miércoles, 16 de julio de 2014
DERRIBAR LAS PUERTAS, ROMPER LAS VENTANAS
A Jarumy Méndez y Diego Carreño, integrantes
de la #EsperanzaVerde y campeones
estatales de debate político 2014
Hemos celebrado el Día Mundial de la Población. La temática, que con cada año cambia a iniciativa de la ONU, este año fue “Invertir en la Juventud”. Nunca como ahora (y me refiero a los años recientes) las y los jóvenes habían estado tan presentes en el discurso.
Es una lástima que sea solo en el discurso.
Hoy somos un poco más de 7, 000 millones de habitantes que el planeta tenía en 2011. En 60 años casi nos triplicamos. De esa cantidad, 1,800 millones son jóvenes.
El bono demográfico nos alcanzó, incluso en México. Nunca antes había existido una proporción similar de jóvenes. Pero seguimos viviendo en una gran paradoja que hace obligado un cambio de paradigma. El peso poblacional de la juventud se ve reflejado solo en la estadística y su participación económica, social y política no se ve por ningún lado.
La juventud camina en círculos y esos círculos son viciosos. No se incentiva por parte de la generación adulta empoderada su inclusión, y consecuentemente la apatía se convierte en cáncer que la mantiene vegetando y a la expectativa de las migajas que los gobiernos les avienten. Tratándose de juventud no hay oportunidades, hay mendrugos.
Los jóvenes no confían en sus gobiernos porque los gobiernos desprecian olímpicamente a la juventud. Y si eso no fuera suficientemente grave, en los partidos políticos (que tienen la fundamental responsabilidad de preparar a la clase política y hacerla acceder a los espacios de toma de decisiones por la vía de las elecciones) el desprecio se reproduce.
No hay una reserva para el relevo generacional, no existe un trabajo serio de formación de cuadros políticos y todo cuanto se hace son esfuerzos aislados que se disuelven en el mar de la indolencia.
Hablo de mi experiencia personal. El tiempo que tuve la oportunidad de servir al frente de la Comisión Estatal de la Juventud de Oaxaca, la dependencia ejercía un presupuesto anual que correspondía a lo que, por ejemplo y guardando proporciones, la Secretaría de Salud ejercía en un solo día. Los funcionarios encargados de la atención a los jóvenes harán lo que puedan, pero sin voluntad de los que mandan, nunca será suficiente.
La ausencia de políticas públicas transversales empeora la situación de las y los jóvenes en sus municipios. La salud, la educación y la alimentación se atienden aún en un marco de violaciones a los derechos humanos de las mujeres y de los jóvenes. La bolsa de trabajo y los financiamientos para pequeñas y medianas empresas llegan a pocas personas y a casi a ningún joven.
¿Cuál fue el mensaje que el pasado 11 de julio emitió el líder formal de la ONU ante esta realidad que no niega? “En este Día Mundial de la Población hago un llamamiento a todas las personas con INFLUENCIA para que den PRIORIDAD a los jóvenes en los planes de desarrollo, refuercen las asociaciones con las organizaciones juveniles e incluyan a los jóvenes en la adopción de cualquier decisión que les afecte. Mediante el empoderamiento de los jóvenes de hoy sentaremos las bases de un futuro más sostenible para las generaciones futuras”.
El mensaje es claro y hasta lapidario, lástima que seguirá quedando solo en mensaje. El llamamiento debía ser más bien a las y los jóvenes a que toquen las puertas de esas personas con influencia y en caso de no abrirse, que las derriben. Los jóvenes deben tomar por sí, lo que jamás encontrarán como concesión graciosa.
Si como jóvenes nos organizamos, independientemente de los espacios, seremos obligadamente tomados en cuenta. Necesitamos tomar por la fuerza lo que por derecho y lógica elemental nos corresponde. Aunque, aclaro, por la fuerza de la razón que motive una acción enérgica, determinante, pero responsable y justa. La problemática de la juventud es un tema de justicia y las y los jóvenes (y sus aliados) tendremos que comenzar a hacer justicia por nuestra propia mano. En el #EquipoVerde la estamos haciendo!
