LA X EN LA FRENTE
Moisés MOLINA
Pareciera que con cada proceso electoral el deterioro de la actividad política incrementa. Ya no hay sólo campañas más negras; ahora hay precampañas de cañería.
¿Cuál es una de las razones que propician el asco de la ciudadanía por la política? El pleito.
Las descalificaciones, las denostaciones, la calumnia, la infamia son el nuevo efecto invernadero de nuestras ciudades y nuestros pueblos como en esa región tóxica llamada “Iris” de Edmundo Paz Soldán en su novela.
Si en tiempos no electorales no encontramos paz, cuando las precampañas y campañas llegan el espíritu colectivo se deprime aún más.
Bloqueos, marchas, tomas de palacios, caos vial, balaceras no parecen suficientes. Tienen que venir los partidos con sus rostros de siempre a darnos más. Es de tal intensidad la guerra sucia dentro de los partidos tradicionales que parecieran pretender tender una cortina de humo para ocultar los problemas de urgente y obvia resolución.
¿Hasta dónde hemos llegado? Los políticos no terminamos de entender que la gran mayoría de la gente no desayuna, no come y no cena política. Parecemos ignorar que el desencanto pareciera ser la palabra que mejor define el estado de ánimo de la gente que usa su credencial para votar para muchas cosas, menos para votar.
Las dirigencias partidistas entienden bien este juego y capitalizan el hartazgo y consiguientemente la apatía ciudadana que se refleja en los cada vez más elevados índices de abstencionismo.
¿Qué nos depara esta elección? Esas cúpulas perversas le apuestan a más abstencionismo. Es una elección intermedia y estas son las que menos le interesan a la gente.
Con diez candidatos en la boleta electoral y con una ciudadanía mayoritariamente educada en el morbo ya no se trata de sumar votos a la causa propia, sino restarlos a la causa ajena a través de las famosas campañas negras.
El opositor deja de serlo para convertirse en enemigo y el fin llega a justificar todos los medios. Las redes sociales son un extraordinario ejemplo de ello.
Una falsa moral se instaura en la clase política y las propuestas se dejan de lado. La prioridad es el ataque y tristemente la ciudadanía ha caído en el juego. Ya no se vota por el más bueno, sino por el menos malo, por el menos perverso, por el menos ruin, por el menos corrupto. Se hace un análisis de la agenda pública e invariablemente, alguien termina cargando la totalidad de las culpas de todo lo malo que acontece. El éxito de la estrategia estiba en encontrar responsables, reales o imaginarios. Una desgraciada cuestión de posicionamiento.
¿Nos hemos dado cuenta de que nada cambia porque nadie cambia? No cambian los políticos, no cambian los ciudadanos. Los políticos que han contaminado la política deben pagar y reparar el daño. Que el que contamine pague ¿Cómo? ¿Dónde? En las urnas. Nuestra obligación moral es seguir creyendo que es posible.
Sigo con Iris de Paz Soldán: “Es un mundo tenebroso y los somete a su lógica, a su delirio, a su violencia y angustia”. Pareciéramos vivir en “una fábula desoladora sobre los excesos de poder y al final un relato esperanzador sobre la lucha por la libertad.
Que algún día, las elecciones nos hagan libres.
sábado, 24 de enero de 2015
IMMANUEL WALLERSTEIN Y EL SISTEMA MUNDO CAPITALISTA
REFLEXIONES EN TORNO A LA OBRA
“IMMANUEL WALLERSTEIN. CRÍTICA DEL SISTEMA – MUNDO CAPITALISTA.” DE CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS.
Moisés Molina
EL ACADÉMICO
Me resulta harto complejo comenzar el comentario de la obra anunciada. Siendo tantos los argumentos que el autor toma de Wallerstein y tan novedosos para quien esto escribe, intentar un comentario, por pequeño que sea, me resulta pretencioso. Lo intentaré, sin embargo.
