Al cierre de esta entrega, se había computado poco más del 80 por ciento de los votos en los consejos distritales de Oaxaca para la elección de diputados por mayoría relativa. Ixtlán, Tlacolula de Matamoros, Ciudad Ixtepec, Santo Domingo Tehuantepec, Miahuatlán de Porfirio Díaz, San Pedro Pochutla, San Pedro Mixtepec, Pinotepa Nacional, Putla Villa de Guerrero, Heroica Ciudad de Tlaxiaco, Heroica Ciudad de Huajuapan, Nochixtlán, Ocotlán, Juchitán, Matías Romero y Acatlán de Pérez Figueroa son los distritos locales electorales donde se habían contado los votos ya en su totalidad e imperó la tendencia arrojada por el PREP, quedando pendientes para mañana 11 de julio los cómputos de los votos para presidentes municipales.
Una de las consecuencias de la crisis de nuestro sistema electoral será sin duda la judicialización de las elecciones.
No se debía ganar en los tribunales lo que no se ganó con contundencia en las urnas. Es mi punto de vista.
Dos distritos (Miahuatlán y Pinotepa) tienen garantizado el pleito en tribunales de pronóstico reservado; y no menos municipios serán los que corran la misma suerte.
El 53 por ciento de participación ciudadana no es una cifra que se deba festinar. Acostumbrados como ya estamos al relativismo, dichos números parecen un triunfo, pero el hecho de que casi la mitad de los ciudadanos inscritos en la lista nominal y con credencial para votar en el bolsillo no hayan ido a las urnas es preocupante, aunque se trate de una elección intermedia. Ninguna elección debía tener tal nivel de abstencionismo, menos cuando la “supuesta” elección intermedia ya no es tan intermedia como antaño. Antes se elegían diputados locales en una jornada y presidentes municipales en la otra. Ahora las dos concurren y son elecciones para estos últimos cargos las que más sacan a votar a la gente.
Manuel León y Paloma Fuentes, dos jóvenes limpia y sinceramente comprometidos y con la camiseta del IEEPCO bien puesta me daban sus válidas razones para que los órganos electorales locales prevalecieran ante la propuesta que circula de crear un Instituto Nacional de Elecciones que asuma (no centralice) las funciones del IFE y de los propios Institutos Locales, sobre todo en estados como Oaxaca con fuerte presencia indígena y consecuentemente de Usos y Costumbres, hoy llamados Sistemas Normativos Internos, por nuestra ley local.
La búsqueda de culpables (mucho menos la individualización de las culpas), no resuelve este gran problema; pero tampoco la evasión de responsabilidades. Al final es un asunto de cultura que pasa por todos.
La realidad es que fue una elección de movilización, de acarreo, pues. En un desolador escenario de escasa participación, ganaron quien movilizó más y mejor. De ese 53% que fue a votar, ¿cuántos lo hicieron sin que mediara invitación, acarreo, movilización o motivación de parte del equipo de algún candidato? Yo creo que muy pocos. La mayoría fue a votar por compromiso; porque es voto duro, porque algo le dieron o porque hay amistad. Pocos fueron en cumplimiento a la obligación cívica.
Se supone que en un escenario de abstencionismo el más beneficiado es el PRI. ¿Qué pasó entonces? Pasó que los priístas no hicieron bien la tarea. El rumor creciente de la simulación al interior de las estructuras electorales del tricolor cobra cada vez más visos de verdad. El electorado que siempre vota, se ha hecho tramposo, cada vez inmune al compromiso. La fidelidad al partido o al candidato es un recurso cada vez menos abundante (después diremos: cada vez más escaso).
La oposición al PRI aún no perfecciona sus estrategias de movilización y en el PRI se está perdiendo pericia al hacerlo. Grande es, sin embargo, el mérito de los candidatos priistas ganadores y de sus equipos. Hay que reconocérselos. Ganaron su elección defendiendo las siglas de un partido que por el momento no existe en Oaxaca. Sus dirigentes son diputados locales desde antes de iniciar las campañas y por ello fueron los primeros simuladores. El trabajo de campaña se redujo, para ellos, en posar para las fotos de algunos eventos, incluso de quienes ingenuamente estaban siendo llevados al matadero. Tan kafkiano es Oaxaca que no conformes, con esto, sus contrapartes candidatos triunfantes llevarán a estos mismos dirigentes (que una vez diputados, no querrán dejar de ser dirigentes) a coordinar la bancada priista en el congreso, cuando un criterio natural sería, hacer coordinador de la fracción a quien hubiese obtenido más decorosamente el triunfo en su distrito o a alguien que, al menos, haya competido.
Este proceso electoral fue, en el mejor sentido que se le pueda dar al término, mediocre. Del porcentaje de participación ciudadana en cada distrito y municipio ¿con cuanto ganó cada diputado y presidente municipal? En promedio con el 40% de ese 50% que fue a las urnas. En términos absolutos cada diputado y cada presidente municipal estarán representando al 30% del electorado, a 3 de cada 10 ciudadanos mayores de 18 años con credencial para votar.
Queda mucho por hacer en este desolador panorama, pero, en lo dicho: Si usted –amable lector- no votó, no se queje.
moisesmolinar@hotmail.com
Twitter: @MoisesMolina
miércoles, 10 de julio de 2013
viernes, 28 de junio de 2013
ELECCIONES: UN ASUNTO DE 40-40-20
“… la imagen del candidato y las propuestas conectadas a beneficios para los electores, se vuelven más importantes que la ideología, que el dinero; que los ataques, tácticas e incluso, que el poder del partido mismo. Quienes reaccionen con ideas prácticas basadas en una estrategia que contemple estas nuevas diferenciaciones en las actitudes de los públicos, incrementarán su influencia a diferencia de los que sólo esgriman formulaciones ideológicas u ocurrencias creativas o emotivas”
C.F.R
ELECCIONES: UN ASUNTO DE 40-40-20
Hurgando entre mis archivos -práctica de sepulturero y desenterrador-, me encontré con uno que amablemente nos compartió Carlos Flores Rico en uno de esos cursos para Directores de Estrategia en el CEN del PRI. Para aquel momento el libro aún no era publicado y lo bebimos en exclusiva, en su versión electrónica a través de la pantalla luminiscente. Su título era revelador y muy pertinente para el momento que estamos viviendo en 14 estados del país incluido Oaxaca:”DE ESTRATEGIA Y ESAS COSAS PARA GANAR ELECCIONES”. Confieso que no he indagado si el texto llegó a manos de alguna editorial.