Twitter: @MoisesMolina
El mundial y la #EsperanzaVerde
Al Momento de la redacción de estas líneas, Argentina tiene ya un gol de ventaja contra Bélgica. Pareciera triste que el curso del mundial de futbol fuera un reflejo de lo que pasa en gran parte del mundo, incluido México y desde luego Oaxaca. Se imponen las tendencias, las estadísticas; todo parece predecible, no hay sorpresas.
Salvo que en lo que resta del día Bélgica y Costa Rica den la sorpresa, en las semifinales, estarán los que tienen que estar y hay hasta quienes con dejo de fastidio aseguran resignadamente que Alemania será campeón del mundo.
La expectativa renovada con cada cuatrienio, esta ocasión murió emblemáticamente con Colombia y México. Colombia era el “caballo negro”; México tuvo en sus manos la posibilidad de dejar en el camino a Holanda. Independientemente de los yerros arbitrales los equipos “pequeños” pareciera que fueron vencidos antes de jugar sus partidos.
Es una cuestión de actitud, de fortaleza mental; un extraño fenómeno digno de una tesis de psicología. Este mundo necesita sorpresas; Oaxaca necesita sorpresas. La sorpresa es inherente al cambio, aunque no lo es todo. Fox dio sorpresa en el año 2000; Gabino dio sorpresa diez años después en Oaxaca. No sirvió de nada. En política, la sorpresa sin resultados es como semifinales con los mismos de siempre en el futbol.
Cuando digo que en Oaxaca no hay gobierno, no me mueve una animadversión al poder ejecutivo ni a su titular. La culpa no es enteramente de él. Quienes debieran funjir como oposición son corresponsables. En Oaxaca no hay gobierno porque tampoco hay oposición.
Y es que la oposición no se define en función de la ultranza, ni del radicalismo. Oposición sea tal vez un mal apelativo. Oposición en política es responsabilidad. Responsabilidad en lo que se dice y en lo que se hace. Oposición no es crítica que no construye, que no aporta, que no sugiere y hoy en Oaxaca abundan quienes equivocadamente ejercen oposición política desde la ofensa que nada tiene que ver con Política ni con el bien común; ejercen oposición para satisfacer necesidades o ambiciones personales.
Por eso en el #EquipoVerde caminamos con la idea de un cambio generacional que no es una guerra contra los adultos, muchos de los cuales nos están nutriendo con su experiencia y lo mejor de sus intenciones. El cambio generacional es cambio de actitud, de mentalidad a la hora de participar con la intención de hacer posible lo deseable, que es lo que nosotros entendemos por política.
Oaxaca y sus municipios ya probaron de todo respecto del cambio, menos un cambio de generación y el #EquipoVerde quiere ser opción y estamos asumiendo responsablemente esa posibilidad. ¿Cómo? Recorriendo el estado sin escatimar energías ni compromiso; poniendo en nuestras palabras altura de miras y comprometiéndonos con la gravedad de nuestra responsabilidad histórica.
En nuestras manos está más que el éxito o el fracaso de un partido político; en nosotros (que somos cada día más) yace la oportunidad de que las nuevas generaciones se entreveren en los cargos de toma de decisiones.
SI el ejemplo del Verde sirve para que los demás partidos abran seriamente las puertas a más jóvenes para que sean regidores, presidentes municipales, diputados o funcionarios, nuestra misión irá por buen camino.
Las y los jóvenes no pueden seguir pintando bardas, repartiendo propaganda en los cruceros, colgando pendones ni echando porras. Necesitan dirigir, como lo estamos haciendo en el Partido Verde, los comités estatales y municipales y en eso tienen que ayudarnos los adultos que generosamente entiendan que no pueden seguir viviendo de la política; que tomen conciencia de que los partidos no son un fin, sino un medio, un instrumento, una herramienta para transformar la realidad y para encauzar todas las energías y los talentos de todos quienes tengan algo valioso que aportarle a nuestro estado y nuestro país.