La obra en comento representa un serio esfuerzo intelectual provisto – a mi parecer - de una buena dosis de rigor académico, por acercar a los lectores al pensamiento, que por otra parte no es estrictamente económico, de Immanuel Wallerstein, hombre de origen Judío con dos patrias intelectuales: Estados Unidos de Norteamérica y Francia. Pareciera emblemático que, siendo los Estados Unidos uno de los países en el que desde hace más de quince años Wallerstein ha pasado la mitad de su vida y al que le debe en no poco la profusa información que sirve de base a su argumentaciones teóricas, sea también “target” principal de sus más acendradas críticas. Circunstancia que se agrava si consideramos que fue la Universidad de Columbia en Nueva York, la que forjó una simpatía irreversible con el pensamiento de izquierda, solo comparable con la natural antipatía hacia el “macartismo” que nuestro personaje ve reeditado en nuestros días en cada acción beligerante que el presidente norteamericano Bush endereza lo mismo contra Kuwait que contra Afganistán. Al mismo tiempo que lee a Marx o a Lenin, toma cursos con algunos miembros de la escuela de Frankfurt refugiados en Nueva York y persiste en leer a Gandhi, a quien admira profundamente. Una de sus primeras aportaciones teóricas fue su tesis de maestría “El macartismo y los conservadores”, que arroja una de las bases en que habrían de descansar sus asertos futuros y que es la base de la predominancia de la derecha en Estados Unidos, y por extensión la hegemonía de las derechas en el mundo entero, con sus intolerancias y su ánimo belicoso irremediable.
Wallerstein se muestra convencido al inicio de los cincuentas, en que se reconoce militante activo de la izquierda estadounidense, de que un “gobierno mundial “ es posible como salida a la polarizada y polarizadora guerra fría. Desde ese momento, los temas de actualidad son los que le preocupan. Forma parte esa izquierda militante, izquierda sin embargo, muy poco representativa, por no decir insignificante dentro del ambiente intelectual norteamericano. Es por ello que parte para África a estudiar las sociedades de aquel continente abriendo en ese momento la puerta que lo conecta de manera permanente a las realidades del tercer mundo y que da sustento a su teoría central del “moderno sistema mundo” y su compleja estructura: centro – periferia – semiperiferia – arena exterior.
EL PRIMER MUNDO
“El moderno sistema mundo” es, a no dudarlo, la obra más influyente de Immanuel Wallerstein. Originalmente proyectada por su autor para cuatro tomos, hasta el día de hoy se han publicado solamente tres y, según el mismo Wallerstein reconoce, podría abarcar cinco dos o tres volúmenes más. Es en ella, donde además de emprender un serio estudio crítico del capitalismo a través de la historia, comparte con el mundo entero (ya que su obra ha sido traducida a catorce idiomas) su teoría más reveladora: el fin del actual sistema mundo capitalista y con él, el fin de las injusticias a él intrínsecas y del omnipresente problema de las diferencias de desarrollo entre las diferentes zonas del mundo.
Cuatro son los ejes fundamentales que hasta el año dos mil dos, el conjunto de su producción intelectual abarca:
1. Un esfuerzo crítico y global de reconstruir la historia del sistema mundo capitalista desde el siglo XVI hasta la actualidad (a ello se circunscriben los tres tomos hasta ahora publicados de “el moderno sistema mundo”).
2. El estudio de los principales fenómenos del “largo siglo XX” que :
“… estudia lo mismo el leninismo y la Revolución Rusa, que la caída del muro de Berlín y la guerra del Golfo Pérsico, pasando por el examen de la gestación, auge y declive de la hegemonía estadounidense, la caracterización de la revolución mundial de 1968, la organización de la OPEP o el colapso actual del liberalismo, entre muchos otros temas…” que “… permite explicarnos la configuración … del mapa del mundo actual…” (1)
3. Una preocupación por la construcción de posibles escenarios prospectivos, derivada de un compromiso social, que según Wallerstein debe tener el científico; y finalmente
4. Un examen crítico de todo nuestro sistema de saberes y su necesidad de reforma.
A petición expresa, omitiré en la medida de lo posible las referencias al primero de esos ejes y me abocaré, en adelante, al estudio que hace de los problemas del capitalismo neoliberal, dejando también un tanto de lado las alusiones al último de los ejes, por razones de apego a nuestra materia y a nuestras carreras.
