sábado, 9 de marzo de 2013
MI ENCUENTRO CON DON JESÚS MARTÍNEZ ÁLVAREZ
El título que mi amiga Lupita Thomas eligió para su última “barricada” exhibe como ningún otro el desencanto social. Basta con agregar signos de interrogación al slogan central de la estrategia de comunicación política de nuestro gobierno, para convertirlo en su negación: “¿Oaxaca de todos?”
Oaxaca es de unos cuantos
Los únicos protagonistas del cambio social son los órganos de la administración pública que, de acuerdo a la teoría del órgano administrativo y en estricto sentido, incluyen a sus titulares; y algunos grupos de presión o de interés, como les llama la teoría de la acción colectiva.
La gobernabilidad como categoría política se desnaturaliza, tuerce su sentido. Ya no es ese “estado de equilibrio dinámico entre demandas sociales y capacidad de respuesta gubernamental” de Camou. Las organizaciones sociales hace tiempo que dejaron de ser canal de expresión de las verdaderas demandas de la sociedad. Se han convertido en un cáncer y la causa de la enfermedad hay que encontrarla en el egoísmo.
Las organizaciones se han convertido en medios para satisfacer intereses particulares, inmediatos, egoístas. La sociedad no importa. El bien público temporal, preconizado por la Teoría General del Estado, se convierte en una ficción y lo único que estas organizaciones persiguen son beneficios egoístas que, en la mayor parte de los casos, tiene que ver con dinero o pago en especie que benefician a unos cuantos: a los que se “movilizan”, a quienes en ejercicio de sus derechos violan los derechos de otros, de la mayoría.
Le tienen tomada la medida al gobierno que simula. Espera el conflicto para resolverlo. Ni siquiera hay negociación porque los perturbadores del orden social siempre llevan las de ganar. Piden lo imposible para recibir lo esperado.
El bien público temporal es el fin máximo del Estado. Implica la realización de los finas de cada uno de los gobernados; en el extremo, podemos decir que se trata de la felicidad de todos. Para conseguirse es necesario un principio de orden. Es la tarea de la autoridad o poder público como elemento del mismo Estado, de la cual la administración pública es una parte.
En Oaxaca no se gobierna para todos. Se gobierna para quienes más ruido hacen, para los pocos que teniendo inmejorable capacidad para organizarse y no teniendo, respecto de sus liderazgos, otro trabajo más que la industria del chantaje, hacen imposibles nuestros días y impiden a la gran mayoría llegar libremente a sus destinos.
No todos los días se viaja junto al secretario general de gobierno. En viaje comercial, en clase turista tuve a don Jesús junto a mí por espacio de casi una hora. Quise preguntarle muchas cosas. Opté por el silencio. Entiendo que la decisión de aplicar simple y llanamente la ley no es enteramente de él. Que los miedos al famoso “costo político” de decisiones “represivas” pueden no ser precisamente los de él. Superiores decisiones le tienen atadas las manos y el gobierno como simulación tiene que seguir. Quise preguntarle qué es lo que nuestro gobernador piensa. Opté por dejarle dormir. No quise que hubiese tomado a mal mis interrogantes, ni causarle una incomodidad frente a su acompañante. Me limité a reconocerle su buen gusto por una hermosa pluma “Mont Blanc” que al final del vuelo, sacó del bolsillo de su camisa y contemplaba entre sus manos. Sonrió gentilmente y soltó una tenue carcajada. Baje del avión, no sin antes, desearle éxito en su encargo.
Y es que nuestras organizaciones sociales han devenido en grupos de chantaje por una razón simple. La ideología se queda en la notaría y se exhibe solo como un pretexto al chantaje.
Con organizaciones dispuestas al chantaje y un gobierno dispuesto a dejarse chantajear, el círculo no se cerrará. La ejemplar detención de Elba Esther gordillo y el contundente mensaje del Presidente Peña Nieto en la clausura de la Asamblea Nacional del PRI de que “en México no hay intereses intocables” podría verse como mensaje también para los gobernadores.
Probablemente una segunda solución a nuestro casi cotidiano sufrir sea el convencimiento a nuestros gobernantes de que el “costo político” no debe seguirse viendo bajo el cristal de la “represión” sino con los espejuelos de la inacción. Que la causa de un rechazo en las urnas, único espacio donde puede mostrarse la voluntad mayoritaria de los gobernados, es indiscutible: el desorden, el caos, las marchas y los bloqueos.
Ninguna política interna del estado puede ser exitosa cuando se aplica selectivamente la ley, cuando el peso de su claridad, sin ambages ni ambigüedades, se deja caer indistintamente sobre todos.
Hoy queda demostrado que una de las características del Estado, que le sitúan por encima de otras formas de organización política que la historia ha conocido, no se cumple: el grado máximo de la concentración de la coacción; el monopolio legítimo de la violencia para imponer sus decisiones.
La política nunca debiera tomar el lugar del Derecho. Si no, que el gobernador envíe al congreso iniciativas de ley para derogar los artículos 164, el capítulo primero del título tercero, el capítulo cuarto del título cuarto y la fracción segunda del artículo 346 relativos a las disposiciones que castigan la asociación delictuosa, el ataque a las vías de comunicación, delitos cometidos contra funcionarios públicos y violación de garantías, que son letra muerta cuando de organizaciones sociales se trata.
Twitter @MoisesMolina
Correo Electrónico moisesmolinar@hotmail.com
viernes, 1 de marzo de 2013
JUAN JOSÉ MORENO SADA
Juan José Moreno Sada llegó sorpresivamente al PRI de Oaxaca. El único matiz en relación con sus tres últimos sucesores, es que la sorpresa no fue desagradable. Al menos así se percibió. Cayó, se pudiera decir, “en blandito”.
Muchas decisiones ya se habían procesado y entre ellas, la más importante: la aceptación. Los dos actores omnipresentes, tan lejos y tan cerca del priismo oaxaqueño, Murat y Ulises, no tuvieron inconveniente.
En principio, cuando la noticia se filtró aún como extraoficial, pareció “borregazo”; pocos encontraban lógica en la decisión. Se revelaba impensable un personaje que pudiera concitar, al menos, la aprobación de los dueños de las tempestades. Hoy que el tuxtepecano es Presidente del Comité Directivo Estatal, la lógica comienza a hacer acto de presencia.
La cercanía de Moreno Sada con César Camacho Quiroz es, sin duda más palpable que la que pudiera guardar, previo a su unción, con Murat o con Ulises. Con ambos trabajó dentro del gobierno de Oaxaca, a ambos les guardó lealtad.
Poco se sabe o se puede destacar de su pasado priista. Hoy que la voluntad del Presidente Peña Nieto exhibe la intención, a través de la reforma estatutaria del PRI, de quitar protagonismo a la militancia, puede entenderse el nombramiento de Juan José. Es un hombre más bien institucional, parco al hablar, poco habituado a tradición política priista. Ajeno a los usos del priismo de cúpula. Me atrevo a decir que es esta, su primera experiencia de relevancia dentro del PRI.
