LA X EN LA FRENTE
Moisés MOLINA
¿CÓMO VOTAREMOS EN LAS PRÓXIMAS ELECCIONES?
En nuestro querido Oaxaca -¿o habremos de llamarla querida?- las cosas se cuecen aparte. No es solo picaresca el dicho de que “hasta la comida enredamos” en clara alusión a nuestro típico “quesillo”. Desde siempre la conflictiva nos envuelve, nos trasciende. Para un Juárez, hizo falta un Díaz y Ricardo Flores Magón tuvo mucho que ver en la caída final de aquel.
Nuestra envidiable riqueza cultural y biológica tiene solo parangón con nuestra compleja realidad política. Los usos, las prácticas propias de un temperamento que pareciera genético, nos circunscriben al conflicto, al enredo a una dialéctica cuya síntesis es más conflicto.
La política como actividad es omnipresente; es nuestra única industria. Nuestra realidad pasa inevitablemente por ella: la economía, el deporte, la cultura, la vida social y familiar, la educación, etc. Nuestros políticos han sido nuestra maldición, quizás porque los tenemos incluso fuera de los partidos, aunque muchos terminen de alguna forma al cobijo de alguno de ellos.
En medio del desorden, los oaxaqueños convivimos en medio del milagro. Habitamos una tierra sin ley o, para no exagerar, con la menor ley posible. Tenemos mucho derecho legislado pero escasamente cumplido. Tenemos notables excepciones de oaxaqueños indispuestos a cumplir la ley y gobiernos de excepción indispuestos a aplicarla si no es selectivamente.
La gran mayoría de los ciudadanos hacen de esa categoría política sacralizada por la ciencia política una entelequia. La ciudadanía no existe en toda la extensión de la palabra y el término “pueblo” pierde la relevancia que para la Teoría del Estado tiene como portador de derechos y obligaciones. La ley se supedita indiscriminadamente a la política, a una mala política. Es fácil sacrificar a los más cuando los menos son los que tienen la disposición de organizarse para alcanzar algún fin.
En la democracia oaxaqueña, contrario a toda lógica, no decide la mayoría. Las votaciones son los únicos espacios que en su fugacidad liberan el descontento, el hartazgo, las frustraciones que debían ser colectivas, pero que ante la apatía y la desorganización se vuelven individuales, personalísimas. Un ciudadano, un voto. Un ciudadano, un agravio, una frustración, una inconformidad, un hartazgo.
Seguimos siendo un “pueblo” a merced de una clase política conflictiva, intransigente, vengativa y egoísta. Su único referente es el poder y con él, el dinero. No puede ser de otro modo. Los gobiernos no están dispuestos nunca a poner la otra mejilla ante una oposición que con el mismo referente solo espera arrebatar o reconquistar el mismo poder.
Ya no es siquiera problema de partidos. En Oaxaca no los hay en toda la extensión de la palabra. Existen organizaciones que compiten por el poder, cada vez con menos sesgo ideológico. Los ideales ya ni siquiera se supeditan a los fines. No hay ideales. Solo una misión. Gobernar o volver a gobernar.
Hoy nos siguen gobernando priistas. Pasa algo parecido a las disputas religiosas. Hermanos divididos ganan adeptos que roban a otros. Nuestros partidos se parecen cada vez más a las facciones de antaño. Hume y Bolingbroke teorizaron sobre su característica definitoria: el egoísmo.
No es extraña, por ello, la dificultad de ubicar a nuestro gobernador en algún punto del espectro político, independientemente del sinsentido de la coalición izquierda-derecha que le llevó al cargo. Nadie, políticamente sensato, se atrevería a afirmarlo categóricamente de derecha, de izquierda o de centro.
Gabino es un político pragmático notoriamente incómodo ante etiquetas ideológicas. En ser gobernador de Oaxaca encontraba su destino y habiéndolo conseguido se termina la historia. Gabino cumplió su designio el 4 de julio de 2010, en adelante no había ya historia por escribir de su parte.
Su gobierno seguirá como hasta ahora: gris, frívolo, displicente. El gobierno seguirá siendo un juego de estrategias fáciles. La circunstancia le favorece en demasía. Partidos políticos pulverizados, ausencia total de oposición, cero presiones y una sociedad aletargada, apática, ya sin fuerzas, acostumbrada y resignada al desencanto, con expectativas por el subsuelo, ocupada, en sus individualidades, por el día a día.
