LA X EN LA FRENTE
Moisés MOLINA
POLÍTICOS ALEXITÍMICOS
Dos felices acontecimientos relacionados con la misma circunstancia, se sucedieron en los días finales de la semana que termina. El congreso del estado anuncia el Certamen Nacional de Oratoria “Benito Juárez García” en cumplimiento del decreto que ordena su realización en el mes de marzo de cada año; y el departamento de educación secundaria técnica realiza en el Instituto Pedagógico “Margarita Aguilar Díaz” la fase zonal de su concurso estatal de oratoria.
De la trascendencia del primero huelga referir. Sólo diremos que la nuestra, es la única entidad federativa que, en el país, institucionaliza una competencia de esta índole mediante decreto del Poder Legislativo. EL 16 de marzo Oaxaca será nuevamente anfitriona de jóvenes de todo el país que vienen, más que a competir por un premio, a infringirnos una lección de que las palabras se hicieron para decir la verdad y a reeditar el adagio que nos enseña que en el principio era el verbo.
La edición de este año cobra una especial relevancia. Coincide con la elección de nuestro próximo presidente y de quienes desde el Congreso de la Unión tendrán la obligación y el alto compromiso de traducir en leyes, soluciones a los problemas de México.
El ejercicio de la expresión oral es indisoluble de la acción política y más que obligado en el poder legislativo. No por nada, los congresos son parlamentos y la actividad de “parlar” es el principal fundamento de su Honorabilidad, el basamento del H. Congreso de la Unión. Y es que los diputados y senadores –amable lector- debían ser por antonomasia tribunos, si no se les quiere llamar oradores. El agente transformador de la realidad jurídica y política de un país es en última instancia el lenguaje y su unidad: la palabra. Palabra escrita y palabra hablada.
Hoy más que nunca, ante una realidad de inseguridad, muerte, pobreza y descomposición social; de analfabetismo, hambruna y falta de oportunidades que victimizan a un número histórico de jóvenes, los mexicanos necesitan en qué creer. Esperan el planteamiento de un rumbo claro, de un proyecto que dibuje las metas, pero también la ruta, el camino; un proyecto con voceros que muevan a las urnas a los millones de mexicanos que saben que el país padece una crisis más grave que la económica. Un proyecto que emocione con los pies bien plantados en la tierra. El mexicano, hace tiempo que sepultó sus sueños en el pantano del desencanto y nuestra clase política perdió la capacidad de imaginar; que mutiló la política y la redefinió en razón del poder diluido y con él de la componenda, del pacto, de la negociación, de las “razones de partido”.
La alexitimia es el desorden neurológico que consiste en la incapacidad del sujeto para identificar las emociones propias y, consecuentemente, la imposibilidad para darles expresión verbal. Nuestros políticos, sin siquiera imaginarlo, en su inmensa mayoría la padecen.
Candidatos grises, parcos, lacónicos, huecos, esclavos de los “lugares comunes”. Demagogos que traicionando el valor de las palabras asumen cada campaña como una obra de teatro donde se puede ser lobo, primero y oveja, en la siguiente representación.
Escucharemos, durante las campañas, invariablemente los mismos guiones en municipios y estados distintos. Serán los candidatos, repetidores solícitos de idénticos monólogos; que asumirán sus intervenciones públicas como un requisito incómodo que preserva el ritual trienial o sexenal, hablando más de lo que se comunica. Los altos porcentajes de abstencionismo y el creciente proselitismo a favor del voto nulo han puesto en jaque a nuestra democracia que de representativa tiene cada vez menos. Los menos deciden por la inmensa mayoría que rumia su insatisfacción y exhibe cada que puede su impotencia con un dejo de desprecio por la que debiera ser la más noble de todas las actividades humanas: la política.
¿Qué hacer ante esta realidad? Volver al origen, al principio. Reencontrarnos con las palabras que extraviamos hace tiempo. El lenguaje es el rasgo más distintivo entre el género humano y las bestias y olvidamos su correcto uso.
El poder transformador de las palabras existe. Alguna explicación debe esgrimirse ante el desdén o antipatía tan extendido que nuestros políticos tienen por quienes, cual artesanos, buscan rehacer de las tribunas lo que alguna vez fueron: Simple y sencillamente, no saben qué decir, ni cómo decirlo. Tartamudos de la conciencia.
Twitter: @MoisesMolina
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