Como todos ustedes saben, he tomado la decisión más importante de mi vida política. No es asunto de solo cambiar de camiseta. No se adoptan nuevos colores, se asumen nuevos compromisos.
¿Qué es lo que en teoría compartimos todos quienes hacemos política? El ideal de mejora de nuestro entorno y de la gente que nos rodea. Esa ha sido y seguirá siendo mi vocación. Eso no cambia. El ejercicio de la política exige congruencia. ¿Congruencia con qué? Con aquello en lo que se cree; congruencia con una causa. Pero ¿de qué sirve una causa cuando no se tienen al alcance los medios para realizarla? Una carrera política no es más que el tránsito cotidiano hacia esa causa, hacia la realización de aquello en lo que se cree. La congruencia con la causa implica encontrar los medios. La causa justifica los medios.
Hoy, por primera vez, veo una posibilidad tangible de cristalizar mi causa. Me invitaron a hacerme cargo de la operación política del Partido Verde Ecologista de México en Oaxaca y acepté gustoso, después de un largo y detenido proceso de reflexión. La vida es un constante “decidir”; las oportunidades llegan y uno se deja embestir o las capotea.
Como todo ser humano con derecho a disponer de su vida, tomé una decisión que la inmensa mayoría de mis amigos y conocidos aceptaron, entendieron y respaldaron. Y no es que las decisiones tengan que tomarse en función de lo que “los demás” opinen, pero es gratificante sentir la solidaridad de quienes tampoco tienen la obligación de compartir su beneplácito y sus mejores deseos. A todos ustedes desde aquí les digo: “GRACIAS”.
El teléfono no ha dejado de sonar; mi muro de facebook y mi TL del twitter han estado rebosantes. Del whatsapp, ni qué decir. Fueron algunos cientos de jóvenes, en su gran mayoría, que ven una luz, una oportunidad; que intuyen, como yo, una posibilidad real de que las cosas en un partido político puedan ser diferentes. Son mujeres y hombres, amigos unos, conocidos otros, que quieren ser parte de un proyecto en el que me honra infinitamente que crean. Yo no puedo menos que abrirles la puerta y decirles “BIENVENIDOS”. Mis amigos y compañeros del Partido Verde, seguramente suscriben mis palabras.
El Partido Verde es de vocación generosa. El centro de su filosofía es el AMOR y del amor parte la naturaleza de la relación entre el ser humano y el medio ambiente. Con esa generosidad, al Partido Verde no le interesa de dónde vengan, sino hacia quieran ir con nosotros; no le interesa si su autoconcepto es de derecha, de izquierda, de centro o si todo esto de la geometría política es completamente ajeno para ustedes. No nos importa si estudian o trabajan; si su clase es la media, la baja o la alta; si usan chica, mediana, grande o extragrande. Necesitamos también abogados, médicos, ingenieros, politólogos, administradores, comunicólogos, agrónomos, programadores, economistas, veterinarios, músicos, pintores … Los necesitamos a todos.
Nos importa lo que este país nos dice desde su conciencia: hacer lo que nos corresponda para aliviar sus heridas. Probablemente no lo logremos, pero nadie podrá decirnos que no lo intentamos. Hacer política desde el partido verde será intentar y perseverar.
Le pido –amable lector-, sobre todo, padre y madre de familia, formularse estas preguntas. ¿Es posible que jóvenes se hagan cargo de todo un partido político con seriedad, responsabilidad y profesionalismo? ¿Es posible que jóvenes construyan para sí y para Oaxaca parte de un mejor presente y un mejor futuro? ¿Es posible que jóvenes hagan historia en Oaxaca? Yo tengo absoluta seguridad de mis respuestas. Ustedes háganse cargo de las suyas, pero háganmelas saber.
A eso vengo al Partido Verde, a reconstruir con todas y con todos la casa de todas y de todos.
¿Para qué sirve un partido político? Es otra pregunta que también dejo aquí estacionada. Mi respuesta la tengo también muy clara. Voy a procurar al límite de mis capacidades que el Partido Verde sirva para lo que debe servir un partido político: para incidir, para transformar, para formar una nueva generación de políticos oaxaqueños que coexistan con dignidad con los políticos tradicionales de otros partidos y con la propia sociedad civil organizada. Una generación que dé una lección a la generación que no ha podido ni podrá, porque no ha querido ni querrá.
El Partido Verde debe tener concejales, presidentes municipales, diputados y -¿por qué no pensarlo?- gobernador. Todo ello más temprano que tarde. Y no será por decreto. Será una consecuencia natural de una nueva forma de hacer política que solo los jóvenes entendemos y que por fin podremos poner en práctica.
Habrá quien diga que soy un soñador, que todo esto es retórica. La política está urgida de poesía. De los buenos pensamientos nacen las buenas acciones que hacen más agradable el rocío de las bellas palabras.
Ha llegado el momento. No tenemos pretextos. Tenemos causa, que es la causa de una generación desoída, ignorada, marginada, menospreciada. Tenemos la urgencia de una generación que no está dispuesta a resignarse al fracasó, cuando ya sus cabellos pinten canas; que no admite correr la misma suerte de sus padres que siguen esperando a que su partido les haga justicia. Una generación que toma en sus manos su destino y lo procura con responsabilidad. El proyecto de partido verde es un proyecto generacional de una cruzada para rescatar el sepulcro de la política.
Si todo esto es retórica, será en todo caso, retórica con prerrogativas, con dinero público que se usará para lo que la ley dice que debe utilizarse, con absoluta transparencia.
Notarán ustedes aquí, el abuso de la primera persona, pero es lo que yo pienso y estoy seguro que comparten mis compañeros y amigos en el partido a quienes agradezco profundamente su extraordinario recibimiento.
Haciendo causa con las mujeres tomaré para los jóvenes algunas palabras a Michelle Bachelet: Si un joven entra en la política, cambia el joven; si muchos jóvenes entran en la política, cambia la política.
Las puertas del Partido Verde están abiertas y les pondremos aquel anuncio que inmortalizó Arturo Cuyás: “Hace falta un muchacho”!
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