No olvidamos, ni queremos olvidar el dulce título de mexicanos,
aunque la traición y la calumnia y todos los rencores de partido,
colmen nuestra existencia de maldiciones y amarguras
Ponciano Arriaga
Reitero. Es la parálisis el Waterloo de nuestro país. Pasan los años y México sigue, en términos generales, igual. El México próspero, lugar común de todos los discursos gubernamentales, se ha quedado desde hace varios años en el papel.
Vemos pasar otros países en su ruta a la prosperidad y no dejamos de ser meros espectadores.
Si alguna palabra hemos de escoger para describir la historia reciente de México en términos económicos, esa palabra es “mediocridad”. Después de la crisis de deuda del 82 y de las graves crisis del 94-95, interrumpida por la crisis hipotecaria exógena de 2009, México no ha tenido mayores contratiempos. El manejo económico ha sido, bien que mal, responsable pero entramos en una zona de confort, de complacencia. Hemos comparado, por años, nuestro progreso con el de otros países de América Latina, en lugar de hacerlo con el resto del mundo.
El origen de la disyuntiva que tantas pasiones despierta con las reformas está en respondernos si debemos seguir como hasta ahora, para que nuestro futuro sea reflejo fiel de nuestro pasado o si intentamos algo nuevo para que México prospere económicamente. Inmovilidad o cambio son las opciones a elegir.
El desprestigio de la política y más en específico de los políticos, nos alcanzó y las posturas antes que en su contenido, son juzgadas en función de su emisor. Las elecciones no terminan con la toma de protesta (del Presidente de la República, por ejemplo) y los mexicanos (políticos y ciudadanos) vivimos en campaña permanente. Seguimos estando en contra del presidente aunque ya no sea candidato; vitoreamos fervorosamente los dichos del perdedor cual si fuera el presidente. No juzgo que esté mal o bien. Simplemente así estamos.
Cuestiones tan delicadas que debían decidirse en el seno de la democracia representativa, son llevadas a las ágoras de los medios de comunicación y las plazas públicas. Las reformas no son del presidente, su única facultad es proponerlas, “iniciarlas”. El presidente y su equipo proponen y el legislativo dispone. ¿Puede el presidente querer lo peor para México? ¿Puede el legislativo perversamente convalidar ese destino?
La democracia así funciona. Nosotros cumplimos nuestra parte eligiendo a nuestros representantes. Con nuestro voto les entregamos nuestra confianza. No quiere decir esto que permanezcamos sordos y mudos, indiferentes ante lo que se discute y decide, pero nuestro papel no es, en una mala interpretación de nuestro artículo 39 constitucional, pretender hacer el trabajo de nuestros representantes.
Las minorías deben claramente ser escuchadas, sus planteamientos ser ponderados, pero no tomados como órdenes que cancelen lo que las mayorías decidan. La libertad propia debe terminar donde comience la libertad de otros.
¿Por qué el Presidente Peña Nieto se ha metido en camisa de once varas? ¿Busca su beneficio personal? ¿Las “empresas extranjeras” le darán dinero por “vender el país? ¿Qué le podrían haber ofrecido para que traicione a México y a los mexicanos, el pueblo que gobierna? ¿Lo tienen amenazado? ¿Son ocurrencias todas esas reformas que propone? ¿Por qué tantas reformas prácticamente al mismo tiempo?
Mi percepción (que a más de uno escandaliza) es que tenemos un presidente decidido a hacer lo correcto y lo necesario para que México lo recuerde como un gran presidente; que no busca las palmas y los vítores del momento. Tenemos un presidente decidido a transformar, a pasar a la historia fuera de la escala de grises, un presidente que quiere un lugar de reconocimiento en la memoria de las futuras generaciones. Yo le concedo el beneficio de la duda.
