LA X EN LA FRENTE
Moisés MOLINA
LOS MEDIOCRES SON LOS MENOS
Es inútil contener la tristeza ante el empeño de nuestra clase política por autoexcluirse a toda costa de la “intelligentsia”. El vacío tan grosero que nuestros “líderes” hicieron a un evento tan trascendente para la vida cívica de nuestro estado, como lo fue el Encuentro organizado por COPARMEX, habla más que de fobias y desencuentros políticos, de un profundo desprecio por el conocimiento como soporte de la acción pública.
El Encuentro en su esencia fue un éxito privado, no público; inició al margen de su acto inaugural y existió fuera de los boletines gubernamentales.
A mi juicio, Gerardo Gutiérrez Candiani y Oswaldo García Jarquín eligieron mal el nombre. El encuentro fue empresarial, solamente en atención a la calidad de una franja de los asistentes y por la naturaleza de sus convocantes, pero del mundo empresarial se habló muy poco. En su continente centraron sus reflexiones los conferenciantes: la política y dentro de ella, “la ciudadanía” con la inmensa carga valorativa que sobre la primera se edifica.
No fue un “aprender” a pesar de que se aprendió mucho; fue más bien un despertar de conciencias. Un silogismo (en el sentido aristotélico del término) prolongado que, premios nobel y líderes mundiales construyeron para hacernos recordar lo que ya sabíamos. No inventaron nada, no descubrieron nada. Sólo nos hicieron consientes de la importancia de aquello ya sabido en que habíamos puesto escasa atención.
Ese es el secreto de grandeza de tan singulares personalidades, la sencillez con que regalan a sus oyentes el producto de años de estudio y reflexión. No son simplemente académicos, son filósofos de la política y de la existencia humana y por ello están más allá del bien y del mal. Conocemos sus vidas y su pensamiento a través de cuanto de ellos se escribe y de cuanto ellos mismos escriben, pero tenerlos a escasos metros de distancia y saber que comparten con nosotros piel, huesos y razón, es algo único e invaluable. Desde este espacio y a título personal mi agradecimiento y reconocimiento a quienes lo hicieron posible. Por favor pongan al alcance de quienes por distintas razones no pudieron estar ahí, los resultantes de estos tres días.
Charles Heeter, Joseph Stiglitz, Bernardo Kliksberg, Rahaf Harfoush, Biz Stone, Tabaré Vázquez, Shirin Ebadi y Alan García hicieron de Oaxaca la ciudad de la esperanza.
La esperanza de quienes sin animarse aún a salir a las calles comparten las causas y el sentimiento de quienes sí lo están haciendo y representan al 99% de la población mundial: los “indignados”; de quienes vivimos en democracias que ya no corresponden a la concepción “popular” lincolniana y se erigen en gobiernos del, por y para el 1%; de quienes sabemos que el mercado es injusto y por ello creemos que la inversión en servicios públicos debe reposicionarse; de quienes tomamos conciencia de la grave responsabilidad de los banqueros en la génesis de las crisis económicas por su codicia desenfrenada que se premia con rescates gubernamentales usando el dinero que los ciudadanos aportan en forma de impuestos; y de cuantos estamos conscientes de que la causa preponderante del desempleo juvenil es la injusta asignación de los empleos por amiguismo, recomendación o afinidad personal.
Desde 1930, la presente es la mayor tasa de desempleo juvenil. En los últimos 5 meses España vio aumentar en un 40% su tasa de suicidios; ¿cuál será la estadística en México? Son las consecuencias más graves de la exclusión juvenil que en México y en Oaxaca se sigue promoviendo en lo fundamental desde los partidos políticos.
9 millones de personas habrán perdido sus casas cuando la crisis hipotecaria termine en Estados Unidos. Habrá sobredemanda de vivienda y paradójicamente sub utilización de esas viviendas que están construidas y –valga la redundancia- nadie ocupará. Ejemplos similares los hay a lo largo de nuestra aldea global, incluido México y desde luego nuestro estado.
De ese tamaño es la importancia de esa llave que hoy tenemos y debemos utilizar para entrar a la solución o merma de nuestros problemas: la llave de la participación. No hay más secreto.
La apatía en sus diferentes manifestaciones, se erige como el cáncer de nuestro tiempo, pero poco hemos hurgado en sus causas. No es gratuita y la genera el escepticismo. No votamos porque somos escépticos de la eficacia de nuestro voto para que las cosas cambien y más grave aún, reducimos la participación en democracia al solo acto de votar.
Nuestros líderes políticos están cómodamente complacidos con el sueño del ciudadano que despierta cada tres o seis años en México y en Oaxaca para ir a votar.
No tenemos cohesión social, mucho menos consenso social. Las necesidades de la clase alta y las restantes (media y baja) se diferencian en segmentos y se rompe el equilibrio, la prosperidad posible para todos. Los escándalos éticos subyacen a nuestra apatía y el 16% de los niños padecen desnutrición crónica en América Latina. Desnutrición que trasciende el hambre y califica a priori nuestros regímenes políticos que se ufanan de democráticos; “nunca hubo hambre en una democracia activa” escribió Amartya Sen. ¿Cuáles democracias entonces?
¿Qué esperar cuando las crisis económica impiden la formación de familias? El 90% de los jóvenes en América Latina confiamos en la familia, pero no nos animamos a formar una.
Tareas hay de sobra cuando el 10% de los más ricos tiene el 86% de los activos del planeta y el 43% de los mismos los detenta el 1% de esos “más ricos”. En Estados Unidos sólo 400 personas tienen más que lo que 150 millones de personas poseen.
La raíz de las crisis económicas, nos compartía Kliksberg es una permanente crisis de valores. Y podrían tener respuesta casi última si todos los seres humanos voltearan la mirada a uno de los imperativos originarios de la existencia: ama a tu prójimo como a ti mismo; la práctica de la “misericordia” le llamaría Arthur Schopenhauer para mitigar la infelicidad ajena.
Nuestro principal activo está en los jóvenes. Alan García lo externó claramente más que con sus palabra, con su actitud inteligentemente irreverente. El cambio radical por la vía de la democracia representativa será posible cuando los ciudadanos todos dejen de sentir desprecio y frustración contra los políticos, cuando inunden los canales partidistas de participación y cambien el sistema político desde su origen: los partidos políticos. Las buenas intenciones tienen un solo lugar donde florecer: el yermo de los partidos políticos ávido de semillas, lo quieran o no lo quieran sus “líderes” y cuadros; detentadores y vacas sagradas. Los partidos son instituciones de interés público y no patrimonio de unos cuantos, mucho menos reserva natural de ciudadanos sin talento y sin preparación.
“La creatividad es un recurso renovable”. Lo dijo Biz Stone, el inventor del twitter. Construyamos con creatividad e imaginación de “ojos abiertos”, la realidad que creemos merecer.
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