LA X EN LA FRENTE
Moisés MOLINA*
PARTICIPACIÓN CIUDADANA Y DESARROLLO DEMOCRÁTICO (ÚLTIMA PARTE)
3.2 El papel de los mass media.
Hoy en día, sin embargo, contamos con una herramienta dotada de un poder de transformación social muy grande, que son los medios masivos de comunicación. La opinión pública, concepto estrechamente ligado al de cultura política, es formada en buena medida desde los medios masivos de comunicación, y en nuestra realidad concreta, principalmente desde los electrónicos.
Pero ¿Estarán acaso los mass media cumpliendo su objetivo y por ende apegados a sus valores de imparcialidad, objetividad, veracidad, etc., que los definen?. Evidentemente no. El actual mundo globalizado no se explica fuera de los medios y no se explica sin ellos. Su responsabilidad es determinante en la tarea de construir un mundo mejor a partir de mejores naciones.
Sin embargo, se han erigido en jueces a quienes nadie puede juzgar y en agentes destructores más que constructivos, que privilegian la crítica más que el análisis y que en el caso de México reproducen valores y patrones de conducta moral y social que corresponden a otros países con otra realidad.
Ejemplificando con nuestra realidad más inmediata en Oaxaca, encontramos claramente, sectores de empresarios radiofónicos y periodísticos constituidos en grupos de interés que no coinciden con los de la clase gobernante en turno. Por ello ya resulta familiar encontrar los contenidos de tales medios tendenciosos, en detrimento de la cultura política de los Oaxaqueños, muchos de los cuales no tienen a su alcance más que un aparato de radio para mantenerse en contacto con la realidad política.
Karl Popper es claro cuando escribe que “la democracia no puede existir si no existe un control sobre la televisión” y Leonardo Curzio estima preocupante que grandes consorcios televisivos constituyan un auténtico poder mediático que juega un papel preponderante en la vida política moderna y que se ejerza sin los controles o los contrapesos propios de todo poder constituido.
Claro está que la omnipresencia de los medios inhibe en buena medida la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos. Pareciera que dejan a los representantes populares la tarea de suplir su actuación política y a los medios de comunicación la de pensar y opinar por ellos. Los “opinólogos” de los noticieros se convierten en líderes de opinión y en procesadores de una información que llega lista para integrarse a la perspectiva personal de la realidad.
La reciente reforma electoral da muestras de que el control sobre los medios es posible. Y es que ese control es necesario para poder vincular de manera perfecta a la democracia representativa con la participación ciudadana. La posibilidad de una democracia “más democrática” es posible si y solo si, como urge Amartya Sen se logra “abrir un espacio para la deliberación pública que permita dar sentido a los grandes dilemas de un país, a través del ejercicio de la razón pública” .
CONCLUSIONES
En democracia representativa es que vivimos y así lo será por mucho más tiempo. El eudemonismo aristotélico también la alcanza: su fin debe ser la felicidad del ser humano. El sector gubernamental en México se ha mostrado incapaz de proporcionarla por sí solo y los ciudadanos se alejan cada vez más y por los más diversos motivos de su obligación cívica de participar, hasta el grado de contar con gobiernos en déficit de legitimidad. Los procesos electorales han tenido grados importantes de falta de participación que se coronan con elevadas tasas de abstencionismo en jornadas electorales de procesos intermedios. La democracia representativa debe ocupar su lugar comunicante y situarse a mitad del camino entre la emisión del sufragio y el involucramiento de la ciudadanía en asuntos públicos. Estas dos caras de la participación ciudadana harán más altamente posible lo deseable: que los habitantes de la comunidad política puedan satisfacer de manera más óptima sus necesidades.