Con Peña Nieto no será diferente. Seguirá siendo gestor, vínculo, interpósita persona en lo que la federación tenga, en recursos económicos y proyectos, reservado para Oaxaca. El único interés del Presidente es tener en calma al país, así sea en medio de la parálisis y la frivolidad de entidades como la nuestra. En su visita próxima, se dirá amigo del gobernador. Más que realidad, será intención. En Oaxaca no pasaba nada antes del 1 de diciembre, no tiene por qué pasar en adelante.
¿Qué es lo que se necesita para que las cosas comiencen a cambiar? Primero, cultura política en el ciudadano, valores y creencias necesarios para la participación de la mayoría en las decisiones públicas que no se ahoguen en el conformismo ni en la resignación que dejan manga ancha a partidos y organizaciones sociales para seguir jugando con los gobiernos a cambio de dinero o reducidos espacios de poder. Segundo, voluntad de las élites partidistas de postular ciudadanos ejemplares y conscientes de la responsabilidad a los cargos de elección popular para que sea una competencia entre los mejores. Tercero, un gobierno determinado aplicar la ley desprovisto del triste criterio del cálculo político.
Para lo primero, se requiere una nueva actitud; que el ciudadano deje de ser el Gregorio Samsa que un mal día despertó siendo. Para lo segundo es menester que en esas mismas élites se encuentre parte de los mejores y respecto de lo tercero, no hay más que la disposición de anteponer la obligación del gobernante sin importar los calificativos, ni las probables consecuencias en la próxima elección.
Si al ciudadano no le interesa, menos interesará a las élites; de los gobiernos ni hablamos. Todo buen gobierno empieza por el orden y Oaxaca sigue siendo el estado más quesillesco de todos. Es el origen filosófico del cambio: que todo cambia para seguir igual.
¿Cómo votará entonces usted – amable lector- en las próximas elecciones?
@MoisesMolina
viernes, 21 de diciembre de 2012
lunes, 17 de diciembre de 2012
"¿CUÁL ES EL FIN DE LA POLÍTICA?"
LA X EN LA FRENTE
Moisés MOLINA
¿CUÁL ES EL FIN DE LA POLÍTICA?
Con mi más solidario abrazo a Emilio Mendoza Kaplan y
A Fredy Alcántara en momentos difíciles. Serenidad y resignación.
Hay vida después de la vida.
¿Cuál es el objeto de la política? Preguntaba, entre otras cosas, a mis alumnos en sus evaluaciones. Era importante para mí, la seguridad de una respuesta categórica; no es resolver conflictos, es gestionarlos; intentar resolverlos. Así la política como actividad se nos revela un arte. Aristóteles la definía como el arte de lo posible y su concepto permanece renovadamente vigente en todas las épocas y en todos los lugares.
El político tiene que ser entonces por definición un artista. Un ser humano extraordinario con pasión, ingenio y creatividad; con alto sentido de la ética, fundamento de la belleza de sus productos desde el barro de las relaciones humanas.
El político, hace tiempo que dejó de hacer arte, hace mucho que no hace más política. No gestiona conflictos para alcanzar ese fin último que no es el abaratado bien común puesto en boca de todos, sino la cohesión social. El hombre metido a político tuerce sus fines y en la cúspide de todos coloca el triunfo electoral, el poder por el poder mismo. Ha subordinado la política a sus fines egoístas porque descubrió, en complicidad de quienes le regalan su voto, que es una línea recta entre la vida gris y el respeto y hasta la admiración, sin mencionar la prosperidad económica.
La política se ha convertido en la distancia más corta entre la vida ordinaria y el reconocimiento social; entre el desconocimiento y el prestigio. Devino en artilugio publicitario de egos siempre insatisfechos. Por ello, una vez que el poder se experimenta difícilmente se renuncia. Seduce, crea dependencia, enferma. Hay que conservarlo y hay que arrebatarlo cuando se necesita más. No hay medida en su dosis, ni consideración en los medios para obtenerlo y acrecentarlo.
El político ya no es el que hace política, es el que tiene poder. No importa, para su categorización, para qué pueda utilizar el poder, solo debe tenerlo y el fin estará cumplido; será querido, buscado, referido, admirado. No importa que no lo sea por todos, ni siquiera que lo sea por unos cuantos; unos pocos son más que suficientes.
