Algunos de los mismos de siempre han insistido a varios de mis amigos en alejarse de mí y de lo que ahora represento.
“Por ahí no es”, “No te equivoques”, “Esa no es la ruta”, “a todo dile que sí, pero no le hagas caso”. Les prometen lo que siempre les han prometido: empleos y dinero, con la promesa de que ahora sí cumplirán.
Ya se imaginará usted –amable lector- son los usos genéticos de una clase política que de frente me ha manifestado su apoyo en mi nueva responsabilidad y volteando la espalda se reconoce nuevamente ávida de control y obsesiva de la manipulación al punto de que hasta lo que no come le hace daño.
Mis amigos amablemente, en este pandemónium de intrigas, chismes y calumnias en que se convirtió la política Oaxaqueña desde hace ya buen rato, me lo hacen saber con gesto de sorna. Es una clase política que piensa que los jóvenes son como ellos cuando fueron jóvenes: serviles y proclives a la sumisión incontestable. Creen que están dispuestos a sacrificar la propia dignidad y un futuro promisorio en aras de un presente hecho a base de migajas.
Seguramente lo mismo le dirán a Galdino Huerta, Presidente Electo de Santa Lucía del Camino, después de leer esto.
Escribo estas líneas después de nuestra posada verde (y aprovecho para agradecer a todas y todos por su asistencia y la alegría que llevaron) donde recibimos la visita inesperada de Galdino y parte de su planilla electa.
A Galdino le conozco desde hace tiempo y si bien no hemos tenido la oportunidad de convivir tan cercanamente, tiene para mí el obligado beneficio de la duda que aporta la juventud.
Platiqué con él largo y tendido. Hablamos más de Santa Lucía que del Partido Verde y fue así porque él tiene la cualidad que muy pocos políticos tienen: sabe escuchar y se deja ayudar. Me atrevo a decir que es así porque Galdino no es todavía un político como estamos acostumbrados a verlos. Hay franqueza en su voz y –lo más importante- en su mirada.
Cuando se cuela en la conversación un comentario que él ya tenía, de motu proprio, valorado, asiente con pasión y lo enriquece. Comparte generosamente sus ideas, sus planes, su visión de su municipio en esta difícil encrucijada.
No me corresponde a mí exponer esos planes ni esas ideas. Él lo hará en su momento. Pero sí puedo externar que me entusiasma la esperanza que vi en sus ojos y escuché en su mirada. Con esa sencillez, imposible en un político de altos vuelos, me compartió sus intenciones mientras comíamos un pozole entre la música y el barullo de los invitados, bajo nuestro hermoso cielo nocturno.
Me entusiasmó que un joven que gobernará uno de los municipios más importantes de Oaxaca, quiera hacer historia.
Santa Lucía del Camino no merece el destino en que le han sumido sus últimos gobiernos. Podrá alguien decirme que no puedo opinar de lo que ha pasado en Santa Lucía porque no vivo ahí, pero ese municipio, además de ser conurbado ha sido cliente frecuente de los espacios mediáticos que nos informan o desinforman a diario; y desgraciadamente ha sido un cliente no muy amablemente tratado.
Es un municipio enorme con carencias igual de grandes, donde el gobierno se nota solo cuando de ingobernabilidad y latrocinios se habla. Es un municipio diverso, golpeado por la división y el encono, primero entre quienes son del “casco” y quienes no lo son, y después por las clientelas coyunturales de los partidos y las coaliciones. Santa Lucía es un pueblo muy politizado y también muy rezagado. Si un atractivo turístico tiene son los bares, las cantinas y la gran cantidad de centros nocturnos que ahí se han autorizado. Santa Lucía tiene, por mucho, más negocios de este tipo, que escuelas, bibliotecas y espacios deportivos y de cultura, juntos.
Hoy está en una nueva encrucijada que le toca a Galdino sortear. Dicen que en democracia se pierde o se gana por un voto. Pero es muchísimo más fácil repetirlo que aceptarlo. El dinero, más que el poder, hacen que este paraíso para los giros negros y la delincuencia organizada y desorganizada, sea más que una entidad político-administrativa y más que un pueblo, un botín que hay que disputar con fiereza hasta arrebatar, o de plano que hay que dejar a merced de un administrador municipal.
Dos autoridades coexistieron en el poder los últimos tres años. Una aberración jurídica y política que solo en Santa Lucía puede ser posible. Y como siempre, los más perjudicados no fueron los copropietarios del gobierno municipal, sino los ciudadanos.
La última elección, sin ser tan concurrida en un páramo cívico de desconfianza y hartazgo ciudadano, despertó pasiones como en pocos municipios de Oaxaca. Al final y en tribunales, Galdino gana por un solo voto. ¿Qué le espera desde el primer día de enero de 2014? La inmensa mayoría piensa que algo peor que lo que le deparó la vida a Pedro Cabañas: la ingobernabilidad, la violencia, la rapiña.
Pero ¿a quién beneficia esto? Le pregunto a los ciudadanos de Santa lucía. Y les doy mi respuesta: a nadie. No beneficia siquiera a los opositores de Galdino que parecen abrazar la lastimosa lógica del nada para nadie: “Si yo no gobierno, que tampoco Galdino lo haga”, dirán.
Lo primero que Santa Lucía necesita es orden y ese orden tiene que iniciar por un gobierno completo y sólido. El tribunal falló y tiene que cerrarse la página y cortarse el paso a peligrosos mesianismos. Una cosa debe tenerse bien clara: ello no depende de los candidatos perdedores; depende de la gente que tiene la libertad de seguirlos o no. Lo que pudiera parecer una victoria para los inconformes, sería más bien una enorme derrota y la prolongación de una muy negra noche sin estrellas para Santa Lucía del Camino.
En lo personal creo en Galdino porque creo en su juventud más que en sus sedicentes padrinos de medio pelo. ¿Y saben qué es lo mejor? Su cabildo también es joven. Creo en que él sabrá gobernar sólo con su cabildo y con el pueblo, sustraído a la perversidad y voracidad de titiriteros de ocasión (los mismos de siempre, por cierto). Él será el
Presidente Constitucional y tiene que entenderlo. No tiene ningún interés qué servir más que el de su gente, no solo la que votó por él. Deberá gobernar para todos por igual, abriendo las puertas de municipio y escuchando a todo aquel que viva en Santa Lucía y que quiera ayudarle a gobernar desinteresadamente. Tendrá que gobernar dentro de una caja de cristal, con absoluta transparencia, con pulcritud, con escrupuloso decoro en su comportamiento personal y ello deberá ser extensivo a sus regidores. Será la gran diferencia entre pasar a la historia como el Presidente que Santa Lucía esperaba para sentar las bases de su prosperidad o pasar a la historia como el primer Presidente joven que fue incapaz de gobernar. Eso sí, no pasará a la historia como uno más.
Sin ser de Santa Lucía y aunque de poco sirva, yo estoy con Galdino, con sus intenciones, con su hambre de futuro, de trascender y de hacer historia de la buena. Estoy con Galdino, porque estoy con los jóvenes. Santa Lucía lo merece.
@MoisesMolina