Wallerstein parte de la premisa de que el sistema mundo capitalista ha sido el único que en la historia del mundo ha podido crear un sistema económico estable y ha logrado trascender las particularidades, los regionalismos y los comunitarismos, de modo que no son capitalistas los Estados, sino lo es todo el sistema mundo, un solo sistema mundo que ha sido capitalista desde el siglo XVI hasta nuestros días. Niega por ello, Wallerstein la existencia de presuntas crisis precedentes y en el radicalismo teórico afirma que solo una crisis puede existir y es la crisis del sistema que no se ha presentado nunca en los últimos quinientos años más que una sola vez: en 1972-1973 y que persiste hasta nuestros días. Habla así de apariciones históricas de estancamiento, lento crecimiento o depresión económica, pero no de crisis.
1972-1973 es su punto de partida, y para continuar nuestro pretencioso ensayo, ahora lo hacemos nuestro. 1972 es el año que resiente toda la carga de la revolución cultural mundial que inicia en 1968 y que remata en la derrota del ejército estadounidense a manos del “heroico”, como lo califica Carlos Aguirre, pueblo vietnamita. Desde Vietnam, inicia un proceso que Wallerstein llama de “bifurcación histórica”, correspondiente al proceso terminal de la historia del sistema mundo capitalista.
Piensa que como en todo proceso de bifurcación, el sistema abandona su estado de equilibrio para convertirse en otra cosa, en otro sistema.
“… Por que la situación de bifurcación solo se afirma cuando el sistema deja atrás dicha etapa de equilibrio, en la que predomina el principio de autorreproducción constante de su lógica esencial…” (2)
Ante ello sugiere que las pequeñas turbulencias o las acciones individuales pueden tener grandes efectos sobre el sistema y su futuro, dejando entrever con esa afirmación, la necesidad de una participación “antisistémica” activa de los ciudadanos.
Un punto decisivo propiciado por la misma crisis del sistema lo representó el hecho de que poco a poco el estado de cosas se fue invirtiendo y si antes, el equilibrio sistémico, hacía que las necesidades predominaran sobre las libertades incluso hasta impedir su ejercicio, a partir de 1968,
“… las posibilidades de éxito para todos los proyectos revolucionarios y para todos los movimientos genuinamente antisistémicos se han incrementado enormemente.”(3)
Es aquí donde Wallerstein ofrece su crítica a otro concepto toral del moderno sistema mundo capitalista y es el concepto de globalización, concepto que ningún académico serio ha abordado de manera alguna y que mas bien pareciera ser un invento de los medios masivos de comunicación. El concepto de globalización, por lo que pude entrever en el pensamiento “digerido” de Wallerstein, es un arma conceptual que a manera de velo distorsiona la posibilidad panóptica de la gente y hace extensivo el método con el que ideológicamente se ha venido justificando el sistema capitalista a lo largo de la historia: el método lineal evolucionista, que hemos estudiado en clase. Así, todo parece, si se me permite el pleonasmo, avanzar hacia delante y hacia arriba. Las fases sucesivas del capitalismo (de las cuales la Globalización es la más reciente, pues es la que reina en nuestras actuales sociedades industriales de consumo masivo) sugieren siempre progreso y mejoría.
“… al capitalismo mercantil de los siglos XVI a XVIII sucedió el capitalismo industrial del siglo XIX, para continuar luego con el imperialismo de los primeros dos tercios del siglo XX y coronar con la reciente etapa del capitalismo de la globalización de los últimos treinta años.”(4)
La crisis del capitalismo, según Wallerstein, es un proceso de transición de una duración no muy corta, proceso que comenzó en 1972-73 y que continúa hasta nuestros días, pudiendo incluso durar, según sus propias estimaciones de 25 a 50 años más.