Una sola persona que le cante al oído cuanto quiera escuchar es justificación suficiente para seguir en la brega, para seguir subordinando el poder a la ganancia de más poder.
La política se vuelve pasatiempo y después vocación, pero siempre en función de la satisfacción del ego. Hay que ostentar un cargo, tener un membrete, pretexto para tarjetas de presentación y para ser centro de conversaciones. La política es vanidad y frivolidad.
Si echamos la mirada atrás nos harán falta manos para contar políticos sin la más mínima idea de lo que la política implica; sin noción alguna, por más primitiva que pudiera ser, de su esencia, ya no digo de su ciencia. Por ello nos acostumbramos al desencanto, a la desilusión, a la apatía y a la resignación.
Basta un golpe de suerte, una feliz circunstancia, una coyuntura para que empresarios, fayuqueros, pésimos estudiantes, delincuentes, edecanes, juniors y hasta artistas amanezcan políticos. Nosotros, en reiteradas ocasiones, con nuestro voto los legitimamos, avalamos la súbita conversión. Ellos necesitan ser elogiados y nosotros necesitamos a quien elogiar. Nuestras frustraciones, rabietas y hasta maldiciones son ocasionales, les seguimos premiando, les autorizamos a permanecer en su locura, en su embriaguez.
Somos cautivos de los partidos políticos, los mismos partidos lo son. Los más pequeños reducen su función a carroñeros. Siempre terminan robando votos a otros partidos y no ganando votos propios.
¿Qué papel jugarán Nueva Alianza, Unidad Popular y Partido Social Demócrata en 2013 en Oaxaca? Claramente su prioridad es mantener sus cuentas bancarias llenas de dinero público y para ello necesitan conservar su registro y consiguientemente votos.
Prácticamente inexistentes en el quehacer político buscan, desde ya, candidatos prestados o conversos y por ello veremos inevitablemente a priístas, panistas y perredistas llevando votos a partidos que no son los de ellos; como candidatos y como activistas.
La de 2013 será claramente una elección de personalidades donde los grandes ganadores y perdedores serán cuantitativamente los partidos grandes. ¿A cuál de los grandes partidos restarán votos esos partidos ya no tan “morralla”? El más afectado, si no se opera con tacto e inteligencia, será nuevamente el PRI.
Y es que en medio de la desunión y de su crisis interna, el PRI continúa con la mayor votación, solo por debajo de las antiprogramáticas coaliciones, pero de nada le vale si sigue perdiendo la mayoría de los distritos locales y las presidencias municipales más importantes. El enemigo a vencer para la coalición del gobernador sigue siendo el PRI; y el enemigo a vencer para el PRI es el propio PRI.
De su nueva dirigencia estatal, se espera muy poco. Todos le apuestan a la continuidad de las mismas prácticas de cuando el PRI era gobierno. Por el bien de nuestra democracia y de nuestro sistema político, esperemos que nos sorprendan gratamente. Oaxaca no tiene gobierno y no lo tendrá mientras no tenga una verdadera oposición desde el congreso y desde los ayuntamientos.
Twitter: @MoisesMolina
Moisés MOLINA
¿CUÁL ES EL FIN DE LA POLÍTICA?
Con mi más solidario abrazo a Emilio Mendoza Kaplan y
A Fredy Alcántara en momentos difíciles. Serenidad y resignación.
Hay vida después de la vida.
¿Cuál es el objeto de la política? Preguntaba, entre otras cosas, a mis alumnos en sus evaluaciones. Era importante para mí, la seguridad de una respuesta categórica; no es resolver conflictos, es gestionarlos; intentar resolverlos. Así la política como actividad se nos revela un arte. Aristóteles la definía como el arte de lo posible y su concepto permanece renovadamente vigente en todas las épocas y en todos los lugares.
El político tiene que ser entonces por definición un artista. Un ser humano extraordinario con pasión, ingenio y creatividad; con alto sentido de la ética, fundamento de la belleza de sus productos desde el barro de las relaciones humanas.
