LA X EN LA FRENTE
Moisés Molina
LEGIONARIOS DE CRISTO
Desde hace tiempo hemos venido insistiendo en la pertinencia de incluir en el cuerpo de asignaturas de nuestro sistema educativo nacional, al menos en su nivel básico, a la expresión oral (si no se le quiere llamar oratoria). José Muñoz Cota gustaba en repetir que “los pueblos que no hablan se suicidan” y pocos son, quienes encuentran plenitud de sentido a estas palabras. Hablar es un ejercicio consustancial de los seres humanos; un ejercicio que no se practica a plenitud.
Hablar para comunicar, para instruir, para ayudarse, para facilitar el logro de una empresa colectiva; hablar para conducir y poner cimientes a la materialización posible de los sueños, de los anhelos, de los ideales. Hemos extraviado el rumbo, porque hemos perdido la capacidad de creer en la posibilidad de un presente mejor. Los seres humanos ya no comunican si no es a través de una prensa, una pantalla o un altavoz y cuanto se comunica, se hace en horarios pre establecidos y es invariablemente repetitivo. Ya no se informa, se comunica mediante crónicas o relatos; ya no se analiza, se comunica con la biblia del boletín o del cable. La comunicación se masifica y cuando esto sucede, se despersonaliza.
Los medios masificados nos imponen su verdad y en esa verdad, generalmente, parece que no hay posibilidad de mejoría. La “compramos” como una verdad absoluta. Realidad preocupante si, además, consideramos que no todos pueden pagar. ¿Qué nos queda? El espacio personalísimo, el inexplorado terreno de la comunicación interpersonal, de bajo impacto numérico inmediato, pero de altísimo valor cualitativo. Las redes sociales enseñaron a la nueva generación que tiene que aprender a escribir para comunicar, informando; no sólo es cuestión de ortografía, es cuestión de sintaxis. En la brevedad de un “twitt” nos obligamos a comunicar lo más con lo menos, la maravillosa capacidad de síntesis.
Ahora es imprescindible aprender a hablar. Hablar para lo mismo: para comunicar, para informar, pero ante todo para motivar. La magia de la oralidad hace posible lo que signos sobre papel o pantalla son incapaces de transmitir con suficiencia: emociones y más fácilmente, esperanza de que “es posible lo posible”. No por una casualidad, la política es entendida por algunos como el arte de lo posible.
Los tres últimos días acudí por invitación del bachillerato de la comunidad “Anahuac” a su certamen nacional de oratoria. Le llamaron “Los líderes hablan”. Entre cientos de jóvenes visitantes de todos los estados del país, pude saber felizmente que ellos lo entienden bien. Sin importar sus perfiles académicos -técnicos o humanísticos- hablaron y hablaron bien, para instruir, pero ante todo para reconfortar. La dificultad, con todo su proceso lógico-lingüistico, que implica enfrentarse a un público para improvisar temas de absoluta vigencia, convenció a propios y extraños de que no todo está perdido y de que México tiene renovada esperanza en esta nueva generación que, según el último censo general de población y vivienda, hoy hace mayoría en el país y a la que orgullosamente pertenezco.
Compartieron con jueces, profesores, padres de familia y comunidad estudiantil de los Legionarios de Cristo, su visión de México con respecto a la educación, a sus jóvenes, a la ciencia, a las nuevas tecnologías, a la lectura y a la política. Fue una fiesta religiosamente cívica, en que el fuero interno dio paso al ejercicio pleno de una suerte de pre ciudadanía. Siempre he creído que cuando los derechos se ejercen y las responsabilidades se cumplen mediando un nexo (cualquiera que este sea) con la fe, quedan, como escribió Carlos Pellicer: “grabados en el alma como cicatrices de fuego”.
Ahora tocó el turno en nuestro suelo a los Legionarios de Cristo, que son muchísimo más que Marcial Maciel; y en distinta geografía, en diferente tiempo corresponderá a Bachilleres, preparatorianos y universitarios, aportar la certeza de que México podrá nuevamente sonreír en el futuro inmediato, cuando se ponga en manos de quienes hoy somos jóvenes y seguimos aprendiendo a hablar, el destino de la “cosa pública”; en manos de los nuevos legionarios del verbo.
moisesmolinar@hotmail.com