Cuatro son también los procesos fundamentales que integran este periodo de transición:
1. La declinación y progresiva desaparición de la hegemonía fuerte estadounidense sobre el sistema mundo ejercida sin contestación desde 1945 y hasta 1972 – 1973.
2. Final del ciclo hegemónico global estadounidense desarrollado desde 1870.
3. Colapso definitivo de la geocultura dominante del sistema mundo desde 1879 y hasta 1968, que fue el consenso liberal, y
4. Crisis final del sistema mundo capitalista.
Los dos primeros procesos no representan algo novedoso, constituyen un “deja vu” histórico. Recuerdan el curso normal de las potencias hegemónicas que fueron Holanda en el siglo XVII e Inglaterra en el siglo XIX. Pero los dos restantes procesos representan situaciones sin precedentes en la historia del desarrollo económico de la humanidad.
La perspectiva así presentada por Wallerstein es poco halagueña para los Estados Unidos y para el sistema que encabezan y no obstante la apreciación que el teórico tiene de un inminente cambio en el liderazgo mundial para ser asumido ahora por Japón o por Europa occidental, estima que el sistema capitalista mundial no vivirá para sufrirlo.
Igualmente adelanta juicios acerca de la afectación que, producto de esta crisis, seguirán sufriendo no solo las estructuras económicas, sino también las políticas. Vaticina de este modo, la irreversible tendencia a la desaparición de los Estados y la merma de significación e importancia del concepto “nación”. Junto a los movimientos sociales contra la xenofobia, la discriminación y a favor de la tolerancia y el respeto a las diferencias de raza o idioma, Wallerstein cree que los particularismos y los regionalismos van a imponer su lógica a las nuevas relaciones del nuevo sistema que vendrá.
El autor de “El moderno sistema mundo” profetiza en algunos de sus recientes ensayos, el liderazgo alemán en la Comunidad Europea, la unificación creciente de Europa, su anexión de los mercados de Rusia y Europa Oriental, su “autonomización” de Estados Unidos, la alianza de este con Japón (aunque ahora en términos de subordinación), la conquista japonesa del mercado chino (el mercado interno más grande del mundo con mil trescientos millones de consumidores), el surgimiento de Japón como contraparte de Europa Occidental en la disputa “feroz y sin tregua” por la nueva hegemonía mundial, el triunfo de Japón sobre Europa y finalmente la seguridad de que, si la teoría de las ramas depresivas y expansivas del ciclo de Kondratiev sigue vigente, los años 2005 a 2025-2050 serán de crecimiento del empleo y la inversión en el mundo y de expansión de los flujos comerciales.
EL TERCER MUNDO
Los “países del sur”, como también se suele llamar a los del tercer mundo, ocupan un espacio en la teoría wallersteniana y desde esta perspectiva, tres han sido las respuestas que nuestros países han comenzado a desarrollar ante la marginación de que son objeto en este proceso (como en todos los procesos mundiales de trascendencia) por el “primer mundo”.
1. Migración masiva, creciente, intensa e irrefrenable desde la periferia hasta los centros del moderno sistema mundo. Ello intensificará las luchas civiles por los derechos a la igualdad, por la tolerancia y por el respeto a los derechos sociales de los migrantes y más allá de ello variará de manera sustancial la composición geográfica de estos países.
2. Un distanciamiento y negación del proyecto de la modernidad capitalista que implica que cada vez más naciones le “dan la espalda” y como en Irán con el Ayatola Jomeini o en México, con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, platean una suerte de fundamentalismos modernos, refugiándose en tradiciones y cosmovisiones locales; y
3. La utilización de los arsenales inventados y fabricados por las potencias primermundistas, para desafiarlos abierta y directamente como lo atestiguamos con Irak y Afganistán.