A Moreno Sada no lo definiría yo como un político. Tal vez haya sido esa su principal fortaleza. Llega “nuevo”, limpio. No nadó en la fosa séptica en que el PRI se convirtió después de la derrota de Eviel. Voluntaria o involuntariamente estuvo al margen, lejos. Está por verse si es un priista conciliador; pero puedo decir que la polarización y el “dadocarguismo” no le caracterizan.
Parco de palabra, equilibrado en sus expresiones, moderado en su sonrisa da sus primeros pasos con natural desconfianza. Llega a un terreno desconocido, ignoto, pero no llega desprotegido. La confianza de César Camacho y la guiatura de un peso completo como Melquiades Morales son lo más parecido a una garantía que pudiera tener.
La encomienda no es menuda. Habrá de conducir el primer proceso electoral local sin gobernador priista, él –Moreno Sada- es el jefe formal del priismo oaxaqueño. Independientemente de la formación, talento y experiencia que pudiera tener o no en los menesteres partidistas, es ya un líder. Fue aceptado sin mayores complicaciones y está legitimado. El Comité ejecutivo Nacional será con él con quien se entienda, sin intermediarios.
He cruzado breves conversaciones con él. Está decidido a hacer cuanto sea necesario para que el PRI compita con vocación ganadora el 7 de julio. Está por verse hasta donde su voluntad le alcanzará. Difícil imaginar un súbito cambio de prácticas, de usos; un paradigmático rompimiento con la inercia que por lustros ha acompañado al PRI y a sus principales actores. Por el bien del partido, tiene que darse lo más radicalmente posible.
Y es que el PRI sigue yendo contra la duda ciudadana y por si poco fuera, contra la duda de los mismos priistas. Las candidaturas serán el parámetro. Tendrá Juan José que hacer un ineludible esfuerzo de comunicación política para convencer a propios y extraños –entiéndase- priistas y no priistas, de las razones de las definiciones. No basta ya con un proceso interno de selección de candidatos impecable en el papel; no será suficiente un proceso interno jurídicamente pulcro. El PRI oaxaqueño de estos momentos es de “mucha política y poca administración”.
Tienen que ir los mejores, quienes deban ir a competir. Habrá que reducir los agravios –siempre los hay- a su mínima expresión y solo se logrará acreditando lo mejor posible, la calidad ganadora de candidatas y candidatos.
A Don Melquiades no le es ajena Oaxaca. Sabe a qué viene. Ha estado aquí en el mismo en cargo, previamente. El escenario es muy distinto, pero la naturaleza del oaxaqueño sigue siendo la misma. Tendrán Melquiades, Moreno Sada y
Avilés –con la colaboración de Ulises y Murat- que desenredar el quesillo y entregarlo en cuadrícula, primero a los propios priistas y después, a los propios electores.
El cambio sigue siendo divisa ampliamente valorada. Nuestro gobierno estatal y los municipales de más peso electoral así han hecho que sea. El elector no encontrará garantía de cambio en las mismas personas. No es un secreto, se comenta por todas partes. No se trata solo de que los ciudadanos voten contra los candidatos de malos gobiernos; hay que buscar que voten a favor de opciones que les representen algo diferente y -en base a sus cualidades personales-mejor.
Por el momento el PRI oaxaqueño ha escapado, por lo menos, al caos. Ahora hay que darle rumbo. Un nuevo rumbo, un buen rumbo que debe empezar por la persuasión.
Muchas decisiones ya se habían procesado y entre ellas, la más importante: la aceptación. Los dos actores omnipresentes, tan lejos y tan cerca del priismo oaxaqueño, Murat y Ulises, no tuvieron inconveniente.
En principio, cuando la noticia se filtró aún como extraoficial, pareció “borregazo”; pocos encontraban lógica en la decisión. Se revelaba impensable un personaje que pudiera concitar, al menos, la aprobación de los dueños de las tempestades. Hoy que el tuxtepecano es Presidente del Comité Directivo Estatal, la lógica comienza a hacer acto de presencia.
La cercanía de Moreno Sada con César Camacho Quiroz es, sin duda más palpable que la que pudiera guardar, previo a su unción, con Murat o con Ulises. Con ambos trabajó dentro del gobierno de Oaxaca, a ambos les guardó lealtad.
Poco se sabe o se puede destacar de su pasado priista. Hoy que la voluntad del Presidente Peña Nieto exhibe la intención, a través de la reforma estatutaria del PRI, de quitar protagonismo a la militancia, puede entenderse el nombramiento de Juan José. Es un hombre más bien institucional, parco al hablar, poco habituado a tradición política priista. Ajeno a los usos del priismo de cúpula. Me atrevo a decir que es esta, su primera experiencia de relevancia dentro del PRI.
A Moreno Sada no lo definiría yo como un político. Tal vez haya sido esa su principal fortaleza. Llega “nuevo”, limpio. No nadó en la fosa séptica en que el PRI se convirtió después de la derrota de Eviel. Voluntaria o involuntariamente estuvo al margen, lejos. Está por verse si es un priista conciliador; pero puedo decir que la polarización y el “dadocarguismo” no le caracterizan.
Parco de palabra, equilibrado en sus expresiones, moderado en su sonrisa da sus primeros pasos con natural desconfianza. Llega a un terreno desconocido, ignoto, pero no llega desprotegido. La confianza de César Camacho y la guiatura de un peso completo como Melquiades Morales son lo más parecido a una garantía que pudiera tener.
La encomienda no es menuda. Habrá de conducir el primer proceso electoral local sin gobernador priista, él –Moreno Sada- es el jefe formal del priismo oaxaqueño. Independientemente de la formación, talento y experiencia que pudiera tener o no en los menesteres partidistas, es ya un líder. Fue aceptado sin mayores complicaciones y está legitimado. El Comité ejecutivo Nacional será con él con quien se entienda, sin intermediarios.
He cruzado breves conversaciones con él. Está decidido a hacer cuanto sea necesario para que el PRI compita con vocación ganadora el 7 de julio. Está por verse hasta donde su voluntad le alcanzará. Difícil imaginar un súbito cambio de prácticas, de usos; un paradigmático rompimiento con la inercia que por lustros ha acompañado al PRI y a sus principales actores. Por el bien del partido, tiene que darse lo más radicalmente posible.
Y es que el PRI sigue yendo contra la duda ciudadana y por si poco fuera, contra la duda de los mismos priistas. Las candidaturas serán el parámetro. Tendrá Juan José que hacer un ineludible esfuerzo de comunicación política para convencer a propios y extraños –entiéndase- priistas y no priistas, de las razones de las definiciones. No basta ya con un proceso interno de selección de candidatos impecable en el papel; no será suficiente un proceso interno jurídicamente pulcro. El PRI oaxaqueño de estos momentos es de “mucha política y poca administración”.
Tienen que ir los mejores, quienes deban ir a competir. Habrá que reducir los agravios –siempre los hay- a su mínima expresión y solo se logrará acreditando lo mejor posible, la calidad ganadora de candidatas y candidatos.