Aunque Flores Rico tiene, político como es, muchos detractores en el mundo académico y no obstante podamos, con razón o sin ella, apilar autores con opiniones más autorizadas sobre el tema, no podemos negarle al tamaulipeco la superioridad que dan las visitas recurrentes a la línea de fuego, al terreno de los hechos, a las campañas político-electorales en México.
Probablemente usted –amable lector- no conozca la naturaleza del comportamiento del electorado, la segmentación del 40-40-20, popular entre los estrategas político-electorales. Se la explico para que tenga más claro, sin que sea definitivo, quiénes pueden ganar estas elecciones en el municipio y distrito donde usted votará.
Existe entre los electores con credencial de elector en mano, un 40 por ciento que se reparte en fidelidades a los partidos políticos. Todos los partidos conservan, por mínima que sea, una base (llamada por la mayoría voto duro) que le es leal, que pase lo que pase, no cambia y mantiene con cada elección, el sentido de su voto. En ese 40 por ciento cabe el voto duro de todos los partidos políticos, probablemente sea usted parte de él.
Otra proporción igual se compone de quienes apáticos, se despreocupan de todo cuanto tenga que ver con elecciones y no votan. Es el 40 por ciento de los abstencionistas, esos que nunca o rara vez votan.
Y el 20 por ciento restante, que es a quienes podemos decir van dirigidas propiamente las campañas; ciudadanos participativos que siempre o casi siempre votan, pero no en el mismo sentido. Son ellos quienes, probablemente como usted, definen las elecciones. En ocasiones –cada vez menos- votan por el partido, a veces por el candidato, sin importar el partido que lo haya postulado; una jornada electoral votan rojo y a la siguiente azul o amarillo. No tienen compromiso (ya no digamos ideológico) de ninguna índole y el sentido de su voto depende de las más insospechadas razones.
El hecho de pertenecer a este privilegiado 20 por ciento no implica que razone su voto, que compare opciones, que investigue y contraste; implica solamente que su voto irá conforme a lo que cree más conveniente o responda mejor a sus intereses.
Buena parte del 40% inicial, del voto duro, ha emigrado hacia este segmento. Se hace portador de un voto de conveniencia, de inconformidad o de castigo. Cada vez son más conocidos los casos de “militantes” -hasta distinguidos- de los partidos políticos que, inconformes, no le entregan a “su” partido el voto. Pueden estar inconformes con el partido, con el candidato o con ambos.
Pero se supone, al límite de la ortodoxia, que son los que pertenecen a este quinto final los destinatarios de toda esa parafernalia que llamamos “campaña electoral”
¿Se ha preguntado –amable lector- qué es una campaña electoral como las que estamos afrontando candidatos y electores? Si es usted acucioso, convendrá conmigo en que no es otra cosa que un ejercicio de comunicación. Un proceso en que, medianamente, si se quiere seguir el modelo propuesto por el lingüista ruso Roman Jackobson existen los siguientes elementos: emisor, mensaje, receptor, referente, código, canal y retorno; algo qué decir, alguien que lo diga, cómo decirlo, a través de qué medio decirlo y alguien que reciba el mensaje como receptor o como destinatario. A esta sencilla lógica obedecen los resultados, la determinación de ganadores o perdedores.
Al menos este 20 final, necesita buenos ejercicios de comunicación que le refieran motivación para entregar su voto; espera ser seducido por algún candidato en particular para premiar su esfuerzo en las urnas.
¿Qué están haciendo a este respecto las candidatas y los candidatos?
Del epígrafe de esta columna podemos tomar parámetro y juzgar. Los candidatos ¿le han seducido? ¿Ha encontrado en las campañas que estamos viviendo coincidencia con lo aquí planteado? ¿Han sido eficaces ejercicios de comunicación? ¿Le han servido a usted los mensajes emitidos? O, a partir de esto, ¿infiere usted que han sido carnaval de ocurrencias y descalificaciones?
Una campaña electoral debe reforzar el apoyo de las bases y conseguir el despliegue entre los que no son incondicionales. Es decir, debe motivar a los propios y convencer a los ajenos. ¿A usted le han motivado o convencido? Creo que esta última es la pregunta mágica que usted y solo usted debe responder para sacar de la guantera el resultado de la elección.
El convencimiento, el contraste, el análisis, la ponderación de las propuestas, es decir, su elección racional no se contrapone a los siempre presentes esfuerzos cada vez más organizados de compra y coacción del voto.
Usted está en plena libertad de “agarrar todo lo que le den” y al final votar de acuerdo a los dictados de su conciencia, incluso puede usted no ir a votar o anular su voto. No es que lo anterior sea sugerencia de quien esto escribe. Nada más alejado de ello. Solo señalo posibilidades.
A fuerza del clientelismo, los partidos y los candidatos han ido cavando más profunda su propia tumba, han malacostumbrado a un electorado cada vez más utilitario y convenenciero que les ha tomado la medida. Cuando la imaginación, sustituta de las buena fe y las buenas intenciones, se agotó, vino la peor de las ocurrencias: el clientelismo, donde los electores se asumen gustosamente mercantes en el emporio de la democracia, donde no siempre hay mejor postor y redundantemente, en cada vez más ocasiones, todos los postores son malos.