Por eso sin ánimo de ser pretensiosos nos ostentamos como la #EsperanzaVerde. Más que un apelativo es una profesión de fe, una intención, un grito de guerra, porque a final de cuentas la política es una guerra sin sangre en la que todos se intentarán valer de todo para alcanzar el poder. Si para los demás el fin justifica los medios, para nosotros no. Estamos haciendo política, no grilla.
Twitter: @MoisesMolina
NUESTROS “LÍDERES”
Un puñado de jóvenes hemos recorrido intensamente el estado y lo seguiremos haciendo. Resulta inexplicable para nosotros que habiendo tantas representaciones de índole estatal, sólo una pocas sean las que dedican tiempo, recursos, voluntades y energías a esta imperiosa tarea. Y no es privativa de los partidos.
Organismos políticos, gubernamentales, no gubernamentales, empresariales, académicos, deportivos, culturales, defensores de derechos humanos y sindicales existen, salvo honrosas excepciones, solo de membrete.
Un nombramiento o acta de asamblea, una oficina, papel membretado y un sello, bastan para guardar apariencias de organismos inoperantes en la práctica. Se ha usted preguntado –amable lector- ¿cuántas organizaciones, partidos, clubes, asociaciones, cámaras, federaciones, confederaciones y sindicatos existen en Oaxaca?
¿Por qué, entonces, si existen tantos espacios reconocidos y hasta legalmente constituidos, las cosas en Oaxaca y en sus regiones siguen igual (y en algunos casos peor) que hace ya varios años? La respuesta es el egoísmo, rampante en una sociedad inmersa en una profunda crisis de valores.
Las organizaciones encarnan en sus líderes y en ocasiones se reducen a ellos. Cuando el dinero se convierte en un fin, toda esperanza se pierde. Son organizaciones que deberían colocar en sus pórticos aquella dantesca frase que en el poema, Alighieri pone a la entrada del infierno.
Son agrupaciones o instituciones que no generan progreso, prosperidad o beneficios más que para quienes las dirigen. Generan clientelas que hay que administrar para gastarlas en los procesos electorales. La protesta social se ha convertido en una industria (a veces con chimeneas) de la que viven muchas familias y es por ello que, en el caso concreto de los partidos políticos, se hace cada vez más común la práctica de llenar mítines con las mismas caras. Los mismos, a cambo de algún “apoyo” asisten a donde sean requeridos. Cada vez hay menos izquierdas, menos derechas y menos centros. ¿Qué queda? monetarismo.
Los mismos “líderes” alquilan sus huestes lo mismo al gobierno que al partido contrario y el dinero los hace a todos conformes. Ya no hay convicciones, no hay más ideales. La espiral del desprecio asciende; los que pagan reflejan billeteando su desprecio por los billeteados y estos corresponden con justicia este desprecio alquilando sus cuerpos (a veces ya ni sus voces), no sus conciencias. En ocasiones, políticamente ya no hay conciencia. Los políticos y líderes sociales o civiles se han convertido en cirujanos plásticos de la conciencia cívica, de la responsabilidad ciudadana.
En medio de la fiebre del mundial del “deporte más hermoso del mundo”, comparto una elocuente apreciación de Josep Guardiola, laureado ex futbolista y hoy exitoso entrenador: “Líder es aquel que hace al otro mejor persona”.
El cambio generacional no es solo necesario en los partidos, en los gobiernos y en los congresos. Toda la realidad social necesita un relevo, que no desplazamiento. Jóvenes responsables deben tomar en sus manos autogestivas las riendas de proyectos organizativos que tengan en el centro de sus sinceras preocupaciones el afán de ayudar por el solo placer de hacer el bien.
¿Quién si no los jóvenes y las mujeres están llamados a representar lo mejor de nuestras familias? ¿Quién si no los jóvenes y las mujeres, que han encontrado siempre las puertas cerradas, pueden entusiasmarse y entregarse al imperativo categórico de ayudar al prójimo?
