LA X EN LA FRENTE
Moisés MOLINA
NO SE ENOJE DON RAÚL
La kinesia política ha subido de tono. La elección constitucional del próximo año en Oaxaca se ha circunscrito a un solo referente: la nominación del candidato priísta. Su desarrollo, concebido como estrategia, ha eclipsado de manera eficaz cuanto el otro “bando” hace o deja de hacer. Contrasta con la rutina opositora -de presentar “al mismo con lo mismo” y de apuntalar un día la coalición, para ponerla en entredicho a la mañana siguiente- la sorprendente movilidad del proceso sucesorio priísta, que mantiene al espectador político en ansiosa espera del episodio siguiente. Es un “reallity” cuyo guionista se llama Ulises, pero que no está exento de sorpresas y casos no previstos. Que la simpatía de Ulises es hacia seis oaxaqueños, no hay duda, pero en ningún lugar está escrito que el gobernante no debe tener simpatías; no es siquiera, me atrevo a decir, una de esas reglas no escritas de la política. Todo cuanto hemos visto es anecdótico y lo será hasta en tanto no se emita la famosa convocatoria y eso será en febrero o marzo del próximo año. Todo concurso “inicia” con una convocatoria y aun no se convoca a competir por la candidatura. Lo que tenemos son “aspirinas”, “suspirantes”; no son, por ello, gratuitos ni casual ocurrencia, apelativos tan poco serios. Son seis ciudadanos que han dicho que quieren ser candidatos. Nada más, solo eso. No habrá precandidatos antes de la emisión del documento que firmará Beatriz Paredes y a cuyas reglas tendrán que ajustarse todos los que quieran, incluido Raúl Bolaños Cacho. Conocimos a Don Raúl cuando presidía el Tribunal Superior de Justicia. Conversamos en varias ocasiones. De trato afable, buen conversador tenía el halo que poseen los políticos de carrera, era además un político encumbrado, de los favoritos del sexenio dentro de los poderes públicos y dentro de su partido: el PRI, que presidió hace ya varios lustros. Hoy como magistrado anuncia de un modo sui generis, muratezco diría más de uno, su intención de participar en el proceso interno tricolor. Está en todo su derecho, solo que no consideró que “en la forma de pedir está el dar” y ha sufrido el embate de una auténtica cargada que le ha hecho ver su real tamaño actual –tamaño circunstancial, diría yo. El anuncio público de su legítima aspiración despierta algunas interrogantes: su irrupción mediática ¿obedece a un sincero deseo por contender y ganar la nominación priísta? o ¿persigue únicamente el cuestionamiento de las formas de la clase política dominante para fracturar al priísmo?, ¿siente aún el orgullo de ser priísta como para defender sus siglas en una contienda gubernamental? o sabiéndose sin posibilidades ¿le apuesta a “reventar” la tan ansiada candidatura de unidad tricolor? Don Raúl debe explicar –y claro que puede- por qué tanta molestia con el hecho de que nadie lo haya ido a buscar a su casa para invitarlo a “auto despatarse”. Tal vez el gobernador o el presidente del partido debían contratar desde ahora los servicios de un clarividente. Algunos días después de aquella memorable comida “de los seis”, Don Raúl dijo a los reporteros que la convocatoria para elegir al candidato priísta había sido “excluyente y sesgada”, cuando la convocatoria está aún lejos de emitirse y pidió agregar nombres a los seis punteros: Heliodoro Díaz Escárraga, Luis Martínez Fernández del Campo, Manuel García Corpus, Sadot Sánchez Carreño, Alfonso Gómez Sandoval, María de las Nieves García, Héctor Anuar Mafud y Jaime Larrazábal. Los dos primeros ya se desmarcaron y lideraron una andanada de pronunciamientos, autodestapes postizos, nada serios. Margarita Liborio, Lilia Mendoza y Herminio Cuevas sienten que, vistas las nuevas circunstancias, ellos también pueden y no nos extrañe que la fiesta sucesoria se convierta en bacanal político y terminemos por regresar a la sexteta inicial como única opción viable. Una candidatura no se construye en la fugacidad mediática, ni es la fama política después de “echarse” a dormir el criterio válido para la unción. Los seis magníficos son los que han caminado construyendo los últimos años y son los que levantaron o se dejaron levantar la mano y al registro en el mes de marzo habrán de llegar con sus documentos bajo el brazo aplausos y música de viento, no solo quienes quieran, sino quienes además puedan. Ya lo dijo nuestro querido y popular “pelirojo”: “Quien aspire a ser candidato del PRI debe promoverse”. “Ya debió haberse promovido” diría yo. Cuatro meses apenas si alcanzan para lograr un posicionamiento serio de carácter estatal. Por el momento Luis Martínez ya dio luz: “ahora corresponde a los jóvenes que se apuntaron lograr esa aspiración”, declaró a Humberto Torres. Para el PRI se es estatutariamente joven hasta los 35 años. ¿Será su “aspirina” quien más se aproxime a la juventud estatutaria? Por el momento, creo que sepultó dialécticamente a Don Raúl, quien por otra parte debe estar ya preparando su separación de la magistratura 180 días antes del 4 de julio de 2010, como lo manda nuestra constitución.
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