¿Cómo juzga usted –dilecto lector- las campañas que ve a diario? Comparta su juicio conmigo. Es un placer también leerle.
moisesmolinar@hotmail.com
@MoisesMolina
viernes, 21 de junio de 2013
“NO SABE NADA…”
Mucha tinta ha corrido la semana que se va sobre las inconsistencias en la estructura que detenta lo más grave de la responsabilidad de llevar a buen puerto la elección del próximo 7 de julio en Oaxaca; aquella que integran los consejos distritales y municipales electorales.
El Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana de Oaxaca tiene en esos consejos, el reflejo de lo que la ley manda en el ejercicio de la función electoral: certeza, legalidad, independencia, imparcialidad y objetividad. De ahí su importancia; son la representación de la autoridad electoral ahí donde la elección se desarrolla, en los municipios y en los distritos.
Si en los consejos van mal las cosas, la elección no podrá ir bien.
Preocupantes son los comentarios que han llegado al correo de quien esto escribe. Muchos jóvenes que – quizás en razón de su edad y por su condición de desempleados- trabajan eventualmente como técnicos y asistentes electorales en esos consejos, acusan las inconformidades más variadas que convergen en el mal trato. Llama poderosamente mi atención la referencia recurrente a la incapacidad, por no decir incompetencia de sus superiores, en especial, de algunos presidentes de consejo. “No sabe nada”, me refirió uno. Se dan cuenta, juzgan y les ofende recibir trato indigno de quienes a su juicio, saben menos que ellos de su trabajo; de quienes ignorando lo elemental en materia electoral, pretenden aliviar frustraciones personales o profesionales a través del ninguneo.
Probablemente para ello baste un curso de relaciones humanas. Pero ha trascendido ya, que derivado de su incapacidad manifiesta, algunos presidentes de consejos están siendo removidos y otros tantos están quedando como meras figuras decorativas limitados a firmar cuanto les pongan enfrente. Personal diverso al contratado habría tomado de facto las riendas de las presidencias, aunque los titulares formales sigan cobrando sus sueldos.
¿De dónde salieron entonces los presidentes de los consejos? ¿Quién los puso como consejeros? ¿Les pidieron algunos requisitos? O ¿fue la amistad o la afinidad el criterio de selección de perfiles tan delicados?
Que los presidentes de los consejos tienen militancia partidista es también comentario mediático y queja recurrente de diversos orígenes. El que los partidos políticos “pongan” consejeros presidentes de estos consejos, no sería correcto, ni bueno, ni legal. Hay quienes meten las manos al fuego por defender estas afirmaciones.
La ley habla de un procedimiento, requisitos y hasta “principios” para “designar” a los consejeros distritales y municipales, incluidos sus presidentes. ¿De quién es entonces la responsabilidad de malas o pésimas designaciones?
La ley es clara y responsabiliza en su artículo 32 a la Junta General Ejecutiva de “elaborar y publicar la convocatoria para allegarse aspirantes; así como llevar a cabo el procedimiento de selección para la integración de las listas de propuestas, para designar a los integrantes de los consejos distritales y municipales electorales”; en su artículo 43 a las Direcciones Ejecutivas de Organización y Capacitación Electoral; a las Direcciones Ejecutivas de Organización y Capacitación Electoral de “verificar el cumplimiento de los requisitos de elegibilidad, y clasificar los expedientes por grado de escolaridad y experiencia político-electoral”; y en su artículo 30 al Director General solo de “hacer llegar al Consejo General las propuestas … en lista de presidentes, secretarios y consejeros electorales propietarios y suplentes de los consejos distritales y municipales, para su designación”.
¿Y cuáles son esos “requisitos de elegibilidad” que pretendidamente no se observan? ¿Qué se necesita para ser presidente de un consejo distrital o municipal?
La misma ley da la respuesta clara y contundente. El artículo 44 del CIPPEO exige que “los consejeros electorales, que integrarán los consejos distritales y municipales deberán satisfacer los siguientes requisitos:
I.- Ser ciudadano oaxaqueño, en pleno goce de sus derechos políticos y civiles, estar inscrito en el Registro Federal de Electores y contar con credencial para votar con fotografía;
II.- Ser vecino del Estado con residencia de cinco años;
III.- Contar con conocimientos en materia político–electoral, que le permita el desempeño adecuado de sus funciones;
IV.- No desempeñar o haber desempeñado cargo de elección popular, en los dos años anteriores a la designación;
V.- No desempeñar o haber desempeñado cargo o empleo público de mando superior en el Municipio o Distrito de que se trate, en los dos años anteriores a la designación;
VI.- No ser o haber sido dirigente estatal o municipal de algún partido político, en los dos años inmediatos anteriores a la designación; y
VII.- No haber sido condenado por delito alguno, salvo que hubiese sido de carácter no intencional o imprudencial”.
Pero el CIPPEO va más allá: “En la designación de consejeros se procurará observar los principios de idoneidad, experiencia, apartidismo y paridad de género”.
El origen de nuestros males actuales en esta materia, probablemente ni siquiera haya que buscarlo en las personas, sino
en la ley misma. Es necesario suprimir del texto, una frase tan simple como perniciosa: “SE PROCURARÁ”.
Se procura que los consejeros sean los idóneos, pero no se consigue; se procura que sean expertos, pero tampoco se consigue; se procura que sean apartidistas, sin mucho éxito; se procura que haya paridad de género, pero igual y no se cumple.
Es preocupante que una función tan delicada esté tan marginada en las prioridades de quienes toman las decisiones; es inaceptable que las listas de los consejeros se estés aprobando al cuarto para las doce durante los meses de diciembre y enero previos a la elección y que estén sujetos a las negociaciones entre los partidos políticos; es inadmisible que los partidos políticos vean en estos espacios agencias de colocación de sus militantes o en el mejor de los casos de sus cuadros. Es reprobable el ninguneo y el manoseo grosero que se le da a un procedimiento de esta talla que debiera ser tratado con el mayor de los profesionalismos.