A Don Melquiades no le es ajena Oaxaca. Sabe a qué viene. Ha estado aquí en el mismo en cargo, previamente. El escenario es muy distinto, pero la naturaleza del oaxaqueño sigue siendo la misma. Tendrán Melquiades, Moreno Sada y
Avilés –con la colaboración de Ulises y Murat- que desenredar el quesillo y entregarlo en cuadrícula, primero a los propios priistas y después, a los propios electores.
El cambio sigue siendo divisa ampliamente valorada. Nuestro gobierno estatal y los municipales de más peso electoral así han hecho que sea. El elector no encontrará garantía de cambio en las mismas personas. No es un secreto, se comenta por todas partes. No se trata solo de que los ciudadanos voten contra los candidatos de malos gobiernos; hay que buscar que voten a favor de opciones que les representen algo diferente y -en base a sus cualidades personales-mejor.
Por el momento el PRI oaxaqueño ha escapado, por lo menos, al caos. Ahora hay que darle rumbo. Un nuevo rumbo, un buen rumbo que debe empezar por la persuasión.
sábado, 23 de febrero de 2013
¿QUÉ PASÓ EN EL DEBATE SOBRE LA REFORMA A LOS ESTATUTOS DEL PRI?
Fue una larga jornada en la mesa temática correspondiente a la reforma estatutaria del PRI. El World Trade Center de la Ciudad de México acogió a 200 delegados que, de todo el país, trabajamos 13 horas para la obtención de la propuesta final de reforma estatutaria. 96 delegados electos en las Asambleas Estatales, 10 senadores, 10 diputados federales, 70 delegados de sectores y organizaciones, 5 delegados del ICADEP e igual número de la Fundación Colosio; y 4 de organizaciones adherentes.
Tuve el honor de iniciarla una vez leído el documento base elaborado por la Comisión Nacional de Dictamen. Mi postura dentro del debate “en lo general” fue clara: contra el proyecto. Más que una postura personal era un mandato, el mandato de nuestra Asamblea Estatal Oaxaqueña. Los argumentos, claros, francos. Era un proyecto que parecía avergonzarse de la militancia, que la negaba, que le daba la espalda.
“¿Qué es lo que se pretende?” –dije. “¿Convertir al PRI en lo que la Teoría Política llama un partido atrapa todo?”. La propuesta de abrir las candidaturas a ciudadanos sin militancia (simpatizantes lo suavizan ellos), no sugiere otra cosa.
“¿Qué es lo que se pretende?” –proseguí- “¿Convertir a la militancia en servidumbre de advenedizos que no conocen ni han trabajado por el partido?”. “Muchos se llenarán aquí la boca con la palabra modernidad, pero la militancia no es una moda, es lo más importante para el PRI, lo más valioso que tenemos como partido”.
El rostro de Mariano Palacios Alcocer, muy afable al momento de saludarle, se tornó adusto. La incomodidad era evidente en el presidente de la mesa. Era un proyecto que, pareciera, ni los integrantes de la mesa directiva habían leído. Pifia tras pifia en la lectura al grado de llamarle PAN al PRI. También lo dije y el desconcierto creció.
Alguien me pidió, previo al inicio de los trabajos, “confianza” para el Presidente Peña Nieto. La suerte estaba echada. No quedaría yo conforme, satisfecho, entregándome a la comodidad de solo levantar la mano. “Las encuestas las ganan quienes tienen dinero y nos hacen víctimas de la telecracia de Sartori”, les dije.
“Plenamente responsable de mis palabras, les digo que hoy me queda claro que lo mejor para nuestro querido presidente, puede no ser lo mejor para nuestro partido”. Pedí a los delegados votar en contra del documento en lo general. El trabajo de planchado estaba, sin embargo hecho. No bien llegué a los cinco minutos que se me concedieron, cuando Palacios me interpeló al micrófono: “Muchas gracias”. “Concluyo Presidente” –atajé. “Fue suficiente”, concluyó.
En medio del desconcierto los delegados no sabían si aplaudir o guardar silencio. Mi misión estaba cumplida. Todos supieron que en Oaxaca ese era el sentir.
El documento se aprobó en su mayoría tal como venía proyectado. Se mayoritearon las candidaturas externas en base a encuestas, la reducción en el número de integrantes del Consejo Político Nacional y de la Comisión política permanente, prácticamente a la mitad; la postulación de candidatos que hayan contendido en el pasado o hecho proselitismo por otras siglas; la autorización de que priistas pudieran contender como candidatos independientes sin perder su militancia; y la eliminación del requisito de haber desempeñado un cargo de elección popular para poder ser candidato a gobernador, jefe de gobierno o Presidente de la República.
Advertí cuatro clases de delegados: Quienes llegaron a saludar y se fueron, priistas de gran influencia algunos; quienes iban a defender a ultranza el proyecto del CEN; unos pocos (contados) que íbamos con argumentos en contra, distinguiéndose los del Distrito Federal; y la mayoría de los que decidieron quedarse, profundamente desconocedores de la normatividad estatutaria del partido y –no se diga- del alcance de las reformas. La confusión a la hora de votar, así lo evidenciaba, incluso entre algunas despampanantes senadoras de la república.
Pero así es la realidad del PRI. No van a esta clase de trabajos quienes debieran ir. ¿Qué sigue?
A más tardar el 26 de febrero, el documento final estará llegando a los Comités Directivos Estatales para hacerlo del conocimiento de la Asamblea Estatal y fundamentalmente de los delegados a la Asamblea Nacional que se sesionará en pleno los tres primeros días de marzo.
No se si en Oaxaca se acuerde una postura conjunta para ser defendida o será un viaje más de placer, de “shopping” para algunos delegados. Urgen estrategias para crear conciencia de la importancia de la próxima reunión que puede, desde luego, cambiar el sentido del dictamen.
Es la interrogante ¿Se subordinará Oaxaca a la línea de nuestro presidente? O ¿se defenderá lo que el órgano máximo deliberativo a nivel estatal determinó? Lo sabremos los próximos días. Las consecuencias, sin embargo, no se harán esperar y estaremos, en próximos procesos electorales. Castigando la militancia e incluso premiando deslealtades y transfuguismos.
Yo regreso al terruño con la conciencia tranquila. Hice cuanto estuvo en mis manos o –mejor dicho- en mi boca. Fue una oposición que se ahogó en la línea irreflexiva, pero que al menos se escuchó, se toleró y se respetó. Hoy saben que Oaxaca fue en contra y probablemente ya haya sonado el celular de los jerarcas del partido para llamarlos a disciplina. ¿Quién lo sabe? Solo ellos.
Tuve el honor de iniciarla una vez leído el documento base elaborado por la Comisión Nacional de Dictamen. Mi postura dentro del debate “en lo general” fue clara: contra el proyecto. Más que una postura personal era un mandato, el mandato de nuestra Asamblea Estatal Oaxaqueña. Los argumentos, claros, francos. Era un proyecto que parecía avergonzarse de la militancia, que la negaba, que le daba la espalda.