Es por ello que debemos al límite de nuestras posibilidades, promover, fomentar y auxiliar la incubación de todo proyecto que mujeres y jóvenes decidan encabezar para cumplir su papel como ciudadanos responsables.
De nada servirán nuevos partidos, nuevas organizaciones, nuevos sindicatos, nuevas instituciones, nuevas dependencias sin nuevos líderes que regalen ejemplo de querer hacer del otro, con todas sus ganas, una mejor persona.
Twitter @MoisesMolina
LA CIUDADANÍA CONTRA LOS PARTIDOS
Fue por la nota de mis amigos Yadira Sosa y Carlos Alberto Hernández que me enteré de la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental, que de no haber sido realizada por el INEGI, pasaría a ser una encuesta más.
De este ejercicio demoscópico nacen preocupaciones que institucional y colectivamente debían movernos a la acción.
Del estudio realizado entre la población de 18 años y más residente en localidades urbanas de 100 mil y más habitantes sobre 31 trámites y servicios (9 son de orden municipal o delegacional, 12 estatal y 10 federal) vergonzosamente, Oaxaca ocupa el último lugar.
Además del indicador de los servicios, la encuesta abre oportunidad a la población para opinar sobre su percepción de la corrupción. Los partidos políticos ocupan el segundo lugar, solo por debajo de la policía en la consideración de las instituciones más corruptas.
En un sistema de gobierno como el mexicano, donde los partidos políticos son la base de la representación popular y de la integración de los gobiernos estos datos son alarmantes.
Los partidos políticos se han ganado a pulso esas valoraciones. Independientemente del discurso y las acciones de sus dirigencias, esa es la percepción de la gente y se tienen que poner manos a la obra para cambiarla.
¿Cuál es el origen de esa percepción? ¿No se supone que tenemos órganos fiscalizadores y normativos de avanzada que vigilan escrupulosamente el actuar de los partidos políticos? ¿No se supone que la creación del nuevo INE que sustituye al INE obedeció en buena medida a la necesidad de poner a los partidos en una caja de cristal?
El origen de esa percepción es el distanciamiento de los partidos con la ciudadanía, deficientes estrategias de comunicación política que no se agotan con campañas de aire, sino con el trabajo incesante de sus estructuras y dirigencias en tierra. Todo ello ha originado una espiral de desprecio: los partidos desprecian a la ciudadanía (ya no se diga al electorado) y los ciudadanos (incluido el electorado) desprecian a los partidos.
Los partidos deben abrirse a la ciudadanía, oxigenar su membresía y dirigencias, ir más allá de los fines mezquinos de la rentabilidad electoral. Dar muestras a una ciudadanía desencantada de que son organizaciones que se deben a los ciudadanos y a sus impuestos y no a sus cúpulas o dirigencias.
Si se logra demostrar alguna utilidad práctica de los partidos políticos en relación a los ciudadanos, no solo la percepción, sino la realidad comenzará a cambiar.
Los partidos políticos (solos o coaligados) que permanezcan en la idea absurda de que con sus votos duros van a seguir preponderando, continuarán recibiendo magistrales lecciones de la realidad. Hay que abrir los ojos al hecho de que ahí donde el voto duro había venido sentando sus reales, su principal enemigo no son los otros partidos sino algo que se llama simulación.
Ojalá todos los partidos pongan manos a la obra pensando en algo más que en ellos mismos. El egoísmo de los triunfos para sí debe ceder su lugar a la generosidad de triunfos para Oaxaca y los oaxaqueños; para México y los mexicanos. En el Partido Verde estamos haciendo lo propio
Twitter : @MoisesMolina
DE LA POLÍTICA O DEL ARTE DE HACER POSIBLE LO DESEABLE
En 1963 del genio de Gabriel Almond y Sydney Verba nació “The civic culture”, un libro que marcó un parteaguas en la historia de las ciencias sociales. De él se desprende un concepto que Roberto Gutiérrez, Doctor en Estudios Sociales, profesor-investigador titular del Departamento de Sociología de la UAM Azcapotzalco, sintetiza de la siguiente manera: “Es la síntesis heterogénea de y en ocasiones contradictoria de valores, juicios y expectativas que conforman la identidad política de los individuos, los grupos sociales o las organizaciones políticas y que, por lo tanto, dibujan el perfil de los sujetos políticos en interacción”. Es el concepto de déficit de ciudadanía.