En nuestra ley electoral se habla ya de un servicio profesional de carrera y de capacitación. ¿Dónde está? No se siente. Si los presidentes de los consejos distritales no son capaces de responder preguntas elementales sobre el proceso electoral, ya no digamos de derecho electoral, ¿Qué podemos esperar de este proceso? ¿Quedará enteramente en manos de las dirigencias de los partidos que, como ya hemos acordado, son facciones, mafias, oligarquías?
Juzgue usted –amable lector-, sea contralor, pregúntese y pregunte si sus presidentes de consejo distrital y municipal cumplen con todos los requisitos. Sus salarios se pagan con el dinero que a usted y a mí nos cobran de impuestos.
Entiéndase estas formulaciones dirigidas a todo el personal del Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana de Oaxaca, no la persona de quien hoy funge como su consejero presidente a quien en lo personal conozco, respeto, aprecio y como mi maestro que fue, guardo gratitud.
Twitter @MoisesMolina
moisesmolinar@hotmail.com
El Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana de Oaxaca tiene en esos consejos, el reflejo de lo que la ley manda en el ejercicio de la función electoral: certeza, legalidad, independencia, imparcialidad y objetividad. De ahí su importancia; son la representación de la autoridad electoral ahí donde la elección se desarrolla, en los municipios y en los distritos.
Si en los consejos van mal las cosas, la elección no podrá ir bien.
Preocupantes son los comentarios que han llegado al correo de quien esto escribe. Muchos jóvenes que – quizás en razón de su edad y por su condición de desempleados- trabajan eventualmente como técnicos y asistentes electorales en esos consejos, acusan las inconformidades más variadas que convergen en el mal trato. Llama poderosamente mi atención la referencia recurrente a la incapacidad, por no decir incompetencia de sus superiores, en especial, de algunos presidentes de consejo. “No sabe nada”, me refirió uno. Se dan cuenta, juzgan y les ofende recibir trato indigno de quienes a su juicio, saben menos que ellos de su trabajo; de quienes ignorando lo elemental en materia electoral, pretenden aliviar frustraciones personales o profesionales a través del ninguneo.
Probablemente para ello baste un curso de relaciones humanas. Pero ha trascendido ya, que derivado de su incapacidad manifiesta, algunos presidentes de consejos están siendo removidos y otros tantos están quedando como meras figuras decorativas limitados a firmar cuanto les pongan enfrente. Personal diverso al contratado habría tomado de facto las riendas de las presidencias, aunque los titulares formales sigan cobrando sus sueldos.
¿De dónde salieron entonces los presidentes de los consejos? ¿Quién los puso como consejeros? ¿Les pidieron algunos requisitos? O ¿fue la amistad o la afinidad el criterio de selección de perfiles tan delicados?
Que los presidentes de los consejos tienen militancia partidista es también comentario mediático y queja recurrente de diversos orígenes. El que los partidos políticos “pongan” consejeros presidentes de estos consejos, no sería correcto, ni bueno, ni legal. Hay quienes meten las manos al fuego por defender estas afirmaciones.
La ley habla de un procedimiento, requisitos y hasta “principios” para “designar” a los consejeros distritales y municipales, incluidos sus presidentes. ¿De quién es entonces la responsabilidad de malas o pésimas designaciones?
La ley es clara y responsabiliza en su artículo 32 a la Junta General Ejecutiva de “elaborar y publicar la convocatoria para allegarse aspirantes; así como llevar a cabo el procedimiento de selección para la integración de las listas de propuestas, para designar a los integrantes de los consejos distritales y municipales electorales”; en su artículo 43 a las Direcciones Ejecutivas de Organización y Capacitación Electoral; a las Direcciones Ejecutivas de Organización y Capacitación Electoral de “verificar el cumplimiento de los requisitos de elegibilidad, y clasificar los expedientes por grado de escolaridad y experiencia político-electoral”; y en su artículo 30 al Director General solo de “hacer llegar al Consejo General las propuestas … en lista de presidentes, secretarios y consejeros electorales propietarios y suplentes de los consejos distritales y municipales, para su designación”.
¿Y cuáles son esos “requisitos de elegibilidad” que pretendidamente no se observan? ¿Qué se necesita para ser presidente de un consejo distrital o municipal?
La misma ley da la respuesta clara y contundente. El artículo 44 del CIPPEO exige que “los consejeros electorales, que integrarán los consejos distritales y municipales deberán satisfacer los siguientes requisitos:
I.- Ser ciudadano oaxaqueño, en pleno goce de sus derechos políticos y civiles, estar inscrito en el Registro Federal de Electores y contar con credencial para votar con fotografía;
II.- Ser vecino del Estado con residencia de cinco años;
III.- Contar con conocimientos en materia político–electoral, que le permita el desempeño adecuado de sus funciones;
IV.- No desempeñar o haber desempeñado cargo de elección popular, en los dos años anteriores a la designación;
V.- No desempeñar o haber desempeñado cargo o empleo público de mando superior en el Municipio o Distrito de que se trate, en los dos años anteriores a la designación;
VI.- No ser o haber sido dirigente estatal o municipal de algún partido político, en los dos años inmediatos anteriores a la designación; y
VII.- No haber sido condenado por delito alguno, salvo que hubiese sido de carácter no intencional o imprudencial”.
Pero el CIPPEO va más allá: “En la designación de consejeros se procurará observar los principios de idoneidad, experiencia, apartidismo y paridad de género”.
El origen de nuestros males actuales en esta materia, probablemente ni siquiera haya que buscarlo en las personas, sino
en la ley misma. Es necesario suprimir del texto, una frase tan simple como perniciosa: “SE PROCURARÁ”.