“¿Qué es lo que se pretende?” –dije. “¿Convertir al PRI en lo que la Teoría Política llama un partido atrapa todo?”. La propuesta de abrir las candidaturas a ciudadanos sin militancia (simpatizantes lo suavizan ellos), no sugiere otra cosa.
“¿Qué es lo que se pretende?” –proseguí- “¿Convertir a la militancia en servidumbre de advenedizos que no conocen ni han trabajado por el partido?”. “Muchos se llenarán aquí la boca con la palabra modernidad, pero la militancia no es una moda, es lo más importante para el PRI, lo más valioso que tenemos como partido”.
El rostro de Mariano Palacios Alcocer, muy afable al momento de saludarle, se tornó adusto. La incomodidad era evidente en el presidente de la mesa. Era un proyecto que, pareciera, ni los integrantes de la mesa directiva habían leído. Pifia tras pifia en la lectura al grado de llamarle PAN al PRI. También lo dije y el desconcierto creció.
Alguien me pidió, previo al inicio de los trabajos, “confianza” para el Presidente Peña Nieto. La suerte estaba echada. No quedaría yo conforme, satisfecho, entregándome a la comodidad de solo levantar la mano. “Las encuestas las ganan quienes tienen dinero y nos hacen víctimas de la telecracia de Sartori”, les dije.
“Plenamente responsable de mis palabras, les digo que hoy me queda claro que lo mejor para nuestro querido presidente, puede no ser lo mejor para nuestro partido”. Pedí a los delegados votar en contra del documento en lo general. El trabajo de planchado estaba, sin embargo hecho. No bien llegué a los cinco minutos que se me concedieron, cuando Palacios me interpeló al micrófono: “Muchas gracias”. “Concluyo Presidente” –atajé. “Fue suficiente”, concluyó.
En medio del desconcierto los delegados no sabían si aplaudir o guardar silencio. Mi misión estaba cumplida. Todos supieron que en Oaxaca ese era el sentir.
El documento se aprobó en su mayoría tal como venía proyectado. Se mayoritearon las candidaturas externas en base a encuestas, la reducción en el número de integrantes del Consejo Político Nacional y de la Comisión política permanente, prácticamente a la mitad; la postulación de candidatos que hayan contendido en el pasado o hecho proselitismo por otras siglas; la autorización de que priistas pudieran contender como candidatos independientes sin perder su militancia; y la eliminación del requisito de haber desempeñado un cargo de elección popular para poder ser candidato a gobernador, jefe de gobierno o Presidente de la República.
Advertí cuatro clases de delegados: Quienes llegaron a saludar y se fueron, priistas de gran influencia algunos; quienes iban a defender a ultranza el proyecto del CEN; unos pocos (contados) que íbamos con argumentos en contra, distinguiéndose los del Distrito Federal; y la mayoría de los que decidieron quedarse, profundamente desconocedores de la normatividad estatutaria del partido y –no se diga- del alcance de las reformas. La confusión a la hora de votar, así lo evidenciaba, incluso entre algunas despampanantes senadoras de la república.
Pero así es la realidad del PRI. No van a esta clase de trabajos quienes debieran ir. ¿Qué sigue?
A más tardar el 26 de febrero, el documento final estará llegando a los Comités Directivos Estatales para hacerlo del conocimiento de la Asamblea Estatal y fundamentalmente de los delegados a la Asamblea Nacional que se sesionará en pleno los tres primeros días de marzo.
No se si en Oaxaca se acuerde una postura conjunta para ser defendida o será un viaje más de placer, de “shopping” para algunos delegados. Urgen estrategias para crear conciencia de la importancia de la próxima reunión que puede, desde luego, cambiar el sentido del dictamen.
Es la interrogante ¿Se subordinará Oaxaca a la línea de nuestro presidente? O ¿se defenderá lo que el órgano máximo deliberativo a nivel estatal determinó? Lo sabremos los próximos días. Las consecuencias, sin embargo, no se harán esperar y estaremos, en próximos procesos electorales. Castigando la militancia e incluso premiando deslealtades y transfuguismos.
Yo regreso al terruño con la conciencia tranquila. Hice cuanto estuvo en mis manos o –mejor dicho- en mi boca. Fue una oposición que se ahogó en la línea irreflexiva, pero que al menos se escuchó, se toleró y se respetó. Hoy saben que Oaxaca fue en contra y probablemente ya haya sonado el celular de los jerarcas del partido para llamarlos a disciplina. ¿Quién lo sabe? Solo ellos.
viernes, 15 de febrero de 2013
ULISISTAS Y MURATISTAS
El PRI oaxaqueño dista mucho de ser plural. La realidad que se ha impuesto por lustros es la de los grupos. Por mucho tiempo existió un solo grupo hegemónico: el grupo del gobernador priista en turno. Cuando el PRI perdió la gubernatura, la lógica que se quiso imponer fue la del grupo del gobernador saliente, pero encontró su antítesis, principalmente en el grupo de su antecesor. Volvemos al principio. La vida interna del PRI es la vida de sus grupos y su dinámica es siempre impulsada por estos.
Hoy testimoniamos los primeros visos de una síntesis hegeliana. Ulisistas y muratistas al centro y algunos grupos satelitales comienzan a ponerse de acuerdo. Siempre se dijo que la ruptura en el PRI, sobrevino ajena a la militancia. Se patentizó en sus grupos y – para bien o para mal- nada ajeno a los grupos podía ser germen de reunificación.
La última integración del Consejo Político Nacional en Oaxaca fue, quizás el punto más álgido de la ruptura. Dos planillas fueron presentadas en aquella ocasión. Cada una fue integrada por los dos grupos más visibles. La intransigencia era omnipresente y la lucha de egos llevó el proceso hasta los tribunales y lo que se tuvo que haber resuelto haciendo política dentro del partido, se sentenció en una instancia ajena a los priistas de Oaxaca. Lo que debió haber sido un acuerdo civilizado, se sustituyó por la frialdad procedimental. Se integró una planilla que, a la fecha visiblemente, tiene insatisfechos a muchos de quienes participaron en su elaboración.
De Alejandro Avilés se podrán poner en duda muchas cosas, no su astucia, un género del intelecto apuntalado en el pragmatismo. Nadie como él sabe al día de hoy que no es lo mismo operar en el bajo perfil, que mostrarse, dar la cara, estar expuesto, dar explicaciones, rendir cuentas públicamente. El salto hacia el alto perfil tenía que implicar un cambio de juicios, incluso de actitudes. Hoy ha quedado, por circunstancias a él ajenas, al frente del PRI oaxaqueño.
En ausencia física del Presidente del Comité Directivo Estatal, él es quien decide. Sus parámetros de decisión no son ya los mismos.
Avilés se deja guiar. Desprendido de la soberbia que su nueva responsabilidad pudiese justificar, parece saber qué terreno pisa a cada paso que da; con cada decisión que toma. Se deja guiar, manda obedeciendo. ¿Quiénes son sus guías? Indiscutiblemente Ulises Ruiz … pero también Murat.
Para nadie es secreto que con los dos acuerda, que a ambos consulta, que con ellos cabildea. Que sus opiniones son solamente eso, opiniones. Opiniones que se convierten en decisiones si cuentan con el doble aval. Solo así ha habido calma en la tormenta.