Por eso no debe extrañarnos lo que sucede en Oaxaca. El déficit de ciudadanía no lo inventamos los oaxaqueños y ha existido en distintas épocas y en todas partes del mundo, sobre todo del mundo subdesarrollado. Ahí donde hay pobreza material, donde la prosperidad encuentra un páramo, indefectiblemente el déficit de ciudadanía está presente, incluso en las ingeniosas construcciones verbales de la sabiduría popular: “Los oaxaqueños son tan conflictivos que hasta la comida enredan” o “Junta a tres oaxaqueños y salen cinco organizaciones”, dicen.
El rumor (a cuyo tratamiento dediqué una entrega completa de LA X EN LA FRENTE http://moisesmolina.org/?p=100), la diatriba, el chisme, la injuria, la calumnia, la grilla, son consecuencia natural de este déficit. Ahí la política se tuerce, se pervierte, se mancha, pierde su significante y degenera en un mal necesario.
Hacer política es entendida por no pocos de quienes la practican e incluso viven de ella como el arte del engaño, del encubrimiento, de la simulación, de la apariencia, del traspié, de la traición y de la mentira. De ser el arte de hacer posible lo deseable se troca en un juego de suma cero donde es posible ganar si y solo si otro pierde.
Política y grilla vienen a ser una y la misma cosa y quienes se profesionalizan en su estudio terminan, en su gran mayoría marginados, rechazados, señalados, comploteados o simplemente decepcionados. La resultante es la misma: quedan fuera del ejercicio de la política porque la mayoría habla un lenguaje que no es el de ellos.
El déficit de ciudadanía victimiza también a quienes no ejercen la política como profesión, ni como estilo de vida. Así los ciudadanos mayores de 18 años no tramitan su credencial de elector; la tramitan para tener una identificación; no acuden a votar o votan en función de los más diversos criterios, menos en función de los criterios que, en un estado de normalidad democrática, debían contar.
Es por eso que la gente entrega cada vez más un voto de amistad o un voto de antipatía; no importan las plataformas electorales (que además, los partidos y las coaliciones cada vez se preocupan menos por difundir); no interesan principios programáticos y en ocasiones, ni siquiera las propuestas de campaña por meros jingles o “sound bites”.
El ciudadano deficitario vota en función de imágenes, colores, sonidos, rumores; y es aquí donde las campañas negras sientan sus reales.
Los partidos y los candidatos han entendido ya bien esta lógica y juegan el juego del ciudadano; las campañas se encarecen y hay necesidad de contratar ilusionistas financieros que desaparezcan ceros de las comprobaciones. La radio, la televisión, los espectaculares, los utilitarios y todo medio de publicidad se entronizan y todos los candidatos son productos en el supermercado de las preferencias electorales. Los partidos se desdibujan y todos se convierten en lo que después de la Segunda Guerra Mindial Otto Kirchheimer denominó “catch all party” (partido atrapa todo).
Si el ejercicio de la política ha de cambiar, no podrá hacerlo sin la formación de una nueva clase política que, desde las universidades entregue a su ciudadanía más futuro que pasado; una nueva generación que entienda que la práctica política no puede ser monopolio de un solo grupo de edad ni de un solo género; que haga política, no grilla con los pies bien puestso en la tierra, pero sin perder de vista las estrellas. Hay jóvenes que hoy están más preparados que los adultos que actualmente toman las decisiones; con más altura de miras; con entusiasmo; con amor por el terruño y por su gente más que por el dinero y el poder.