Se procura que los consejeros sean los idóneos, pero no se consigue; se procura que sean expertos, pero tampoco se consigue; se procura que sean apartidistas, sin mucho éxito; se procura que haya paridad de género, pero igual y no se cumple.
Es preocupante que una función tan delicada esté tan marginada en las prioridades de quienes toman las decisiones; es inaceptable que las listas de los consejeros se estés aprobando al cuarto para las doce durante los meses de diciembre y enero previos a la elección y que estén sujetos a las negociaciones entre los partidos políticos; es inadmisible que los partidos políticos vean en estos espacios agencias de colocación de sus militantes o en el mejor de los casos de sus cuadros. Es reprobable el ninguneo y el manoseo grosero que se le da a un procedimiento de esta talla que debiera ser tratado con el mayor de los profesionalismos.
En nuestra ley electoral se habla ya de un servicio profesional de carrera y de capacitación. ¿Dónde está? No se siente. Si los presidentes de los consejos distritales no son capaces de responder preguntas elementales sobre el proceso electoral, ya no digamos de derecho electoral, ¿Qué podemos esperar de este proceso? ¿Quedará enteramente en manos de las dirigencias de los partidos que, como ya hemos acordado, son facciones, mafias, oligarquías?
Juzgue usted –amable lector-, sea contralor, pregúntese y pregunte si sus presidentes de consejo distrital y municipal cumplen con todos los requisitos. Sus salarios se pagan con el dinero que a usted y a mí nos cobran de impuestos.
Entiéndase estas formulaciones dirigidas a todo el personal del Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana de Oaxaca, no la persona de quien hoy funge como su consejero presidente a quien en lo personal conozco, respeto, aprecio y como mi maestro que fue, guardo gratitud.
Twitter @MoisesMolina
moisesmolinar@hotmail.com
viernes, 14 de junio de 2013
¿CHIVO, LOBO, GATO O GORDO? NUESTROS CANDIDATOS Y SUS APODOS
“- ¿Buscan ustedes tesoros?
-No, señor, nosotros no. ¿Y usted?
-No. Yo tampoco. Yo soy más modesto. Yo busco apodos, reúno apodos. Yo no me meto con nadie”.
C. J Cela
¿Quién de nosotros no ha puesto un apodo? O al menos ¿Quién de nosotros no conoce alguien que sea más conocido por su apodo que por su nombre?
Muchos de ustedes- amables lectores- no lo saben aún. Las boletas electorales que tendremos frente a nosotros el próximo 7 de julio contendrán, apodos. Sí, como lo lee: apodos, alias, motes, sobrenombres o como usted les quiera llamar; y además hipocorísticos que, según los conocedores, no son lo mismo, de algunos candidatos a cargos de elección popular en disputa en todo el país y –desde luego- en Oaxaca.
Las autoridades electorales de diversos estados del país han aprobado esta medida, derivado todo al parecer, del criterio que la magistrada Maria del Carmen Alanis Figueroa sostuvo en un proyecto de sentencia en mayo de 2012 respecto de la resolución del IFE que autorizba que siete sobrenombres de igual número de candidatos a diputados federales aparecieran en las boletas para esa elección: “incluir en la boleta elementos adicionales que permitan la mejor identificación de los candidatos para los electores”.
¿Cuál parece ser la justificación de fondo abrazada por los mismos candidatos? Que los electores no los conocen si no es por el apodo. Los nombres pasan a segundo término y es el “alias” la palabra clave, el password, el N.I.P del elector a la hora de elegir. Los apodos parecieran devenir en un candado de seguridad para que los votantes no confundan el sentido de su voto.
Lo anterior tendría pleno sentido si para el cargo en cuestión estuvieran compitiendo dos o más homónimos; con el mismo nombre propio, por lo menos. Pero no es el caso. Más bien parece un asunto de publicidad. Frente a lo convencional y aburrido de los nombres y los apellidos, el votante del siglo XXI (desinformado, apático, perezoso, desdeñoso, deficitario de ciudadanía) necesita un plus, un artilugio a manera de incentivo que le una, así sea por mera simpatía o diversión, con el candidato.
Ante este panorama sí importa que la gente frente a la boleta sepa quién es su candidato, aunque los nombres y los apellidos no le digan nada o muy poco.
¿Qué representa el hecho de que un candidato sea más conocido por su apodo que por su nombre? Para algunos, nada; para otros tantos, mucho.
En sus apuntes, L. A Gómez Macker le atribuye al apodo una importancia sociocultural de “identificación” : “El sobrenombre es una variedad de nombre propio que cumple un importante rol sociocultural favoreciendo una identificación más realista de las personas y estableciendo vínculos especiales entre los individuos que los poseen y que los usan”.
Ramiro Mc Donald por su parte hace notar la preminencia del físico como referencia central de los motes: “… busca distinguir a alguien por alguna cualidad o un defecto visible de su cuerpo, pero también puede ser utilizado como un recurso de comicidad o burla” y patentiza el término acuñado por Giddens de “sociología del cuerpo”.
Las elecciones se ganan con votos, no con propuestas, ni con virtudes, cualidades o trayectorias. El voto es la moneda de cambio en el mercado de la democracia electoral, cuyos emporios son las elecciones. A la hora de votar -piensa el candidato- no importan sus propuestas (buenas o malas; las tenga o no), no importan los principios que su partido postule en sus documentos básicos, no importa referencia alguna sobre su persona que al elector le de garantía de buena gestión una vez que sea gobernador, presidente municipal o diputado. Le interesa que aún sin conocerle y sin el más mínimo vestigio de cultura política, sea referente de simpatía.