¿Qué me anima? A raíz de toda la babel que se ha desatado en tornoa las reformas, me puse a estudiar para encontrar respuestas y me encontré con un voluminoso documento preparado por el Instituto Mexicano para la Competitividad, México Evalúa Centro de Análisis de Políticas Públicas A.C, Real Instituto Elcano y Centennial Group, este último, responsable de trabajos similares para India, América Latina y Asia. Es un esfuerzo, para mí, interesantísimo de prospectiva cuyo título es elocuente: “México 2042 Futuro para todos”.
Me reprocharán que es un estudio globalizante, hijo del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial, de la OCDE y del BID; de todos esos organismos imperialistas que quieren desde siempre devorarse a México y a todos los países emergentes y ponerlos al servicio de los intereses de Los Estados Unidos. Quien lo lea, si es que no está irremediablemente ideologizado, encontrará razones convincentes no solo para ir por las reformas, sino para hacerlo urgentemente.
Tenemos un bono demográfico, reflejado en y un sustancial incremento en la población en edad productiva en proporción a la población total, que va a durar hasta 2035. En 2050 México será un país de adultos mayores. Si estos años de bono demográfico se dejan pasar para que el futuro sea un reflejo de nuestro pasado, estaríamos perdiendo una oportunidad histórica que no sabemos cuándo se vuelva a presentar, pero seguramente no viviremos para protagonizarlo.
¿De qué se tratan las reformas? De tener una buena base de éxito para que México sea exitoso y próspero en 2042. Hay 4 diferencias clave entre hacer y no hacer lo que, entre otras cosas está comenzando a proponer el Presidente:
1. Producto Interno Bruto para 2042
Opción de prosperidad: 7.4 billones de dólares
Opción de mediocridad: 3.1 billones de dólares
2. Participación de la riqueza mundial
Opción de prosperidad: 3.0%
Opción de mediocridad: 1.3%
3. Tasa promedio de crecimiento
Opción de prosperidad: 4.6 %
Opción de mediocridad: 2.8%
4. Ingreso per cápita de los mexicanos
Opción de prosperidad: 46,400 dólares
Opción de mediocridad: 27,400 dólares
¿Por qué necesitamos reforma educativa? Porque la educación de calidad, que no tenemos, es la herramienta más poderosa para incrementar el crecimiento económico con una fuerza laboral de excelencia (que tampoco tenemos), mejorar la competitividad y promover la inclusión. Este país necesita competitividad e inclusión que solo puede dar una buena educación.
¿Por qué necesitamos reforma energética? Porque una economía competitiva necesita petróleo, gas y electricidad con precios, valga la redundancia, competitivos.
¿Por qué requerimos reforma hacendaria? Porque no podemos seguir dependiendo de las fluctuaciones en la producción y los precios del petróleo. Necesitamos recaudar y gastar mejor para no seguir dependiendo de un recurso natural que algún día se va a acabar.
No se trata de festinar la derrota constitucional de quienes desquician nuestras calles, también son mexicanos. No se trata de alegatos inflamados en pro de la represión, sino de la toma de conciencia de que este país y sus entidades en pacto federal necesitan orden. No se trata de seguir en campaña denostando o defendiendo a quien ganó, si no de entender los más posibles, que vivimos en una república representativa que tiene un lugares para legislar que son los congresos, no las calles, que el que ganó, pues ganó y hay que dejarlo trabajar. No se trata de desear que los profesores cobren menos o pierdan sus empleos; los buenos profesores, los que estudian, se preparan, se actualizan, cuya verdadera vocación es con la niñez y en las aulas -y no la política en las calles - estarán bien y en paz con la sociedad. El descontento no es con los profesores, es con sus líderes.
No se trata de poner a nadie en contra de nadie, ni de ponerse uno en contra de otros, mucho menos de poner a otros en contra de uno mismo. Este país necesita concordia y nos necesita a todos. Seguimos siendo mexicanos con o sin reformas. Los violentos de palabra y actos son los menos. Es posible defender nuestras posturas sin la asunción de enemigos. Es posible estar a favor de los profesores y a favor de las reformas; en contra del presidente y a favor de la razón. Como quería Ponciano Arriaga, mantengamos el dulce título de MEXICANOS.
Twitter: @MoisesMolina