CRÍTICA
Las anteriores, han sido a mi juicio, algunas de las aportaciones más reveladoras de este gran “futurista” que es Immanuel Wallerstein. A fuerza de ser críticos, habremos de decir, sin embargo, que la visión por momentos asombrosamente congruente y convincente de Wallerstein, no resulta suficiente para concebir un orden radicalmente diferente al en que vivimos. Wallerstein habla de una crisis que durará tal vez hasta cincuenta años más. Ello hace dudar a cualquier mente medianamente escéptica de su real posibilidad. A más de ello no encontré, no se si por deficiencias en mi lectura, o por omisión del autor del libro en comento o tal vez por omisión del mismo Wallerstein, una propuesta específica y pormenorizada, más allá de moderados instigamientos a una revolución mundial, de cómo podría ser ese “sistema” ideal candidato a reemplazar al capitalismo. Percibo una crítica destructiva al capitalismo, a sus valores y a sus gobernantes y un alud de alabanzas para la sociedad civil, pero ni un atisbo, por mínimo que fuera de una alternativa real y factible por construir. Lo único evidente que percibí es que nada dura para siempre y que hoy son los Estados Unidos, pero mañana … quien sabe, Japón tal vez, el tiempo lo dirá.
Oaxaca, Oax. mayo de 2004.
Citas
(1) Carlos Antonio Aguirre Rojas. IMMANUEL WALLERSTEIN. CRÍTICA DEL SISTEMA – MUNDO CAPITALISTA. Ed. Hera. México D.F. 373 páginas. p.35
(2) Opus. Cit. p.72
(3) Opus Cit. p.73
(4) Opus Cit. p.74.
“IMMANUEL WALLERSTEIN. CRÍTICA DEL SISTEMA – MUNDO CAPITALISTA.” DE CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS.
Moisés Molina
EL ACADÉMICO
Me resulta harto complejo comenzar el comentario de la obra anunciada. Siendo tantos los argumentos que el autor toma de Wallerstein y tan novedosos para quien esto escribe, intentar un comentario, por pequeño que sea, me resulta pretencioso. Lo intentaré, sin embargo.
La obra en comento representa un serio esfuerzo intelectual provisto – a mi parecer - de una buena dosis de rigor académico, por acercar a los lectores al pensamiento, que por otra parte no es estrictamente económico, de Immanuel Wallerstein, hombre de origen Judío con dos patrias intelectuales: Estados Unidos de Norteamérica y Francia. Pareciera emblemático que, siendo los Estados Unidos uno de los países en el que desde hace más de quince años Wallerstein ha pasado la mitad de su vida y al que le debe en no poco la profusa información que sirve de base a su argumentaciones teóricas, sea también “target” principal de sus más acendradas críticas. Circunstancia que se agrava si consideramos que fue la Universidad de Columbia en Nueva York, la que forjó una simpatía irreversible con el pensamiento de izquierda, solo comparable con la natural antipatía hacia el “macartismo” que nuestro personaje ve reeditado en nuestros días en cada acción beligerante que el presidente norteamericano Bush endereza lo mismo contra Kuwait que contra Afganistán. Al mismo tiempo que lee a Marx o a Lenin, toma cursos con algunos miembros de la escuela de Frankfurt refugiados en Nueva York y persiste en leer a Gandhi, a quien admira profundamente. Una de sus primeras aportaciones teóricas fue su tesis de maestría “El macartismo y los conservadores”, que arroja una de las bases en que habrían de descansar sus asertos futuros y que es la base de la predominancia de la derecha en Estados Unidos, y por extensión la hegemonía de las derechas en el mundo entero, con sus intolerancias y su ánimo belicoso irremediable.
