viernes, 25 de noviembre de 2011

EL CIRCO DE LA ELECCIÓN

LA X EN LA FRENTE
Moisés MOLINA
EL GRAN CIRCO DE LA ELECCIÓN
Hace unos días comenté en las redes sociales que esta elección, a mi parecer, será más circo que cualquier otra que yo recuerde. Habrá lo mismo, pero más trapecistas. Y me preguntaba una vez más ¿y la política del espíritu?
Los partidos políticos han perdido toda su esencia y han devenido en instrumentos de preservación. En reservas protegidas de la política. La presencia en sus nomenklaturas asegura el escape de la extinción. Los partidos ya no son instituciones, ni siquiera siglas, son solamente colores.
Los partidos existen sólo en sus grupos cupulares y una prueba de ello es que en la toma de sus principales decisiones pasando muy por alto el espíritu de sus respectivos estatutos, intervienen unos cuantos. Y esas decisiones las toman en el total desconocimiento de sus estatutos, ya no se diga de los principios o la historia del partido y mejor ni hablemos de una real consulta entre sus bases, que siguen siendo una entelequia. ¿Ejemplos? La farsa que nos regaló el PRD con su encuesta y la declinación, a todas luces pactada de Manlio Fabio Beltrones en el PRI. EN el PAN veremos algo similar. Y de la chiquillada sólo podemos esperar el único papel que pueden desempeñar con dignidad: el de rémoras.
El tiempo electoral nos volvió a alcanzar y la exacerbación crecerá en el proceso tan delicado de toma de nuevas decisiones que se avecina: la definición de las candidaturas. El escrúpulo se adelgazará a su mínima expresión y habrá quienes harán cualquier cosa por aparecer en un listado, no importando que no sea el de su partido. Es el trapecismo político, conocido por todos, pero renovado con cada proceso electoral.
Tendremos candidatos de todos los cortes. Se prestarán incluso a una aventurada taxonomía. Los habrá militantes propios: quienes han sudado la camiseta del partido y serán los únicos inobjetados e inobjetables; los habrá militantes prestados: quienes gozando de militancia en determinado partido, encuentran cobijo en otro; y ciudadanos sin militancia: quienes sin mérito militante alguno alcanzarán la posibilidad de llegar a una curul o un escaño.
Veremos seguramente reeditada la práctica del juniorismo, carnalismo o conyugalismo e indiscutiblemente la del investidurismo, que más bien es “vacasagradismo”. Las adjetivaciones no son lo importante, lo trascendente es esta realidad política que nos engulle sin cumplir las reglas hegelianas del devenir. Es como si el tiempo estuviese permanentemente detenido y todo cambiara para seguir igual.
La política es públicamente acuerdo, concertación, voluntad de mejoría, bien común; en privado simple y sencillamente supervivencia basada en el instinto y explicable en el darwinismo. Vivimos un darwinismo político en una cadena en que sólo sobrevivirán lo más aptos, ya por su poder económico, ya por su capital político, ya por su habilidad para cambiar de color para confundirse con el actual paisaje y con un solo objetivo, el de cada elección: sobrevivir.
No son raros por eso hoy los cambios de color. Estamos y seguiremos viendo azules en el rojiamarillo, tricolores en el verde, verdes en el tricolor y transparentes que tendrán que ser pintados aún contra su voluntad.
Esta elección será un nuevo circo un circo diferente. Con domadores, bestias, payasos con narices y pelucas de diferentes colores, bailarinas que quieren seguir bailando, animadores y la gran mayoría espectadores que desde el graderío elegirán con su aplauso al mejor de los números.
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