Desde mi punto de vista, el interés de que independientemente de su nombre (eso es lo de menos) aparezca en la boleta electoral su apodo, denota un mezquino interés por un voto de mera simpatía, como si se tratara de elegir al rey feo o a la reina de la primavera y no a alguien en cuyas manos estará el destino de la problemática social.
Los candidatos o sus asesores saben que el común de la gente desprecia a los políticos y ellos son políticos; y creen que un apodo es un medio eficaz de acercarse a la gente y alegarse de los políticos.
Hay de apodos a apodos. Este año, en Baja California, por ejemplo, votarán por “Kiko” Vega para gobernador, por “Paty Ramírez” para presidenta municipal de Tecate, por “Paco Baraza” y “Rosy Peralta” para diputados locales; en Durango votarán por “Aly”, “Maky”, “Mayo” y “Manolo” ; “Anilu” y Marijose” en Veracruz; en Tamaulipas por “Pepe Elías”, “Chuchín” y Jesús María Moreno “El Chuma”; mientras que en Oaxaca, nuestro kafkiano Oaxaca, tendremos en las boletas cosas tan inverosímiles como: “El Gato”, “El chivo”, “Lobo Mayor”, “El gordo Sacre” y “Mi amigo el wicho”.
Así es que si usted –amable lector- piensa en un futuro ser postulado como candidato, seleccione bien su apodo. Al cabo la autoridad electoral –que tampoco está exenta de apodos entre sus directivos- le autorizará en la boleta el que usted le pida. Puede usted aparecer como “El Bunbury”, “El Luis Miguel”, “El conan”, “El Iron Man”, “Sex Machine” o como cualquier epónimo de sus alter ego. Lo conozcan o no por esos sobrenombres, podrá darle sin mayores objeciones de quienes deciden en el IEEPCO, un festín a su ego. ¿Qué apodo elige? Váyalo pensando…
viernes, 7 de junio de 2013
@CandiGatoMorris
“El hombre es el único enemigo real que tenemos ... Eliminad
tan sólo al Hombre, y el producto de nuestro trabajo será propio ...
Todos los hombres son enemigos. Todos los animales son camaradas …”
G.Orwell
De no ser por su evidente proselitismo antipriista (aunque el candidato panista ha declarado que fue creado ex profeso por el mismo PRI para auyentar el voto útil), nada tendríamos que cuestionarle a un orwelliano personaje que, desde la capital veracruzana, ha alcanzado fama mundial.
Lejos de nacer como un esfuerzo imparcial de libre expresión, el candigato Morris, ha enderezado sus maullidos contra el candidato del PRI a la presidencia municipal de Xalapa.
Sus intenciones, sin embargo, han sido rebasadas tanto en intención como en circunscripción electoral ante el hartazgo de una sociedad ávida de símbolos contra las oligarquías en que se han convertido los partidos políticos.
El candigato Morris ha dejado de ser solo la némesis del candidato priista en Xalapa y lo ha adoptado México. El twitter y el facebook; la internet en general, niega cualquier naturaleza eminentemente local que circule por sus pasillos. Morris no es ya de Xalapa, es de México y el mundo.
Detrás de su “entrevista” (https://www.youtube.com/watch?v=k8nrOf7LJyA ) -con 75,687 visitas a la hora de redactar estas líneas-, en que por respuesta a los cuestionamientos sobre los actores políticos de Veracruz, elige tirar de la mesa cada uno de los objetos que se le presentan, subyace una respuesta parcialmente orwelliana “El político es el único enemigo real que tenemos ... Eliminad tan sólo al político, y el producto de nuestro trabajo será propio ...
Todos los políticos son enemigos. Todos los ciudadanos son camaradas …”.
El enigma de su virulencia no lo es tanto. El ingenio de sus creadores ha seducido incluso a una parte importante de quienes ni siquiera votan, pero sí opinan. Morris es candidato también de los que no votarán en esta elección y representante de los ciudadanos (no solo de los antipriistas) que están sufriendo las campañas en los 14 estados para elegir un gobernador, 441 diputados y 1,739 presidentes municipales.
No hay rincón de México donde no exista, en alguna medida, hartazgo y ojeriza contra esa entelequia llamada política encarnada en los representantes de los partidos políticos en los gobiernos; en las cámaras; y en sus comités ejecutivos nacionales, directivos estatales y municipales.
Morris es quintaesencia del escarnio. Se burla de todo y de todos: de los candidatos, de los electores y de sí mismo. Si el mexicano –como paz nos lo hizo entender- se burla de la muerte, no podemos esperar que no ironice de sí mismo convertido en un gato.
¿Por qué un gato, cuando en la genialidad de Orwell los cerdos son los más inteligentes? ¿Por qué un gato y no –en todo caso- una gata, cuando en aquella granja, sólo ella se comparaba en inteligencia a los cerdos enseñoreados? No lo sabemos. Probablemente sus creadores nunca han pasado los ojos por “Rebelión en la granja” y lejos de ser un artificio cuidadosamente engendrado, sea un destello de afortunada espontaneidad.
“A Xalapa le conviene votar por otro animal” se deja leer en su publicidad de tira cómica. ” Ante la cantidad de ratas que acechan esos puestos sólo un gato podrá poner orden. El candigato no promete nada más que el resto de los candidatos: Descansar y retozar”, remata con mordaz ironía.
A fin de cuentas no pasará mucho. Xalapa, al igual que los restantes municipios en juego terminará siendo gobernado por un vicario de la partidocracia. Por ello podrá haber dos victorias solo aparentes:
1. La victoria para Morris, que será la derrota del PRI y consiguientemente no será victoria para él, sino para quien gane la presidencia.
2. La victoria para esa otra entelequia negada por Touraine y llamada “la sociedad” que, al margen de los resultados y de quien sea el nuevo presidente municipal, encontrará en los votos obtenidos por Morris, la cuantificación de su “romántica” aspiración a emanciparse de los políticos.