Pudiera parecer grotesco que dos personas decidan los destinos del PRI oaxaqueño. Pero, por el momento, no queda de otra. Para ganar elecciones, el PRI necesita unidad, para que haya unidad se necesita orden. Y en las actuales circunstancias el orden lo negocian Murat y Ulises. No hay más. Quien no lo quiera ver, seguirá caminando con una venda en los ojos. Probablemente el “agandalle” siguiera de no estar Murat donde Peña Nieto lo puso. Pero ahí está y hoy no pesa solamente como ex gobernador. Quienes lo daban por muerto, hoy lo ven más vigente que nunca.
En Oaxaca no existe una cultura partidaria. Y con ello me refiero a todos los partidos. La cultura partidaria implica antes que todo “participación”, interés, involucramiento voluntario en los asuntos del partido que, en su cenit, tienen normas, reglas estatutarias que marcan procedimientos con sus plazos y sus términos.
El militante quisiera que se le informara por teléfono o en su casa, de cada convocatoria, que se le explicara su contenido, que se le clarificaran los plazos y hasta que se le elaboraran los documentos necesarios para participar en los procesos internos. La realidad ilustra que hay interés solo cuando las cosas se han consumado de modo irreversible.
¿Que falta publicidad a las convocatorias? ¿Que de ellas se enteran solo unos cuantos? ¿Que se les invita sólo a convalidar decisiones que ya se han tomado por los grupos? Son verdades. Pero el cambio debe venir de la propia militancia, de su interés, de su participación, de su involucramiento.
La planilla única presentada de 55 delegados y que “eligió” la Asamblea Estatal tuvo oposición en algunos de sus nombres. Es natural. Los militantes conocen a todos y los juzgan. Eso nadie lo puede cambiar. A más de ello hay que decir que, de acuerdo a la lógica de los grupos, fue una planilla equilibrada, de unidad. Incluyó a todos los grupos. Ahí estuvo la mano de Ulises, Murat, Heliodoro, Corpus, Sofía, Héctor Pablo, Jorge Toledo, Fito , González Illescas, con propuestas o con su aval.
Fue un paso importante. Derivado de la experiencia anterior, se evitó el agandalle y con él, sus nefastas consecuencias que le hubieren llevado de nueva cuenta a los tribunales. Este proceso es solo una escala hacia la Asamblea Nacional.
No son tan importantes los nombres como el proyecto. Todos vamos unidos en torno a lo que los priistas mandaron en sus asambleas municipales. No habrá pronunciamientos a título personal. Se defenderá sin titubeos lo que los priistas de todo el estado determinaron unánimemente y es un rotundo “NO” a la propuesta de reforma de nuestros Documentos Básicos filtrada por el Comité Ejecutivo Nacional y presumiblemente atribuida al Presidente Peña Nieto.
En el proyecto se pretende, como lo comenté oportunamente, eliminar del Programa de Acción la prohibición de gravar con IVA los alimentos y las medicinas; y en lo que respecta a los Estatutos, entre otras cosas, reducir la integración del Consejo Político Nacional a menos de la mitad de sus actuales miembros; reducir a una cuarta parte los integrantes de la Comisión Política Permanente del mismo consejo; eliminar el requisito de haber desempeñado un cargo de elección popular para poder ser candidato a Gobernador o Presidente de la República; y establecer la posibilidad de postular como candidatos del PRI a ciudadanos sin militancia.
Se pretende un PRI más vertical, más pragmático, menos ideológico, más dócil a las conveniencias de quien manda, un PRI desnaturalizado que niega a su militancia y le pone por debajo de candidatos de ocasión. Es mi postura que no debe haber lejanía del PRI con su Presidente de la República, pero la cercanía debe ser una “sana cercanía”. Lo mejor para el PRI no es por definición lo que resulte mejor para el Presidente y quienes le hablan al oído.
Tendré la alta distinción de participar con 11 oaxaqueños más en las mesas de debate previas a la Asamblea Nacional. Estaremos en días previos defendiendo cuanto la militancia de los municipios oaxaqueños nos ha mandado. Por mi parte tengo fe en una militancia más responsable y participativa y mientras llega, no debe pretendérsele una moda, algo que se puede borrar de un plumazo.
Twitter @MoisesMolina
Hoy testimoniamos los primeros visos de una síntesis hegeliana. Ulisistas y muratistas al centro y algunos grupos satelitales comienzan a ponerse de acuerdo. Siempre se dijo que la ruptura en el PRI, sobrevino ajena a la militancia. Se patentizó en sus grupos y – para bien o para mal- nada ajeno a los grupos podía ser germen de reunificación.
La última integración del Consejo Político Nacional en Oaxaca fue, quizás el punto más álgido de la ruptura. Dos planillas fueron presentadas en aquella ocasión. Cada una fue integrada por los dos grupos más visibles. La intransigencia era omnipresente y la lucha de egos llevó el proceso hasta los tribunales y lo que se tuvo que haber resuelto haciendo política dentro del partido, se sentenció en una instancia ajena a los priistas de Oaxaca. Lo que debió haber sido un acuerdo civilizado, se sustituyó por la frialdad procedimental. Se integró una planilla que, a la fecha visiblemente, tiene insatisfechos a muchos de quienes participaron en su elaboración.
De Alejandro Avilés se podrán poner en duda muchas cosas, no su astucia, un género del intelecto apuntalado en el pragmatismo. Nadie como él sabe al día de hoy que no es lo mismo operar en el bajo perfil, que mostrarse, dar la cara, estar expuesto, dar explicaciones, rendir cuentas públicamente. El salto hacia el alto perfil tenía que implicar un cambio de juicios, incluso de actitudes. Hoy ha quedado, por circunstancias a él ajenas, al frente del PRI oaxaqueño.
En ausencia física del Presidente del Comité Directivo Estatal, él es quien decide. Sus parámetros de decisión no son ya los mismos.
Avilés se deja guiar. Desprendido de la soberbia que su nueva responsabilidad pudiese justificar, parece saber qué terreno pisa a cada paso que da; con cada decisión que toma. Se deja guiar, manda obedeciendo. ¿Quiénes son sus guías? Indiscutiblemente Ulises Ruiz … pero también Murat.
Para nadie es secreto que con los dos acuerda, que a ambos consulta, que con ellos cabildea. Que sus opiniones son solamente eso, opiniones. Opiniones que se convierten en decisiones si cuentan con el doble aval. Solo así ha habido calma en la tormenta.
Pudiera parecer grotesco que dos personas decidan los destinos del PRI oaxaqueño. Pero, por el momento, no queda de otra. Para ganar elecciones, el PRI necesita unidad, para que haya unidad se necesita orden. Y en las actuales circunstancias el orden lo negocian Murat y Ulises. No hay más. Quien no lo quiera ver, seguirá caminando con una venda en los ojos. Probablemente el “agandalle” siguiera de no estar Murat donde Peña Nieto lo puso. Pero ahí está y hoy no pesa solamente como ex gobernador. Quienes lo daban por muerto, hoy lo ven más vigente que nunca.