El político, hace tiempo que dejó de hacer arte, hace mucho que no hace más política. No gestiona conflictos para alcanzar ese fin último que no es el abaratado bien común puesto en boca de todos, sino la cohesión social. El hombre metido a político tuerce sus fines y en la cúspide de todos coloca el triunfo electoral, el poder por el poder mismo. Ha subordinado la política a sus fines egoístas porque descubrió, en complicidad de quienes le regalan su voto, que es una línea recta entre la vida gris y el respeto y hasta la admiración, sin mencionar la prosperidad económica.
La política se ha convertido en la distancia más corta entre la vida ordinaria y el reconocimiento social; entre el desconocimiento y el prestigio. Devino en artilugio publicitario de egos siempre insatisfechos. Por ello, una vez que el poder se experimenta difícilmente se renuncia. Seduce, crea dependencia, enferma. Hay que conservarlo y hay que arrebatarlo cuando se necesita más. No hay medida en su dosis, ni consideración en los medios para obtenerlo y acrecentarlo.
El político ya no es el que hace política, es el que tiene poder. No importa, para su categorización, para qué pueda utilizar el poder, solo debe tenerlo y el fin estará cumplido; será querido, buscado, referido, admirado. No importa que no lo sea por todos, ni siquiera que lo sea por unos cuantos; unos pocos son más que suficientes.
Una sola persona que le cante al oído cuanto quiera escuchar es justificación suficiente para seguir en la brega, para seguir subordinando el poder a la ganancia de más poder.
La política se vuelve pasatiempo y después vocación, pero siempre en función de la satisfacción del ego. Hay que ostentar un cargo, tener un membrete, pretexto para tarjetas de presentación y para ser centro de conversaciones. La política es vanidad y frivolidad.
Si echamos la mirada atrás nos harán falta manos para contar políticos sin la más mínima idea de lo que la política implica; sin noción alguna, por más primitiva que pudiera ser, de su esencia, ya no digo de su ciencia. Por ello nos acostumbramos al desencanto, a la desilusión, a la apatía y a la resignación.
Basta un golpe de suerte, una feliz circunstancia, una coyuntura para que empresarios, fayuqueros, pésimos estudiantes, delincuentes, edecanes, juniors y hasta artistas amanezcan políticos. Nosotros, en reiteradas ocasiones, con nuestro voto los legitimamos, avalamos la súbita conversión. Ellos necesitan ser elogiados y nosotros necesitamos a quien elogiar. Nuestras frustraciones, rabietas y hasta maldiciones son ocasionales, les seguimos premiando, les autorizamos a permanecer en su locura, en su embriaguez.
Somos cautivos de los partidos políticos, los mismos partidos lo son. Los más pequeños reducen su función a carroñeros. Siempre terminan robando votos a otros partidos y no ganando votos propios.
¿Qué papel jugarán Nueva Alianza, Unidad Popular y Partido Social Demócrata en 2013 en Oaxaca? Claramente su prioridad es mantener sus cuentas bancarias llenas de dinero público y para ello necesitan conservar su registro y consiguientemente votos.
Prácticamente inexistentes en el quehacer político buscan, desde ya, candidatos prestados o conversos y por ello veremos inevitablemente a priístas, panistas y perredistas llevando votos a partidos que no son los de ellos; como candidatos y como activistas.
La de 2013 será claramente una elección de personalidades donde los grandes ganadores y perdedores serán cuantitativamente los partidos grandes. ¿A cuál de los grandes partidos restarán votos esos partidos ya no tan “morralla”? El más afectado, si no se opera con tacto e inteligencia, será nuevamente el PRI.
Y es que en medio de la desunión y de su crisis interna, el PRI continúa con la mayor votación, solo por debajo de las antiprogramáticas coaliciones, pero de nada le vale si sigue perdiendo la mayoría de los distritos locales y las presidencias municipales más importantes. El enemigo a vencer para la coalición del gobernador sigue siendo el PRI; y el enemigo a vencer para el PRI es el propio PRI.
De su nueva dirigencia estatal, se espera muy poco. Todos le apuestan a la continuidad de las mismas prácticas de cuando el PRI era gobierno. Por el bien de nuestra democracia y de nuestro sistema político, esperemos que nos sorprendan gratamente. Oaxaca no tiene gobierno y no lo tendrá mientras no tenga una verdadera oposición desde el congreso y desde los ayuntamientos.
Twitter: @MoisesMolina
Suscribirse a:
Entradas (Atom)