¿Cuántos votos tendrá Morris en las urnas? Es la gran interrogante y no lo sabremos hasta el fin de la jornada. Pero será, indiscutiblemente la elección con mayor porcentaje de votos nulos en la historia de los comicios para una presidencia municipal.
Xalapa debe ser punto de quiebre para que los vecinos pongan sus barbas a remojar. En México vivimos una crisis de legitimidad de la representación política. Los primeros en la historia fueron los llamados al abstencionismo, a no votar; vinieron después las campañas propagandísticas en pro del voto en blanco; hoy cruzamos otro umbral de la participación ciudadana que dará para los más diversos análisis.
Imaginemos que Morris “gane” las elecciones. Un felino blanquinegro habrá echado por tierra toda la filosofía política que sobre el gobierno representativo se ha escrito. La gente habrá suplantado al ser humano como contenido último del ideal de democracia electoral, transformándola en el reino de la ficción. Alguna vez “todos” fuimos Marcos, hoy todos “somos” Morris.
martes, 28 de mayo de 2013
TRES MINUTOS
Por algo le decían “El mago” (¿Acaso los magos no se adelantan a su época?)
Nacido en 1910, Helenio Herrera entregó al futbol un regalo como profecía; predestinado a abrirse una noche de domingo en el estadio Azteca: “Al futbol se juega mejor con 10 que con 11”. La profecía trajo el milagro.
Leí con placer en “la Ciudad Deportiva”, la columna de Miguel Ángel García compartida amablemente por mi amigo @manuelesesarte y leí también su anti columna escrita por Álvaro Cueva para Milenio. Ambas, siendo tan disímbolas, están llenas de razón porque son razones del corazón, súbditas del paroxismo.
El América es campeón por enésima vez. ¿Qué tiene de relevante? Todo. El futbol es la única religión que no tiene ateos y en ese politeísmo ha quedado clara la supremacía jerárquica. Dioses amados, dioses odiados y dioses tocados por la indiferencia; dioses globales y dioses locales.
El América es campeón y es además, a diferencia de otros ganadores de títulos, el mejor. Solo los mejores pueden alzarse con la victoria en esas circunstancias.
Todo parecía dispuesto para el triunfo del América hasta la expulsión. Nos habían robado el juego, no a los americanistas, a la afición. Se expulsa a un jugador al minuto 14 en cualquier partido y por cualquier causa, pero no en una final; mucho menos en una donde va de por medio el honor, el decoro, la dignidad de saberse ganador en igualdad de condiciones.
Desde aquel temprano momento perdió expectación y se antojaba ya predecible. El árbitro había decidido jugar. Muchos americanistas tuvieron incluso tiempo de la resignada aceptación. Pasaron de la incredulidad al espanto, al enojo y a la frustración. Se imagina uno un partido en inferioridad numérica los últimos 14 minutos, no los 14 primeros.
Noventa minutos fueron del verdugo, el que iba a nuestra casa a levantar un título históricamente negado, el que tenía ya listas las playeras de “campeón” y cuyos jugadores podíamos imaginar ya en los titulares de los diarios; el vengador de una numerosa legión de antiamericanistas listos para bailar sobre lo que quedara del América.
Tres minutos bastaron para dejarle al rival y a toda su afición una cicatriz de fuego; tres minutos reservó el tiempo, la vida, dios o el destino para entregar una suprema lección de humildad a los leñadores del árbol no caído.
“Perdedores”, decían unos; “¿Por qué tan callados?” preguntaban otros. Las crónica referían un estadio convertido en pandemónium con sobrecupo. Se percibía en el televisor aquello que hizo a Francoise Sagan escribir: “El fútbol me recuerda viejos e intensos amores, porque en ningún otro lugar como en el estadio se puede querer u odiar tanto a alguien”. El amor a los propios devenía en el odio a los ajenos. Álvaro Cueva reprueba argumentando que México no necesita más violencia, siendo el odio una manifestación de aquella. En la atmósfera de una final no hay lugar para las razones de la razón.
El odio es lícito, legítimo. Ese odio que circunscribe aquello que se atribuye a Arrigo Sacchi, lo mismo que a Juan Pablo II o a Jorge Valdano: “El futbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes”; ese odio que al final del partido arroja saldo blanco.
Eso es el americanismo, la pasión militante de un orgullo transversal. Pasa por las clases sociales, por las profesiones, por las filiaciones políticas, por los sexos y hasta por las identidades culturales. La más grande profesión de fe en México de lo que Juan Villoro tomó por título para su libro: “Dios es redondo”
Tres minutos bastaron para entregar envueltos en frustración, motivos a millones; tres minutos en que cada grito, cada aplauso, cada suspiro, cada canto, cada chiflido, se traducía en un “ódiame más” que terminaba para comenzar de nuevo.
América no ganó el campeonato en penales, la ganó en esos tres minutos que no cambiaríamos por todas las horas del mejor futbol que pudiera ofrecernos a lo largo de su historia. Fueron 3 minutos de éxtasis, de frenesí, de paroxismo.
Tres minutos fuera del mundo, tres minutos que no debían terminar; tres minutos que nos hicieron conmovedoramente felices, tres minutos en que lo más importante de lo menos importante fue nuestro todo. Los tres minutos de Mosqueda y de mi tocayo Muñoz. ¿Quién dice que los milagros no existen? Existen y pueden durar tres minutos.
¿Qué busca un comprador de arte en una obra? Placer. Los americanistas, tuvimos frente a nuestros ojos, durante tres minutos, la intuición del más bello arte jamás contemplado.
Si no ¿Por qué las lágrimas? ¿Por qué los abrazos? ¿Por qué el estremecimiento y azoro? ¿Por qué el grito incontrolable? ¿Por qué la ida al “Ángel” o a “La fuente”?
