LA X EN LA FRENTE
Moisés MOLINA
A VER AHORA QUÉ DIPUTADOS Y QUÉ PRESIDENTES MUNICIPALES MERECEMOS
Alguna vez escribí que los oaxaqueños medimos el tiempo en elecciones. No bien salimos de un proceso electoral y ya estamos entrando al siguiente. El poder, por vía de los cargos en disputa, son referente cotidiano, nota presente, en diversos grados, en nuestra cotidianeidad.
Regularmente hablamos del gobernador, del presidente municipal, de los diputados. Hoy la figura presidencial y su gabinete son tema de desayuno, comida y cena. El gobierno es uno de los dos componentes del poder como elemento determinante del Estado y es común que, aún en nuestros días, nuestra precaria cultura política confunda al poder, incluso al gobierno con el Estado mismo.
Las elecciones, ligadas a “la grilla”, que no a la política, se nos aparecen como un mal necesario. La pésima imagen de los políticos se traslada a la política y tenemos por esta, una imagen distorsionada de lo que debiera ser la más noble actividad humana inventada para gestionar conflictos, para estrechar diferencias, para moderar –como quería Morelos- la opulencia y la indigencia; en una frase, para vivir mejor, para alcanzar eso otro elemento determinante del Estado que es su teleología: el bien público temporal.
Invariablemente nos expresamos mal de los políticos y por extensión de la política, pero seguimos eligiendo opciones entre los primeros. Con cada consulta electoral acudimos a las urnas a votar, algunos como cumplimiento de un deber cívico, otros como corolario a una incontestable militancia partidista, algunos más como epítome del repudio a unas siglas o a determinadas personas en lo individual o como miembros de lo que intuitivamente entendemos como clase política.
No podemos vivir sin elecciones, aunque deseemos vivir sin políticos. El voto de esperanza es cada vez más escaso y de ello han sido responsables todos quienes una vez habiendo rendido protesta parecen hacer lo contrario a cuanto prometieron en las campañas a todos los niveles y en todos los espacios. En Oaxaca el empleo y la seguridad nunca se tuvieron en el pasado reciente, pero tampoco la paz ni el progreso en el incómodo presente, solo por citar las dos últimas experiencias de la mercadotecnia política sexenal de 2004 a la fecha.
En octubre pasado iniciamos formalmente un nuevo proceso electoral en Oaxaca que desembocará en las elecciones del primer domingo de julio, domingo 7 en que nuevamente iremos mayoritariamente a las urnas a elegir diputados locales y presidente municipales. La disputa por el poder como fin en sí mismo, nos esboza ya lo que vendrá y lo más relevante de nuestra vida política inmediata será el proceso mismo y no el resultado; quiénes ganan, de qué partidos y no para qué ganan; quiénes conquistan esos nuevos espacios de poder y no para qué los logran.
Los propios políticos lo saben y participan gustosos de esta simulación. Forman organizaciones “ciudadanas”; se inventan programas de atención social (muy frívolos algunos de ellos); llenan de calcomanías nuestros autobuses de transporte público y nos hostigan a través de los parabuses; buscan acomodo en la estructura formal de los partidos pensando en que les servirán de trampolín; intensifican su vida social poniéndose a las órdenes de todos indiscriminadamente. El primer requisito a cumplir es el posicionamiento, que sus nombres suenen, que se conozcan, que entren en la memoria de los votantes de la manera más amable posible. Los hay quienes regalando palomitas y globos u organizando brigadas y funciones de cine, esperan ganar adeptos a su aventura personal. Triste es que no se les puede reclamar en absoluto nada de ello. Nuestro déficit de ciudadanía, nuestra pobre, muy pobre cultura política lo permite y hasta lo incentiva. Juegan en base a esas reglas porque son las reglas que, tolerándolas, las impone el pueblo.
Mientras el ciudadano (nos sigue quedando enorme ese apelativo) no se ocupe por sí mismo de su educación política, las cosas seguirán así en entidades como Oaxaca; en algunos municipios más, en otros menos. La displicencia y el rotundo fracaso de las instituciones encargada, hasta constitucionalmente, de educar a la gente en ciudadanía se ve como algo normal y hasta cómodo. Las cúpulas de los partidos políticos mantienen sus órganos de capacitación política y divulgación ideológica durmiendo el sueño de los justos y los órganos electorales a nivel nacional y estatal ahogan sus espacios de cultura cívica y capacitación electoral con otras “prioridades”. Por eso en Oaxaca estamos lejos de hacer política y los dedazos, imposiciones, concertacesiones, pactos, negociaciones, cochupos y toda clase de arreglos y desarreglos hasta económicos, fuera de toda ética y de toda responsabilidad pública son alimento para “la grilla”, deporte favorito de los políticos oaxaqueños.
Por lo pronto, el órgano electoral ya acordó fechas de nuestro pandemónium trienial. Del 19 de marzo al 2 de abril nuestros aspirantes a ser candidatos a diputados locales estarán haciendo precampaña al interior de sus respectivos partidos políticos; del 7 al 16 de mayo se estarán registrando los candidatos de cada partido o coalición ante el IEEPCO, para el 25 de mayo iniciar las campañas electorales terminándolas el 3 de julio.
Y respecto de los concejales a los ayuntamientos, las precampañas serán del 3 al 12 de abril; el periodo de registro de candidatos del 17 al 26 de mayo y el 04 de junio podrán inician las campañas electorales para concluir, de igual forma, el miércoles 3 de julio.
De los partidos ya no se puede esperar mucho en medio del desencanto. En decepciones infringidas a los ciudadanos, todos están empatados, pero paradójicamente será una elección concurrida, una vez sepultadas las famosas elecciones intermedias con bajo nivel de participación ciudadana. En ninguna elección salimos a votar tantos como en la de presidente municipal que, en esta ocasión coincidirá con la de diputados locales.
Si la gente no espera nada ya de los partidos, sí puede esperar algo de los candidatos, mujeres y hombres de carne y hueso, con sus biografías a cuestas; con sus triunfos y fracasos al hombro; con resultados e incumplimientos por delante; con el beneficio de la duda o con el estigma de “los mismos de siempre”. La promesa de los partidos o coaliciones de postular a los mejores hombres y a las mejores mujeres es ya lugar común que nadie cree, pero que se mantendrá como una especie de fórmula mágica que habrá que repetir cada que se pueda. No aplica para la generalidad. Habrá que ponderar caso por caso, candidatura por candidatura.
Está demostrado que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. A ver qué diputados y qué presidentes municipales mereceremos en esta ocasión.
Twitter @MoisesMolina