Los médicos de la política habrán de salir de entre los jóvenes y las mujeres que, responsablemente decidan regresar a la política su dignidad de arte, como actividad humana que busca hacer posible lo deseable.
moisesmolinar@hotmail.com
Twitter: @MoisesMolina
Por eso no debe extrañarnos lo que sucede en Oaxaca. El déficit de ciudadanía no lo inventamos los oaxaqueños y ha existido en distintas épocas y en todas partes del mundo, sobre todo del mundo subdesarrollado. Ahí donde hay pobreza material, donde la prosperidad encuentra un páramo, indefectiblemente el déficit de ciudadanía está presente, incluso en las ingeniosas construcciones verbales de la sabiduría popular: “Los oaxaqueños son tan conflictivos que hasta la comida enredan” o “Junta a tres oaxaqueños y salen cinco organizaciones”, dicen.
El rumor (a cuyo tratamiento dediqué una entrega completa de LA X EN LA FRENTE http://moisesmolina.org/?p=100), la diatriba, el chisme, la injuria, la calumnia, la grilla, son consecuencia natural de este déficit. Ahí la política se tuerce, se pervierte, se mancha, pierde su significante y degenera en un mal necesario.
Hacer política es entendida por no pocos de quienes la practican e incluso viven de ella como el arte del engaño, del encubrimiento, de la simulación, de la apariencia, del traspié, de la traición y de la mentira. De ser el arte de hacer posible lo deseable se troca en un juego de suma cero donde es posible ganar si y solo si otro pierde.
Política y grilla vienen a ser una y la misma cosa y quienes se profesionalizan en su estudio terminan, en su gran mayoría marginados, rechazados, señalados, comploteados o simplemente decepcionados. La resultante es la misma: quedan fuera del ejercicio de la política porque la mayoría habla un lenguaje que no es el de ellos.
El déficit de ciudadanía victimiza también a quienes no ejercen la política como profesión, ni como estilo de vida. Así los ciudadanos mayores de 18 años no tramitan su credencial de elector; la tramitan para tener una identificación; no acuden a votar o votan en función de los más diversos criterios, menos en función de los criterios que, en un estado de normalidad democrática, debían contar.
Es por eso que la gente entrega cada vez más un voto de amistad o un voto de antipatía; no importan las plataformas electorales (que además, los partidos y las coaliciones cada vez se preocupan menos por difundir); no interesan principios programáticos y en ocasiones, ni siquiera las propuestas de campaña por meros jingles o “sound bites”.
El ciudadano deficitario vota en función de imágenes, colores, sonidos, rumores; y es aquí donde las campañas negras sientan sus reales.
Los partidos y los candidatos han entendido ya bien esta lógica y juegan el juego del ciudadano; las campañas se encarecen y hay necesidad de contratar ilusionistas financieros que desaparezcan ceros de las comprobaciones. La radio, la televisión, los espectaculares, los utilitarios y todo medio de publicidad se entronizan y todos los candidatos son productos en el supermercado de las preferencias electorales. Los partidos se desdibujan y todos se convierten en lo que después de la Segunda Guerra Mindial Otto Kirchheimer denominó “catch all party” (partido atrapa todo).
Si el ejercicio de la política ha de cambiar, no podrá hacerlo sin la formación de una nueva clase política que, desde las universidades entregue a su ciudadanía más futuro que pasado; una nueva generación que entienda que la práctica política no puede ser monopolio de un solo grupo de edad ni de un solo género; que haga política, no grilla con los pies bien puestso en la tierra, pero sin perder de vista las estrellas. Hay jóvenes que hoy están más preparados que los adultos que actualmente toman las decisiones; con más altura de miras; con entusiasmo; con amor por el terruño y por su gente más que por el dinero y el poder.
Los médicos de la política habrán de salir de entre los jóvenes y las mujeres que, responsablemente decidan regresar a la política su dignidad de arte, como actividad humana que busca hacer posible lo deseable.
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