Wallerstein se muestra convencido al inicio de los cincuentas, en que se reconoce militante activo de la izquierda estadounidense, de que un “gobierno mundial “ es posible como salida a la polarizada y polarizadora guerra fría. Desde ese momento, los temas de actualidad son los que le preocupan. Forma parte esa izquierda militante, izquierda sin embargo, muy poco representativa, por no decir insignificante dentro del ambiente intelectual norteamericano. Es por ello que parte para África a estudiar las sociedades de aquel continente abriendo en ese momento la puerta que lo conecta de manera permanente a las realidades del tercer mundo y que da sustento a su teoría central del “moderno sistema mundo” y su compleja estructura: centro – periferia – semiperiferia – arena exterior.
EL PRIMER MUNDO
“El moderno sistema mundo” es, a no dudarlo, la obra más influyente de Immanuel Wallerstein. Originalmente proyectada por su autor para cuatro tomos, hasta el día de hoy se han publicado solamente tres y, según el mismo Wallerstein reconoce, podría abarcar cinco dos o tres volúmenes más. Es en ella, donde además de emprender un serio estudio crítico del capitalismo a través de la historia, comparte con el mundo entero (ya que su obra ha sido traducida a catorce idiomas) su teoría más reveladora: el fin del actual sistema mundo capitalista y con él, el fin de las injusticias a él intrínsecas y del omnipresente problema de las diferencias de desarrollo entre las diferentes zonas del mundo.
Cuatro son los ejes fundamentales que hasta el año dos mil dos, el conjunto de su producción intelectual abarca:
1. Un esfuerzo crítico y global de reconstruir la historia del sistema mundo capitalista desde el siglo XVI hasta la actualidad (a ello se circunscriben los tres tomos hasta ahora publicados de “el moderno sistema mundo”).
2. El estudio de los principales fenómenos del “largo siglo XX” que :
“… estudia lo mismo el leninismo y la Revolución Rusa, que la caída del muro de Berlín y la guerra del Golfo Pérsico, pasando por el examen de la gestación, auge y declive de la hegemonía estadounidense, la caracterización de la revolución mundial de 1968, la organización de la OPEP o el colapso actual del liberalismo, entre muchos otros temas…” que “… permite explicarnos la configuración … del mapa del mundo actual…” (1)
3. Una preocupación por la construcción de posibles escenarios prospectivos, derivada de un compromiso social, que según Wallerstein debe tener el científico; y finalmente
4. Un examen crítico de todo nuestro sistema de saberes y su necesidad de reforma.
A petición expresa, omitiré en la medida de lo posible las referencias al primero de esos ejes y me abocaré, en adelante, al estudio que hace de los problemas del capitalismo neoliberal, dejando también un tanto de lado las alusiones al último de los ejes, por razones de apego a nuestra materia y a nuestras carreras.
Wallerstein parte de la premisa de que el sistema mundo capitalista ha sido el único que en la historia del mundo ha podido crear un sistema económico estable y ha logrado trascender las particularidades, los regionalismos y los comunitarismos, de modo que no son capitalistas los Estados, sino lo es todo el sistema mundo, un solo sistema mundo que ha sido capitalista desde el siglo XVI hasta nuestros días. Niega por ello, Wallerstein la existencia de presuntas crisis precedentes y en el radicalismo teórico afirma que solo una crisis puede existir y es la crisis del sistema que no se ha presentado nunca en los últimos quinientos años más que una sola vez: en 1972-1973 y que persiste hasta nuestros días. Habla así de apariciones históricas de estancamiento, lento crecimiento o depresión económica, pero no de crisis.
1972-1973 es su punto de partida, y para continuar nuestro pretencioso ensayo, ahora lo hacemos nuestro. 1972 es el año que resiente toda la carga de la revolución cultural mundial que inicia en 1968 y que remata en la derrota del ejército estadounidense a manos del “heroico”, como lo califica Carlos Aguirre, pueblo vietnamita. Desde Vietnam, inicia un proceso que Wallerstein llama de “bifurcación histórica”, correspondiente al proceso terminal de la historia del sistema mundo capitalista.
