LA X EN LA FRENTE
Moisés MOLINA
PEÑA NIETO NECESITA AL PRI; EL PRI NECESITA A PEÑA NIETO
Será el próximo 31 de agosto cuando lo siete magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación resolverán las impugnaciones finales del obradorismo. Pasarán entones al cómputo nacional de la elección para calificarla de inmediato y declarar válidos los comicios, incluso, ante del 6 de septiembre, fecha límite impuesta por la ley.
Lo que se revelaba como una premonición adquirirá estatus de cosa juzgada y jurídicamente no habrá nada que hacer. El triunfo de Peña Nieto será legalmente incontrovertible.
Es difícil imaginar, imposible para mi, a Obrador reconociendo su derrota, ahora legal; estrechando la mano del mexiquense y deseándole una buena gestión, no se diga, ofreciendo su apoyo en un gesto de humildad y sensatez. Hace semanas que la estrategia obradorista no tiene ya nada que ver con la anulación de la elección, ni siquiera con un fallo o declaratoria sobre la “limpieza” de estas. Acomodaticio, busca solo una cosa: vigencia política y por momentos –más constante últimamente- parece movido por un sentimiento de odio. De la tristeza inocultable en su semblante el 1 de julio, pasó a la frustración, que devino en ira. Un odio irracional y difuso, el odio de siempre pero ahora representado por su verdugo electoral: el odio al “sistema”. Un sistema, según su firme creencia, que impidió a los electores votar en libertad, que los “alienó” (para usar la terminología marxista, tan socorrida por el izquierdismo trasnochado) y consumó la más grande de las desgracias –en su perspectiva- no tanto para México, como para su proyecto -el personal- que se diluye con el proyecto de México. Así son los caudillos, los hombres providenciales. El “mesías tropical” de Krauze, nunca dejó de serlo e incluso, después del 6 de septiembre seguirá siendo llamado a la “salvación de México”.
Ya no me queda claro hasta qué punto AMLO, incluso por encima del pragmatismo, sustitutivo de los principios ideológicos, tendrá claro que su carrera por la presidencia terminó; que la posibilidad de coronar su obsesión se fue. La resignación para él no sé si llegará, en un país donde resulta difícil creer que a un político de esos niveles y en medio del estado actual de cosas, le mueva solamente “el amor a México” y conciba el ejercicio del poder como gustoso sacrificio temporal. La obsesión de AMLO tiene que ver con la presidencia en la medida en que se relaciona con la gloria… su gloria personal, con el poder.
La ciencia política nos enseña que el poder tiene tres componentes: fuerza, influencia y auctoritas; y él se arroga el monopolio legítimo del último. “Sus indicaciones deben ser atendidas, solamente por proceder de quien proceden”, ilustra el Profr. Josep M. Vallés. Muchas de sus declaraciones en redes sociales, diarios, revistas, radio y –aunque ya en menor grado, naturalmente- en TV, hace a sus detractores sugerir en esta permanente guerra mediática, un grado de locura. Patología que, en todo caso, ha de tener un sustento: el aún numeroso respaldo popular.
AMLO ha tenido la capacidad de mantener miles de seguidores, convenciéndoles de que la elección le fue, aunque por otros medios y diferentes tácticas, nuevamente robada. Que él encarna la representación de lo mejor de México y que quienes le sigan estarán cumpliendo con su país conforme cumplan con él mismo. Y hay un ingrediente institucional: el apoyo casi unánime de los legisladores electos de tres partidos políticos nacionales con voz y voto en las cámaras del congreso de la unión.
EL TEPJF piensa ya en salvaguardar la institución presidencial. Es por ello el escrúpulo en la resolución de las impugnaciones. En la sesión del viernes pasado los siste magistrados resolvieron 52 incidentes sobre la calificación de 356 votos, que representan el 0.0007 por ciento de la votación total. Hay que hacerlo, nada debe prestarse a pequeños incendios. El IFE está en consonancia. Con la ley en la mano, imponen a los tres partidos de izquierda una multa de 1.5 millones y niegan autorización para transmitir uno nuevo. “Denosta al PRI” es el argumento que todos entendemos.
Cuando el conflicto poselectoral sea cosa juzgada jurídicamente, pervivirá socialmente, entre la ciudadanía y en el congreso, políticamente. Los medios seguirán dando cuenta y en esta realidad de la política como mercado, ¿quien defenderá socialmente la presidencia de Peña Nieto antes de que tome protesta el 1 de diciembre y en adelante? ¿Quién deberá hacer el trabajo de reconciliación social? ¿De dónde habrá de venir el respaldo ciudadano en este lapso de tiempo? ¿A quién deberá corresponder la tarea de hacer proselitismo político a favor del presidente? No lo hará el IFE, ni el Tribunal. Los medios de comunicación lo venderán, en todo caso y los diputados, senadores, futuros funcionarios y nomenklatura priísta, resultan a todas luces insuficientes.
Lo tendrán que hacer los priístas. El proyecto de gobierno de EPN, bien que mal, será el proyecto del PRI y su base social de respaldo incondicional no habrá que buscarlo en otro lado que no sea el PRI de los estados, de todas las entidades. Ninguna sale sobrando.
De ahí la urgencia de organizar los Comités Directivos que, como el de Oaxaca, están en “criónica” y son, por ello en la praxis política, inexistentes. El priísmo militante está esperando orden, una dirigencia legitimada que aglutine a las decenas de miles que mantienen magnetizada su brújula, que necesitan argumentos claros y precisos para la defensa de su líder a ras de tierra. No hay razones para seguir aplazando la elección de Presidente y Secretario General del PRI en Oaxaca y el camino ya lo conocemos. Es el mismo que el TEPJF trazó a los priístas del DF inmersos ya en este proceso. Listos para elegir, con autorización del Tribunal Electoral del Distrito Federal, este domingo a su dirigencia en la modalidad de asamblea de consejeros políticos, tienen que dejarlo para posterior ocasión. Habrán de elegir primero a los integrantes del nuevo Consejo Político Estatal y en convocatoria separada, a sus dirigentes.
Enrique Peña Nieto necesita al PRI en los estados y lo tiene; pero desorganizado y atomizado le sirve de muy poco. El PRI de las entidades, particularmente el de Oaxaca necesita urgentemente a EPN para tener a principios de octubre, visos claros de organización y reagrupamiento. Presidente y Secretario General de su Comité Directivo Estatal.
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