viernes, 8 de febrero de 2013
OAXACA PUEDE SER, DE NUEVO, PARA EL PRI
¿Por qué siguen siendo tan competidas –por no decir peleadas- las candidaturas en el PRI? Es una realidad que la expectativa por alcanzar una nominación por el tricolor entre sus militantes sigue tan alta como en sus esplendorosas épocas.
Perdimos el gobierno, las presidencias municipales más importantes; y en el congreso nuestra presencia es poco más que testimonial; en el órgano electoral no somos ni la sombra de lo que antes fuimos. Por si poco fuera, Enrique Peña Nieto tuvo un resultado adverso en Oaxaca y la representación que en el Senado tenemos es menos que un premio de consolación. Nuestro candidato perdió.
El PRI entró en una profunda crisis, fue víctima de la dispersión, de una diáspora por momentos involuntaria, de enconos; de autoexclusiones en un extremo y de “agandalles” en el otro. El 2010 dejó un PRI acéfalo, sin liderazgo y a más de ello, sin rumbo. No había hombre fuerte (aún no lo hay y no sabemos por cuánto tiempo no lo habrá), ni proyecto. Solo caos. A partir de esa fecha sobrevino para quienes han detentado sus despojos lo que bien podemos llamar “la administración del desastre”.
No hubo catarsis, trabajo de introspectiva. Se impuso la voluntad de los que siempre ganan; de los que ganan ganando e incluso perdiendo. Un PRI huérfano, ayuno de motricidad, en la inanición. Fue un golpe duro. Cuando despertamos, el dinosaurio estaba en la lona y los apologistas de nuestra hecatombe se encargaron de recordarlo prácticamente a diario.
A las críticas indiscriminadas de afuera, se sumaron las de adentro, más sensatas unas, más viscerales otras.
Sobrevino 2012 y el PRI oaxaqueño aún sin nada qué festejar. El único halo de consuelo y tenue esperanza lo representó Peña Nieto, pero su triunfo lo vimos de lejos. Estuvimos ausentes de la fiesta. Lo que se festejó fue por sistema, para ponerle máscara a la autoconmiseración. No hubo dignidad en esta derrota. Encarnamos inversamente el adagio: “No se pierde para siempre, pero tampoco se gana para siempre”.
Recorrido el anterior panorama, pareciera que nadie tendría nada que pretender dentro del PRI. La realidad es otra. Casi cualquier priista quisiera ser candidato o candidata. ¿Por qué –entonces- sigue el PRI siendo tan competitivo al interior?
La respuesta desde luego no la pretendo para mí. Sería soberbio y egoísta intentarlo. Pero sí puedo cavilar con ustedes algunas reflexiones en torno a ello.
Los priistas no quieren dejar de ser priistas. Aunque algunos, -necios, encaprichados, resentidos, agraviados-, compitan por otras siglas o renuncien públicamente a su militancia, en su mayoría regresan; y si no lo hacen formalmente, en su pensar y obrar domina el gen priista. Siguen siendo priistas. Habiendo huido del hogar, ya no sirven al PRI, pero tampoco a otros partidos. Suplantan su convicción partidaria, por el servicio a ellos mismos. El proyecto de partido se sustituye por el proyecto personal. Con notables excepciones, no encuentran en otros colores, la mística que en el PRI tuvieron. Andan sonámbulos, coyunturales, inmediatos, pragmáticos, utilitarios –para ir con Mill y Bentham. Ejemplos los tenemos por todos lados, vegetando en los congresos, los ayuntamientos y la propia gubernatura.
Muchos aún no caen en la cuenta, pero 2013 puede ser el inicio de un paulatino regreso para el PRI en Oaxaca. Y ese retorno se hace más factible en la medida en que no depende ya enteramente de su dinámica interna. Vaya o no unido, el PRI tiene altas posibilidades de recuperar presencia en el congreso local y en las presidencias municipales. Un fuerte factor exógeno abre la rendija: la inminente configuración de la competencia del primer domingo de julio.
EL PRI irá coaligado con su cero a la izquierda; el PAN con la mitad de la izquierda que pudiera representar el PRD (esa mitad anti o meta obradorista) y su respectivo cero a la izquierda; Movimiento Ciudadano, Nueva Alianza, Unidad Popular y Partido Social Demócrata irán solos.
Los tres últimos serán espectadores, en términos globales, ni siquiera competirán. El PSD, preocupado más por la conservación de su reciente registro, hará labor de carroña entre los partidos grandes, pero el daño que pueda infringir no irá más allá de uno o dos municipios, entre ellos la capital.
Movimiento Ciudadano, aún ayuno de identidad seguirá a disposición de López Obrador y sus candidatos. Será MORENA, compitiendo aún sin registro formal. Se llevará la otra mitad de la izquierda también en crisis en Oaxaca. Al PUP ni me refiero.
Con todo y la deficitaria cultura política del oaxaqueño, a la gente le ha quedado más que claro el resultado de las coaliciones anti programáticas entre la izquierda y la derecha. Eficacia electoral no significó, en modo alguno, eficiencia en el gobierno. Fueron muy efectivas para capitalizar el hartazgo. Hoy el hartazgo es hacia ellas. Supieron ganar, pero nunca gobernar y el plazo de gracia terminó.
El PRD tiene su propio pandemónium con dos dirigencias nadando en odios e intransigencia. Ninguna de las dos soberbias puede quedarse rezagada. Y el PAN ha convertido sus siglas en cenizas. Con el PT, que va con ello, no desperdiciaré espacio en esta columna.
El único partido que mantiene su voto duro es el PRI y si bien es cierto, desde hace tiempo no le ha alcanzado para ganar, en esta elección le puede representar el triunfo. Puede el PRI pasar en medio de todos aún sin la pretendida unidad que tardará, naturalmente, más tiempo en llegar de forma casi absoluta.
El perfil de los candidatos no será, tristemente, determinante. Hacia donde dirijamos la mirada, encontraremos lo mismo. Me atrevo a decir que ninguno, sea del partido que sea, marcará en base a cualidades personales, diferencia.
El único referente de peso en Oaxaca como alternativa al PRI es la izquerda y hoy está partida. La izquierda obradorista antes de ir contra el PRI irá contra el PRD. Al tiempo …
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