En Oaxaca no existe una cultura partidaria. Y con ello me refiero a todos los partidos. La cultura partidaria implica antes que todo “participación”, interés, involucramiento voluntario en los asuntos del partido que, en su cenit, tienen normas, reglas estatutarias que marcan procedimientos con sus plazos y sus términos.
El militante quisiera que se le informara por teléfono o en su casa, de cada convocatoria, que se le explicara su contenido, que se le clarificaran los plazos y hasta que se le elaboraran los documentos necesarios para participar en los procesos internos. La realidad ilustra que hay interés solo cuando las cosas se han consumado de modo irreversible.
¿Que falta publicidad a las convocatorias? ¿Que de ellas se enteran solo unos cuantos? ¿Que se les invita sólo a convalidar decisiones que ya se han tomado por los grupos? Son verdades. Pero el cambio debe venir de la propia militancia, de su interés, de su participación, de su involucramiento.
La planilla única presentada de 55 delegados y que “eligió” la Asamblea Estatal tuvo oposición en algunos de sus nombres. Es natural. Los militantes conocen a todos y los juzgan. Eso nadie lo puede cambiar. A más de ello hay que decir que, de acuerdo a la lógica de los grupos, fue una planilla equilibrada, de unidad. Incluyó a todos los grupos. Ahí estuvo la mano de Ulises, Murat, Heliodoro, Corpus, Sofía, Héctor Pablo, Jorge Toledo, Fito , González Illescas, con propuestas o con su aval.
Fue un paso importante. Derivado de la experiencia anterior, se evitó el agandalle y con él, sus nefastas consecuencias que le hubieren llevado de nueva cuenta a los tribunales. Este proceso es solo una escala hacia la Asamblea Nacional.
No son tan importantes los nombres como el proyecto. Todos vamos unidos en torno a lo que los priistas mandaron en sus asambleas municipales. No habrá pronunciamientos a título personal. Se defenderá sin titubeos lo que los priistas de todo el estado determinaron unánimemente y es un rotundo “NO” a la propuesta de reforma de nuestros Documentos Básicos filtrada por el Comité Ejecutivo Nacional y presumiblemente atribuida al Presidente Peña Nieto.
En el proyecto se pretende, como lo comenté oportunamente, eliminar del Programa de Acción la prohibición de gravar con IVA los alimentos y las medicinas; y en lo que respecta a los Estatutos, entre otras cosas, reducir la integración del Consejo Político Nacional a menos de la mitad de sus actuales miembros; reducir a una cuarta parte los integrantes de la Comisión Política Permanente del mismo consejo; eliminar el requisito de haber desempeñado un cargo de elección popular para poder ser candidato a Gobernador o Presidente de la República; y establecer la posibilidad de postular como candidatos del PRI a ciudadanos sin militancia.
Se pretende un PRI más vertical, más pragmático, menos ideológico, más dócil a las conveniencias de quien manda, un PRI desnaturalizado que niega a su militancia y le pone por debajo de candidatos de ocasión. Es mi postura que no debe haber lejanía del PRI con su Presidente de la República, pero la cercanía debe ser una “sana cercanía”. Lo mejor para el PRI no es por definición lo que resulte mejor para el Presidente y quienes le hablan al oído.
Tendré la alta distinción de participar con 11 oaxaqueños más en las mesas de debate previas a la Asamblea Nacional. Estaremos en días previos defendiendo cuanto la militancia de los municipios oaxaqueños nos ha mandado. Por mi parte tengo fe en una militancia más responsable y participativa y mientras llega, no debe pretendérsele una moda, algo que se puede borrar de un plumazo.
Twitter @MoisesMolina
viernes, 8 de febrero de 2013
OAXACA PUEDE SER, DE NUEVO, PARA EL PRI
¿Por qué siguen siendo tan competidas –por no decir peleadas- las candidaturas en el PRI? Es una realidad que la expectativa por alcanzar una nominación por el tricolor entre sus militantes sigue tan alta como en sus esplendorosas épocas.
Perdimos el gobierno, las presidencias municipales más importantes; y en el congreso nuestra presencia es poco más que testimonial; en el órgano electoral no somos ni la sombra de lo que antes fuimos. Por si poco fuera, Enrique Peña Nieto tuvo un resultado adverso en Oaxaca y la representación que en el Senado tenemos es menos que un premio de consolación. Nuestro candidato perdió.
El PRI entró en una profunda crisis, fue víctima de la dispersión, de una diáspora por momentos involuntaria, de enconos; de autoexclusiones en un extremo y de “agandalles” en el otro. El 2010 dejó un PRI acéfalo, sin liderazgo y a más de ello, sin rumbo. No había hombre fuerte (aún no lo hay y no sabemos por cuánto tiempo no lo habrá), ni proyecto. Solo caos. A partir de esa fecha sobrevino para quienes han detentado sus despojos lo que bien podemos llamar “la administración del desastre”.
No hubo catarsis, trabajo de introspectiva. Se impuso la voluntad de los que siempre ganan; de los que ganan ganando e incluso perdiendo. Un PRI huérfano, ayuno de motricidad, en la inanición. Fue un golpe duro. Cuando despertamos, el dinosaurio estaba en la lona y los apologistas de nuestra hecatombe se encargaron de recordarlo prácticamente a diario.
A las críticas indiscriminadas de afuera, se sumaron las de adentro, más sensatas unas, más viscerales otras.
Sobrevino 2012 y el PRI oaxaqueño aún sin nada qué festejar. El único halo de consuelo y tenue esperanza lo representó Peña Nieto, pero su triunfo lo vimos de lejos. Estuvimos ausentes de la fiesta. Lo que se festejó fue por sistema, para ponerle máscara a la autoconmiseración. No hubo dignidad en esta derrota. Encarnamos inversamente el adagio: “No se pierde para siempre, pero tampoco se gana para siempre”.
Recorrido el anterior panorama, pareciera que nadie tendría nada que pretender dentro del PRI. La realidad es otra. Casi cualquier priista quisiera ser candidato o candidata. ¿Por qué –entonces- sigue el PRI siendo tan competitivo al interior?
La respuesta desde luego no la pretendo para mí. Sería soberbio y egoísta intentarlo. Pero sí puedo cavilar con ustedes algunas reflexiones en torno a ello.
Los priistas no quieren dejar de ser priistas. Aunque algunos, -necios, encaprichados, resentidos, agraviados-, compitan por otras siglas o renuncien públicamente a su militancia, en su mayoría regresan; y si no lo hacen formalmente, en su pensar y obrar domina el gen priista. Siguen siendo priistas. Habiendo huido del hogar, ya no sirven al PRI, pero tampoco a otros partidos. Suplantan su convicción partidaria, por el servicio a ellos mismos. El proyecto de partido se sustituye por el proyecto personal. Con notables excepciones, no encuentran en otros colores, la mística que en el PRI tuvieron. Andan sonámbulos, coyunturales, inmediatos, pragmáticos, utilitarios –para ir con Mill y Bentham. Ejemplos los tenemos por todos lados, vegetando en los congresos, los ayuntamientos y la propia gubernatura.