Piensa que como en todo proceso de bifurcación, el sistema abandona su estado de equilibrio para convertirse en otra cosa, en otro sistema.
“… Por que la situación de bifurcación solo se afirma cuando el sistema deja atrás dicha etapa de equilibrio, en la que predomina el principio de autorreproducción constante de su lógica esencial…” (2)
Ante ello sugiere que las pequeñas turbulencias o las acciones individuales pueden tener grandes efectos sobre el sistema y su futuro, dejando entrever con esa afirmación, la necesidad de una participación “antisistémica” activa de los ciudadanos.
Un punto decisivo propiciado por la misma crisis del sistema lo representó el hecho de que poco a poco el estado de cosas se fue invirtiendo y si antes, el equilibrio sistémico, hacía que las necesidades predominaran sobre las libertades incluso hasta impedir su ejercicio, a partir de 1968,
“… las posibilidades de éxito para todos los proyectos revolucionarios y para todos los movimientos genuinamente antisistémicos se han incrementado enormemente.”(3)
Es aquí donde Wallerstein ofrece su crítica a otro concepto toral del moderno sistema mundo capitalista y es el concepto de globalización, concepto que ningún académico serio ha abordado de manera alguna y que mas bien pareciera ser un invento de los medios masivos de comunicación. El concepto de globalización, por lo que pude entrever en el pensamiento “digerido” de Wallerstein, es un arma conceptual que a manera de velo distorsiona la posibilidad panóptica de la gente y hace extensivo el método con el que ideológicamente se ha venido justificando el sistema capitalista a lo largo de la historia: el método lineal evolucionista, que hemos estudiado en clase. Así, todo parece, si se me permite el pleonasmo, avanzar hacia delante y hacia arriba. Las fases sucesivas del capitalismo (de las cuales la Globalización es la más reciente, pues es la que reina en nuestras actuales sociedades industriales de consumo masivo) sugieren siempre progreso y mejoría.
“… al capitalismo mercantil de los siglos XVI a XVIII sucedió el capitalismo industrial del siglo XIX, para continuar luego con el imperialismo de los primeros dos tercios del siglo XX y coronar con la reciente etapa del capitalismo de la globalización de los últimos treinta años.”(4)
La crisis del capitalismo, según Wallerstein, es un proceso de transición de una duración no muy corta, proceso que comenzó en 1972-73 y que continúa hasta nuestros días, pudiendo incluso durar, según sus propias estimaciones de 25 a 50 años más.
Cuatro son también los procesos fundamentales que integran este periodo de transición:
1. La declinación y progresiva desaparición de la hegemonía fuerte estadounidense sobre el sistema mundo ejercida sin contestación desde 1945 y hasta 1972 – 1973.
2. Final del ciclo hegemónico global estadounidense desarrollado desde 1870.
3. Colapso definitivo de la geocultura dominante del sistema mundo desde 1879 y hasta 1968, que fue el consenso liberal, y
4. Crisis final del sistema mundo capitalista.
Los dos primeros procesos no representan algo novedoso, constituyen un “deja vu” histórico. Recuerdan el curso normal de las potencias hegemónicas que fueron Holanda en el siglo XVII e Inglaterra en el siglo XIX. Pero los dos restantes procesos representan situaciones sin precedentes en la historia del desarrollo económico de la humanidad.
La perspectiva así presentada por Wallerstein es poco halagueña para los Estados Unidos y para el sistema que encabezan y no obstante la apreciación que el teórico tiene de un inminente cambio en el liderazgo mundial para ser asumido ahora por Japón o por Europa occidental, estima que el sistema capitalista mundial no vivirá para sufrirlo.
Igualmente adelanta juicios acerca de la afectación que, producto de esta crisis, seguirán sufriendo no solo las estructuras económicas, sino también las políticas. Vaticina de este modo, la irreversible tendencia a la desaparición de los Estados y la merma de significación e importancia del concepto “nación”. Junto a los movimientos sociales contra la xenofobia, la discriminación y a favor de la tolerancia y el respeto a las diferencias de raza o idioma, Wallerstein cree que los particularismos y los regionalismos van a imponer su lógica a las nuevas relaciones del nuevo sistema que vendrá.