La participación ciudadana independiente del ejercicio del sufragio tampoco sería –por otro lado- suficiente para la calidad democrática. Se hacen necesarios mecanismos que complementen la labor que la sociedad civil organizada despliega en buena parte de los estados y municipios de México. Bien es cierto que un buen porcentaje de estas organizaciones tienen el sello y con él, el aval del Estado (vía jueces o fedatarios públicos) para realizar sus actividades y cumplir sus fines, pero no menos cierto es que el Estado, a través de sus órganos legislativos, debe proporcionar al ciudadano procedimientos que le permitan incidir de manera institucionalizada en las decisiones que toman los recipiendarios del voto, es decir, los servidores públicos. Referéndum, plebiscito e iniciativa popular, debían ser, desde ya, complemento en el universo de posibilidades legales que la ciudadanía tiene para participar activamente en la vida de su comunidad política. Si posible no es, el retorno a la democracia directa, sí es factible reducir la distancia entre los ciudadanos y la toma de decisiones a través de los procedimientos de democracia semidirecta que en líneas anteriores analizamos.
Pareciera que vivimos en una etapa de negación de las bondades del contrato social y todo lo que ello conlleva. Dicha teoría está llamada a permanecer en los libros, la práctica política dentro de nuestro sistema le hace parecer lejana, distante y hasta ausente de nuestra realidad. La comprenden solo cuantos tienen la oportunidad de acercarse a un texto especializado, por lo demás los entes colectivos cumplen funciones inmediatas y difícilmente se les entiende como parte de algo superior en sus fines. Por ello al Estado se le tiene como la más grande ficción y por ello a la democracia se le explica cada vez con mayores dificultades, tantas que hasta pierde su esencia procedimental. Si, en este sentido, se supone que es importante quién habrá de ser quien tome las decisiones en determinadas circunstancias, estamos en un problema de difícil solución debido a los altos índices de apatía. La ciudadanía piensa que la participación no resuelve los problemas inmediatos, no resuelve las necesidades apremiantes. La clave está en la cultura política, en el nivel de educación cívica que seamos capaces de desarrollar entre la gente. La participación debe implicar también acción a favor de un cambio en los valores, práctica y significados en los actores sociales y entre ellos, los ciudadanos. Un cambio pues de nuestra cultura política.
La calidad de nuestra democracia será siempre directamente proporcional a la cultura política de los ciudadanos, pero también se podrá explicar en razón de los márgenes que el propio estado les otorgue. Ejercicio del sufragio, participación cotidiana individual u organizada y procedimientos de democracia semidirecta arrojarán un mejor sistema democrático y ciudadanos más conformes con el Estado. Todo ello arrojaría, sin lugar a dudas, legitimidad a la clase gobernante y representaría una nueva fuente de gobernabilidad, condición tan buscada en el México y el Oaxaca de nuestros días.
BIBLIOGRAFÍA
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• Diccionario Akal de Filosofía Política. (1996). Akal ediciones. Madrid, Esp.
• Bobbio, Norberto. (1990). Diccionario de Política. Siglo XXI editores. México.
• http://info5.juridicas.unam.mx/libros/5/2198/6.pdf
*Director General de la Comisión Estatal de la Juventud
1 comentario:
Coincido completamente contigo, ¿Existe realmente una libertad como tal que permita a la población pensar por si misma?
Y siendo nosotros quienes propiciamos la desinformación y promovemos las prácticas totalistas de los medios de comunicación, recae en nosotros terminar con ello.
Claro, enfrentarse a los monopolios y a las grandes monarquías del poder no es sencillo, pero tal vez, es cierto, no tal vez, es cierto, el poder reside en el pueblo, lamentablemente el pueblo se deja dirigir y deja de pensar por si mismo.
Marx dijo, que los obreros eran el engranaje de la industria, aplicando esto en la sociedad, podemos entender que es esta quien mueve al país, somos quienes decidimos que rumbo tomar. Y cuando comencemos a pensar por nosotros mismos podremos liberarnos de los monopolios ideológicos de los que somos seguidores.
Si no hay comida cuando se tiene hambre, si no hay medicamentos cuando se está enfermo, si hay ignorancia y no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia es una cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan Parlamento.
Nelson Mandela.
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