Muchos aún no caen en la cuenta, pero 2013 puede ser el inicio de un paulatino regreso para el PRI en Oaxaca. Y ese retorno se hace más factible en la medida en que no depende ya enteramente de su dinámica interna. Vaya o no unido, el PRI tiene altas posibilidades de recuperar presencia en el congreso local y en las presidencias municipales. Un fuerte factor exógeno abre la rendija: la inminente configuración de la competencia del primer domingo de julio.
EL PRI irá coaligado con su cero a la izquierda; el PAN con la mitad de la izquierda que pudiera representar el PRD (esa mitad anti o meta obradorista) y su respectivo cero a la izquierda; Movimiento Ciudadano, Nueva Alianza, Unidad Popular y Partido Social Demócrata irán solos.
Los tres últimos serán espectadores, en términos globales, ni siquiera competirán. El PSD, preocupado más por la conservación de su reciente registro, hará labor de carroña entre los partidos grandes, pero el daño que pueda infringir no irá más allá de uno o dos municipios, entre ellos la capital.
Movimiento Ciudadano, aún ayuno de identidad seguirá a disposición de López Obrador y sus candidatos. Será MORENA, compitiendo aún sin registro formal. Se llevará la otra mitad de la izquierda también en crisis en Oaxaca. Al PUP ni me refiero.
Con todo y la deficitaria cultura política del oaxaqueño, a la gente le ha quedado más que claro el resultado de las coaliciones anti programáticas entre la izquierda y la derecha. Eficacia electoral no significó, en modo alguno, eficiencia en el gobierno. Fueron muy efectivas para capitalizar el hartazgo. Hoy el hartazgo es hacia ellas. Supieron ganar, pero nunca gobernar y el plazo de gracia terminó.
El PRD tiene su propio pandemónium con dos dirigencias nadando en odios e intransigencia. Ninguna de las dos soberbias puede quedarse rezagada. Y el PAN ha convertido sus siglas en cenizas. Con el PT, que va con ello, no desperdiciaré espacio en esta columna.
El único partido que mantiene su voto duro es el PRI y si bien es cierto, desde hace tiempo no le ha alcanzado para ganar, en esta elección le puede representar el triunfo. Puede el PRI pasar en medio de todos aún sin la pretendida unidad que tardará, naturalmente, más tiempo en llegar de forma casi absoluta.
El perfil de los candidatos no será, tristemente, determinante. Hacia donde dirijamos la mirada, encontraremos lo mismo. Me atrevo a decir que ninguno, sea del partido que sea, marcará en base a cualidades personales, diferencia.
El único referente de peso en Oaxaca como alternativa al PRI es la izquerda y hoy está partida. La izquierda obradorista antes de ir contra el PRI irá contra el PRD. Al tiempo …
moisesmolinar@hotmail.com
Twitter: @MoisesMolina
sábado, 2 de febrero de 2013
LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y EL DESPRECIO
Oaxaca sigue estando al margen de la vida nacional, parecemos una ínsula aparte donde el atraso y la inmovilidad parecen consustanciales. Y no es únicamente en torno a las problemáticas sociales. En materia político-electoral, seguimos patinando –por usar el calificativo más amable- en el mismo fango. De nuestro sistema electoral, solo se salva –con ciertas reservas- el ámbito que corresponde al Poder Judicial, los tribunales; lo demás sigue podrido sin visos de que nadie pretenda, por ningún lado, iniciar una transformación que vaya más allá de la reglas, del marco jurídico y vaya más allá: al terreno de las actitudes y valoraciones, de la cultura política.
El pasado 31 de enero venció el plazo que la ley electoral de Oaxaca marca a los partidos políticos para presentar obligatoriamente su plataforma electoral. De no ser por requisito periodístico, nadie se hubiese enterado de que todos los partidos cumplieron. Todos entregaron su plataforma en tiempo y forma, para poder contender en la próxima elección de diputados locales y presidentes municipales.
Pero ¿sabe usted –amable lector- qué es una plataforma electoral?
Es un documento de la más alta importancia para la salud de la democracia, una excelente oportunidad para fortalecerla, dotarle de sentido con cada proceso electoral; es un ejercicio de comunicación política donde los partidos enuncian las propuestas que sus candidatos defenderán en sus respectivas campañas y que, en caso de ganar, aplicarán en su gestión. En el caso que nos ocupa, las plataformas electorales que puntualmente se presentaron ante el órgano electoral oaxaqueño deben contener el plan legislativo y de gobierno municipal que sus candidatos habrán de ofertar en campaña y poner en marcha, en caso de ganar sus elección a diputado o presidente municipal.
¿Cómo hicieron sus plataformas? ¿Tuvo usted alguna noticia de ello? ¿Le preguntaron a usted alguna vez algo sobre los problemas de urgente y no tan urgente solución de su distrito o municipio?
Pueden los dirigentes partidistas pensar que no tienen por qué, que la ley no les obliga a consultar al ciudadano. Y esto podría resultar válido en una comunidad política reducida en población y en territorio; y homogénea en su problemática. Pero un trabajo partidista serio, comprometido, como siempre se escucha en el discurso, implica desprenderse del autoritario monopolio de la verdad para salir a las calles a preguntarle a los que votan.
Podría este esfuerzo, en el último de los casos, sustituirse por ejercicios demoscópicos, por encuestas. Pero ¿supo usted de alguna? ¿Alguna vez recibió al menos una llamada telefónica que pidiera su opinión para la plataforma electoral de algún partido? Bien se que no.
¿Cuál es la resultante? Que las pre campañas y campañas electorales que sufriremos durante mayo y junio próximos, serán una vez más de ocurrencias. Para nadie debe ser secreto que la plataforma que los partidos presentaron durante los últimos diez días de enero, como lo pide el artículo 154 del Código de Instituciones Políticas y Procedimientos Electorales de Oaxaca, sean refritos de plataforma anteriores. Y así ha venido siendo durante no sabemos cuánto tiempo. Como si la realidad hubiese hecho una pausa, como si la dinámica social fuera estática social, como si los problemas y las necesidades de los municipios y –un poco más relativamente- de los distritos fueran siempre los mismos.
Las plataformas electorales siguen siendo uno más de varios requisitos incómodos, estorbosos que por ley se tienen que cumplir. Pero nos sirven como parámetro para saber que la naturaleza de los partidos políticos a los que, con el dinero de nuestros impuestos, se asignan sumas millonarias, sigue siendo la misma. No hay compromiso con los electores, mucho menos con los habitantes; hay, en lugar de eso, desprecio.
Los partidos entienden muy bien que los electores no dejan de votar, que el abstencionismo se ha estancado en el mismo porcentaje, que no hay modo alguno en que los ciudadanos les castiguen. Las elecciones son de partidos y uno tiene que ganar. Y aunque alguna vez se registraran niveles anormales de abstencionismo, nuestro sistema electoral está diseñado para que gane quien obtenga el mayor número de votos, así sean muy pocos.