El autor de “El moderno sistema mundo” profetiza en algunos de sus recientes ensayos, el liderazgo alemán en la Comunidad Europea, la unificación creciente de Europa, su anexión de los mercados de Rusia y Europa Oriental, su “autonomización” de Estados Unidos, la alianza de este con Japón (aunque ahora en términos de subordinación), la conquista japonesa del mercado chino (el mercado interno más grande del mundo con mil trescientos millones de consumidores), el surgimiento de Japón como contraparte de Europa Occidental en la disputa “feroz y sin tregua” por la nueva hegemonía mundial, el triunfo de Japón sobre Europa y finalmente la seguridad de que, si la teoría de las ramas depresivas y expansivas del ciclo de Kondratiev sigue vigente, los años 2005 a 2025-2050 serán de crecimiento del empleo y la inversión en el mundo y de expansión de los flujos comerciales.
EL TERCER MUNDO
Los “países del sur”, como también se suele llamar a los del tercer mundo, ocupan un espacio en la teoría wallersteniana y desde esta perspectiva, tres han sido las respuestas que nuestros países han comenzado a desarrollar ante la marginación de que son objeto en este proceso (como en todos los procesos mundiales de trascendencia) por el “primer mundo”.
1. Migración masiva, creciente, intensa e irrefrenable desde la periferia hasta los centros del moderno sistema mundo. Ello intensificará las luchas civiles por los derechos a la igualdad, por la tolerancia y por el respeto a los derechos sociales de los migrantes y más allá de ello variará de manera sustancial la composición geográfica de estos países.
2. Un distanciamiento y negación del proyecto de la modernidad capitalista que implica que cada vez más naciones le “dan la espalda” y como en Irán con el Ayatola Jomeini o en México, con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, platean una suerte de fundamentalismos modernos, refugiándose en tradiciones y cosmovisiones locales; y
3. La utilización de los arsenales inventados y fabricados por las potencias primermundistas, para desafiarlos abierta y directamente como lo atestiguamos con Irak y Afganistán.
CRÍTICA
Las anteriores, han sido a mi juicio, algunas de las aportaciones más reveladoras de este gran “futurista” que es Immanuel Wallerstein. A fuerza de ser críticos, habremos de decir, sin embargo, que la visión por momentos asombrosamente congruente y convincente de Wallerstein, no resulta suficiente para concebir un orden radicalmente diferente al en que vivimos. Wallerstein habla de una crisis que durará tal vez hasta cincuenta años más. Ello hace dudar a cualquier mente medianamente escéptica de su real posibilidad. A más de ello no encontré, no se si por deficiencias en mi lectura, o por omisión del autor del libro en comento o tal vez por omisión del mismo Wallerstein, una propuesta específica y pormenorizada, más allá de moderados instigamientos a una revolución mundial, de cómo podría ser ese “sistema” ideal candidato a reemplazar al capitalismo. Percibo una crítica destructiva al capitalismo, a sus valores y a sus gobernantes y un alud de alabanzas para la sociedad civil, pero ni un atisbo, por mínimo que fuera de una alternativa real y factible por construir. Lo único evidente que percibí es que nada dura para siempre y que hoy son los Estados Unidos, pero mañana … quien sabe, Japón tal vez, el tiempo lo dirá.
Oaxaca, Oax. mayo de 2004.
Citas
(1) Carlos Antonio Aguirre Rojas. IMMANUEL WALLERSTEIN. CRÍTICA DEL SISTEMA – MUNDO CAPITALISTA. Ed. Hera. México D.F. 373 páginas. p.35
(2) Opus. Cit. p.72
(3) Opus Cit. p.73
(4) Opus Cit. p.74.
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