administran un membrete. Pero era necesario, al menos, hacer un ejercicio unilateral de reflexión, de autocrítica, de objetividad. Nada de eso. Se reunieron como el PRI de hace dos o tres años, para que los más contemplaran, admiraran, reconocieran a los menos, los ocho o nueve que alcanzaron lugar en el presídium.


Que le dieron lugar a Heliodoro y no a Ilescas, teniendo ambos la misma calidad de ex diputados y ex aspirantes a la presidencia del PRI; que Samy Gurrión y Nieves no llegaron ;que sentaron hasta a la responsable de prensa y no a Amando Bohorquez ni a Jacobo Sánchez que tienen ya espacio en la estructura; Que Sofía no se veía; que Eviel llegó tarde y ya no quiso hablar; que Elías Cortés y no Sandoval ni su secretario general, conducía la reunión, era el análisis político que los comensales subían a las mesas del desayunadero.


¿De que se habló entonces? De todo y de nada. Alguien ajeno a la realidad política de Oaxaca bien pudo haber pensado que el PRI seguía siendo gobierno, entre los discursos de verdades a medias, de obviedades, de lugares comunes, de oratoria de concurso con pésimos concursantes.


Hubieron eventualmente quienes entendieron mal lo que Fito Toledo “tuiteó” entendiendo mal. El voto de confianza no era para Jorge Sandoval, fue para el CEN que puede ratificarlo, pero también puede no ratificarlo enviando a uno nuevo, oaxaqueño o no. Las únicas convicciones generadas ahí, existían antes de sentarse a comer: 1) el presidente del CDE lo pone y lo quita el CEN y 2) Necesitamos la unidad para afrontar el proceso de 2013.


Y no es que nuestros priístas más notables sean tontos o incapaces de articular peroraciones convincentes; fingieron demencia diciendo mucho y nada a la vez con una intencionalidad. Hablar sin hablar. El chiste era dejarse ver, dejarse adular, dejarse apapachar. Propiciar una ocasión lo más “light” posible para sacar el baumanómetro. Y en efecto no hubieron, como muchos deseaban, puñetazos. De algunas temerosas rechiflas no pasó. Natural, si tomamos en cuenta que no hubo ocasión significativa, que nadie sabía a qué iba, pero no querían dejar de ir.


Fue una reunión a favor del Status Quo, de que las cosas sigan como están, al menos administrativamente. Ni siquiera hubo necesidad de gatopardismo. Nada cambia para seguir igual. No hay peligro, seguramente pulsaron, el PRI puede seguir así rumbo a 2013 sin grandes cambios.


Mientras tanto, en medio de la desinformación, el descontento crecía por quienes, una vez más, se sintieron excluidos, marginados, subestimados; de quienes casi acusaban conspiración en su contra, que veían sospechosa en la desatención por no incluirlos. Y esa misma frustración desinformada la transmitían a sus cercanos, vaticinando alguno, en plazo de dos meses, la toma de las instalaciones del partido.


Honestamente no se perdieron de nada, porque eventualmente no les hubiesen dejado hablar y de poder hacerlo, les hubieran acallado con silbidos. Habrían salido con igual o más insatisfacción.


Si Sandoval se va o se queda, aún es incierto. Él, sin duda, se quiere ir. Desgraciadamente, es algo que no está en sus manos. Lo ha dicho. No puede pedirle a Coldwell que le separe de la responsabilidad y probablemente tenga que esperar más de lo querido para recibir, en la estructura del próximo Gobierno Federal, el premio por servicios prestados a la patria partidista.


¿Que destino le aguarda entonces al PRI oaxaqueño? Sigue siendo incierto. La respuesta la tienen Coldwell y los votantes.


Si lo que se quiere es, en específico y con urgencia, recuperar la presencia política en Oaxaca, dejando de lado la mayoría de las funciones de los partidos políticos que la teoría enseña, que vayan en el sentido que quiere el electorado. Que se haga desde la casona de Santa Rosa, política con ciencia, no con metafísica, no con corazonadas, ni siguiendo la ruta de las fortunas personales para pagarse una campaña, ni del “prestigio” o “capital” político, cuyos resultantes tenemos reciente y dolorosamente conocidos. Que se estudie a fondo la composición de la lista nominal de Oaxaca para saber qué candidatos y qué plataforma política quieren quienes tienen credencial de elector en la cartera o en el bolso. Si el PRI no se abre a la ciudadanía y sigue obstinado en seguir viendo la realidad con los anteojos de “los mismos de siempre”, tendremos los mismos resultados que ellos nos han regalado ya sin gobierno, porque seguiremos sin gobierno un buen rato.


EL PRI de Oaxaca necesita estrategia, método para alcanzar los resultados deseados.


El PRI no debe ser, hoy por hoy, la casona de Santa Rosa, ni sus miembros distinguidos usufructuando curules, escaños, presidencias o regidurías, tampoco sus militantes de a pie que no saben ya a quien creerle y por ello adulan y quieren quedar bien con todos; el PRI necesita ser programa, proyecto, plan para la acción.


En tanto sabe si se va o se queda, Jorge Sandoval debe:


1.- asumirse con fortaleza como presidente, le guste a quien le guste;

2.- formular, derivado de los documentos básicos, un plan con acciones definidas que presenten al PRI como auténtico partido de oposición en Oaxaca, compartido, al menos, con el Consejo Político;

3.- Incorporar a su Comité Directivo, una coordinación de asesores integrado por priístas garantes de conocimiento del sistema político oaxaqueño, formación, capacidad y trabajo.

4.- Exigir un programa escrito de trabajo a todos los líderes de sectores, organizaciones y organismos especializados, malacostumbrados a hacer comparsa y defender al gobernador en turno; y vigilar su cumplimiento;

5.- Revisar y poner orden en el destino de las prerrogativas partidistas; y

6.- Conceder a los cientos de priístas que, en el interior del estado, guardan naturales diferencias con sus comités municipales, nombramientos que les otorguen legitimidad para capitalizar y seguir haciendo trabajo político.


Las corrientes de opinión que naturalmente se han formado no son enemigas del PRI. Debe dejárseles de ver como factor de ruptura y comenzar a brindarles trato como expresión de diversidad instrumental en la unidad ideológica. Persiguen los mismos fines pero por diferentes medios. Sus integrantes no están cerrados al trabajo conjunto. Solo quieren un espacio digno y de respeto.


En Oaxaca no hay gobierno, en buena medida, porque no hay oposición. Por ello se hace mucha política y poca administración. Si ellos no quieren o no pueden aprender a ser gobierno, que el PRI aprenda a ser oposición.


@MoisesMolina
moisesmolinar@hotmail.com