En el caso de mi partido, el PRI, que es el que con más profundidad conozco en sus normas y prácticas, me insatisface que teniendo un órganismo expresamente obligado por estatutos a realizar este trabajo, siga siendo omiso. El 203 de los estatutos del PRI expresa: “La Fundación Colosio A.C es la instancia coordinadora y rectora del partido … para elaborar los planes de gobierno y las plataformas electorales”.
Y muy probablemente no sea la intención de su presidente no hacer nada o hacer muy poco. En la realidad sigue siendo, como algunos otros espacios estatutarios dentro del PRI, apéndice del Comité Directivo Estatal. De los cargos entregados fuera de los estatutos, mejor ni hablamos. ¿A dónde se va el dinero que vía órganos electorales se asignan a los partidos etiquetados para tareas de investigación o capacitación política? Si se entregan íntegros a Fundación Colosio e ICADEP, sus titulares son responsables del hoyo en esta materia; si no, habrá que preguntar a los dueños de las firmas mancomunadas en las cuentas bancarias.
Lo cierto es que una plataforma política en una democracia sana, debía ser el referente principal no solo de electores, sino de candidatos también y su integración debía ser por eso participativa, incluyente, plural, abriendo paso a los expertos más allá de su filiación política o la ausencia de esta. Se trata de los oaxaqueños, al menos en esta elección, en cada municipio regido por el sistema de partidos políticos.
Volveremos a tener campañas de ocurrencias, donde los candidatos a diputados de todos los partidos estarán comprometiendo obra pública y hasta favores personales y los candidatos a presidentes municipales anunciando promesas imposibles de cumplir. Las plataformas electorales, pulcras, entregadas en tiempo y forma, quedarán en el archivo muerto de alguna oficina del IEEPCO y de los propios partidos.
moisesmolinar@hotmail.com
Twitter: @MoisesMolina
viernes, 25 de enero de 2013
¿QUIÉN PARA PRESIDENTE DEL PRI?
Tres presidentes han desfilado por el PRI oaxaqueño desde que Eviel Pérez lo soltó en pos de la senaduría. Los tres sin pena ni gloria; los tres al filo de los estatutos. De ninguno podemos decir que hizo su mejor esfuerzo, porque no hay esfuerzo que valga cuando se desconoce profundamente la dinámica tan compleja del priismo oaxaqueño, sobre todo del cupular.
Los dos primeros, Arturo Osornio y Jorge Sandoval, salieron por piernas. Ninguno se ancló a Oaxaca, ni estuvo aquí de buen grado. Su vida y sus aspiraciones inmediatas siempre estuvieron en otro lado. El último, Don Salvador Sánchez, enfermó de gravedad y era además un secreto a voces que la presidencia la ejercía de facto Alejandro Avilés.
Don Salvador se fue. No será más presidente del PRI. Su difícil situación se dio en medio de los preparativos para el cónclave priista más importante: la AsambleaNacional en que se modificarán los documentos básicos para el partido y además en la antesala del primer proceso netamente local sin gobernador priista al mando.
El escenario doméstico no es muy diferente al que padecieron Osornio y Sandoval. Un PRI ya no tan confrontado pero aún dividido, disperso, en la zozobra de la sospecha. La sospecha del “agandalle”, de la venta de candidaturas, del torcimiento y manipulación de las encuestas y de la exclusión es omnipresente. Quien no lo quiera ver, es necio.
El PRI se queda nuevamente sin presidente en medio de una guerra de ya no tan baja intensidad. Las patadas por debajo de la mesa han comenzado sin nadie que ponga orden y los tiempos corren inflexibles.
La llegada de ManuelAndrade, el ex gobernador tabasqueño al relevo sigue en mera especulación. La realidad es que sobre la mesa también estaba, al menos, el nombre de Samuel Aguilar. Hoy sabemos que el nombre es casi lo de menos. Hoy entendemos que con la asunción de Enrique Peña Nieto y su firme empoderamiento todos quienes ocupen cargos partidarios a todos los niveles son agentes ejecutores de lo que fuera del PRI formal se decide. En Insurgentes solo quedó el corazón del PRI; el cerebro está en Bucareli en uno de sus hemisferios y en Palacio nacional el otro. Enrique Peña Nieto a sugerencias de Miguel Ángel Osorio Chong y Luis Videgaray es el único que decide cuanto pase en el PRI en todas latitudes.
La verticalidad es consustancial al nuevo PRI. Es la máxima garantía de orden porque se entiende bien que sin orden no hay eficacia política ni electoral. Ellos mandan, todos los demás obedecen, incluidos, desde luego, quienes representen al PRI oaxaqueño.
Murat hace lo suyo; Ulises lo propio, pero ahora con una pequeña gran variante: ya hay quien los llame al orden, quien los siente en la misma mesa. El Presidente vuelve, para el PRI, a ser “El Señor Presidente”. No hay que buscarle más.
Bien puede Alejandro Avilés asumir la presidencia y tendría, como cualquier otro, que acatar lo que en el Distrito Federal se decida. Las negociaciones ahora tienen salida, las decisiones se procesan más tersa y civilizadamente. El PRI oaxaqueño tiene, por necesidad, que estar bajo tutela. Es el único freno al canibalismo. No hay lugar a la discrecionalidad, allá se acuerda y aquí se cumple. La última palabra la tiene y la tendrá siempre el Presidente de la República. Los priistas irán con los candidatos del Presidente; si no sus amigos, sí sus palomeados. No puede ser de otra manera.
Peña Nieto inaugura en el PRI la era del pragmatismo que ya no será exclusivo de las nefastas coaliciones entre derecha e izquierda. El Presidente propondrá y los priistas autorizarán todo cuanto sea necesario en pos de la eficacia electoral. La maquinaria del PRI tiene que volver a lo básico en estos tiempos de competencia desleal, incluso por encima de su tradición estatutaria. Un PRI moderno tiene que ser un partido ganador por encima de cualquier otro adjetivo.
Repartidos prácticamente todos los espacios de gobierno federal, quien venga a Oaxaca a presidir el PRI, lo hará –ahora sí- de tiempo completo. Sin mayores aspiraciones que servir al proyecto del Presidente. Su desempeño al frente del PRI oaxaqueño será una escala rumbo a una curul o al ostracismo. Esa será la garantía de esmero y entrega.
No es fortuito que Avilés se haya hecho cargo de la Secretaría General. No es un secreto que Murat estuvo de acuerdo. Avilés se la debe a Ulises tanto como se la debe a Murat y es natural que tenga que hacer música sin prescindir de ninguno de esos dos instrumentos: el bajo y la guitarra. Tiempo y melodía.
Poco a poco se irán apaciguando los ánimos de todos quienes se sienten con el mayor mérito para una candidatura. Las encuestas que, se esperan serias y directamente ordenadas desde el CEN del PRI, serán el filtro. Las inconformidades serán resueltas en el tribunal del manotazo presidencial. Allá del priista que quiera ir en contra de su altamente ponderado presidente.
moisesmolinar@hotmail.com
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