LA X EN LA FRENTE
Moisés MOLINA
LA RUPTURA QUE VIENE
Ocho meses tuvieron que pasar para que el PRD tuviera, a nivel nacional, un presidente electo por su militancia. Ocho meses después de la votación, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación tuvo que decidir que Jesús Ortega era el ganador. Ni siquiera lo decidieron los perredistas, lo decidió una instancia jurisdiccional. Estamos ante el colmo de la judicialización de la política. Y es de llamar la atención, porque ningún partido como el del sol azteca había mostrado tanta reticencia a que órganos externos incidieran en la vida interna de los partidos. Pero así tuvo que ser. No quedó de otra. Mostraron una y otra vez incapacidad para ponerse de acuerdo, para pactar civilizadamente, para poner los intereses del partido por encima de los intereses de personajes o tribus. El PRD se derrotó a sí mismo independientemente del fallo del Tribunal. La campaña fue literalmente una guerra sin sangre, donde la democracia no cupo. Las trampas y las jugarretas de “chuchistas” y “encinistas” fueron del dominio público durante varias semanas y las descalificaciones colmaron los contenidos de una campaña totalmente negativa. La sombra de Andrés Manuel sobre Encinas y su declarada animadversión hacia Ortega fueron el sello de la contienda. De ahí que el gran perdedor después del propio PRD, fue López Obrador. Primero le ganaron la mayoría en el órgano nacional de deliberación y luego lo derrotaron en la elección. Nueva Izquierda se impuso pero a un costo muy alto: la fragmentación y el desdibujamiento del partido. Es inminente que López Obrador se va del PRD con los suyos. Al menos del famoso Frente Amplio Progresista, el PRD ha quedado excluido y los senadores encabezados por Ricardo Monreal analizan ya la posibilidad de renunciar a la bancada perredista para conformar una nueva fracción parlamentaria con el PT y Convergencia. José Luis García Salvidea, Alfonso Sánchez Anaya, Rosalinda López, Ricardo Monreal y nuestro paisano Salomón Jara (hermano del Amador, ilustre chuchista) se cuentan dentro del grupo de ruptura; muy probablemente se agregue Yeidckol Polevnsky. El escenario no sería tan complicado para la izquierda mexicana si no se tuviese en puerta la elección de 2009. En una alianza total para el próximo año, PT y Convergencia, no obtendrán de un hombre (López Obrador) lo que hubiesen podido obtener de un partido como el PRD. Y el PRD sin los otros dos partidos difícilmente podrá aspirar a otra cosa que no sea el tercer lugar en la composición de la Cámara baja. Las elecciones intermedias, es sabido, son las menos atractivas para el electorado y el gran ganador es el partido o la coalición que más tiene y mejor logra movilizar a su voto duro. Por ello 2009 seguramente será el año del PRI en todo México. La resolución del TEPJF no es el fin del litigio, es la antesala de la ruptura que viene. Encinas emplazó a Ortega a no aceptar el fallo y el líder de Nueva Izquierda dijo categórico “yo soy el presidente del PRD”. López Obrador dijo que el Tribunal está controlado por “la mafia de la política” y Carlos Navarrete llama a los perredistas a aceptar el fallo del mismo. Por Lo pronto el próximo 29 de noviembre Jesús Ortega habrá de tomar protesta y tendrá que empezar desde ya su labor de acercamiento con los perdedores. El asunto es si ellos lo querrán escuchar o le llamarán “presidente espurio”, “ilegítimo” o en el peor de los casos “pelele”. No cabe duda que el PRD es dialéctico, lleva en sí mismo el germen de su propia contradicción.
moisesmolinar@hotmail.com
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