Que Emilio Azcárraga se descamise ante millones de mexicanos. Es, probablemente, la única felicidad sincera que le permite todo su dinero y todo su poder. El futbol es de esas pocas pasiones legítimas.
Durante tres minutos no hubo nada más en nuestras vidas que no fuera americanismo, absolutamente nada…
El 29 de septiembre de 2008, Miguel Sabah, delantero del Cruz Azul, dijo en conferencia de prensa posterior a ese memorable encuentro contra el América: “Fuimos un desastre, no fuimos el equipo que veníamos siendo, nos asustamos y pasó lo que pasó". Y abundó “"No agarramos el balón, no hicimos el futbol que teníamos que hacer, no marcamos, no atacamos, ¿qué más se puede decir?"
¿Quién iba a decir que casi cinco años después esos tres minutos abrirían de nuevo la puerta a la profecía?
Así es el futbol “el deporte más hermoso del mundo” que convierte en regla inflexible aquello que magistralmente Eduardo Galeano sentenció: “En su vida, un hombre puede cambiar de mujer, de partido político o de religión, pero no puede cambiar de equipo de fútbol”.
AMÉRICA CAMPEÓN!!!
@MoisesMolina
sábado, 25 de mayo de 2013
“EL PRD DIRIME A BALAZOS CANDIDATURAS EN OAXACA”
“El PRD dirime a balazos candidaturas en Oaxaca” es la cabeza lapidaria que mi amigo Oscar Rodríguez eligió en su nota del pasado viernes para Milenio Diario. Sea cual fuere la razón, esa es la percepción de un comunicador que los editores de Milenio decidieron compartir con sus lectores.
A través de la cuenta de twitter @Spiaboc pude ver un breve video (https://www.youtube.com/embed/e08YKnM3KR4). En la era del homo videns, cualquier palabra sucumbe ante el poder de las imágenes.
Al margen de las motivaciones, nada justifica la violencia, mucho menos en la vida interna de los partidos políticos.
Pero esto sucede cuando las pasiones que despiertan los procesos de selección de candidatos no encuentran cauce dentro de los primeros obligados a privilegiar la política, que son los partidos.
¿No es la política, antítesis de la violencia? ¿No es la política, la invención (¿o descubrimiento?) de los seres humanos para dirimir conflictos? En las escuelas de ciencias sociales, principalmente de Ciencia Política, Derecho, Gobierno y Sociología se estudian hasta el cansancio los fundamentos de la política, ya no se diga como ciencia (como cuerpo de conocimientos) sino como actividad del ser humano.
Por citar una de cientos, Josep Vallés define a la política como “la práctica o actividad colectiva que los miembros de una comunidad llevan a cabo con la finalidad de regular conflictos entre grupos, que tiene como resultado la adopción de decisiones que obligan a los miembros de dicha comunidad”.
¿Qué pasó en el enclave perredista? Fue el epítome, el caso más reciente de lo que todos ya sabíamos: que los partidos políticos viven, en Oaxaca, una profunda crisis que tiene su origen en sus oligarquías; en esos pequeños grupos (cúpulas, si se les quiere llamar así) que secuestran las decisiones de su vida interna, en este caso, las decisiones de las candidaturas.
Se ha convertido en lugar común decir que el PRD es un partido faccioso, de tribus; que son unas cuantas familias las que lo controlan; que sus acuerdos se dan siempre a complacencia de unos cuantos.
Hasta ahora les había funcionado medianamente; pero con lo acontecido, parece que ya no.
A la visión comúnmente aceptada de la política, de la que Vallés forma parte, se opone en Oaxaca la del brillante y polémico Carl Schmitt, retomada y desarrollada por Julien Freund: “mientras haya política, esta dividirá a la colectividad en amigos y enemigos”.
Los enemigos de las tribus llegaron a reclamar lo que para ellos era una injusticia: la imposición de su candidato en Santa María Huatulco. Pasó lo que últimamente pasa en cualquier partido: la membresía reclama por medios cada vez más violentos lo que siente es su derecho al no encontrar los cauces institucionales adecuados para hacerlo.
La dinámica de nuestros partidos políticos revelan en Oaxaca el fracaso de la política y la muerte de la constitución en su letra.
EL artículo 41 constitucional dice que “los partidos políticos son entidades de interés público”, que “tienen como fin promover la participación del pueblo en la vida democrática” y que “como organizaciones de ciudadanos, hacer posible el acceso de estos al ejercicio del poder público”.
EL PRD tiene, ante la opinión pública, el estigma de la violencia previo a los tiempos del obradorismo. Ayer solo lo convalidaron. Responsabilizar de los hechos, como pretendió uno de sus jerarcas, a personas ajenas al partido (“ex priistas” fue su expresión) es vano y burdo.
El video es elocuente y fueron los encargados de la “seguridad” del evento quienes dispararon sus armas. Evidentemente no tenían permiso para portarlas. Ello se puede saber porque abandonaron una en la jardinera, y a demás, porque los responsables huyeron para después ser capturados en una eficaz acción de la policía. Acreditado ha quedado también por comunicadores locales que algunos cuentan ya con antecedentes penales, uno de ellos, por homicidio. ¿Quién los contrató para hacerse cargo del cuidado del evento o quién les dio al momento tal encomienda? ¿No son necesarios perfiles y algún tipo de control por parte de las autoridades para el ejercicio de un trabajo como el de “Escoltas”, “guaruras” o como usted –amable lector- quiera llamarles?
Mientras tanto, José Juárez Chávez de 49 años de edad se reportaba, al momento de escribir estas líneas, grave en el hospital con dos impactos de bala, uno en la ceja derecha y otro en la izquierda; mientras Bertha González, de 43 años, presentaba lesión en el tobillo derecho; Víctor Mendoza Santiago, rozón de bala en la cara; Juan Carlos Sosa, rozón en el brazo izquierdo; y el camarógrafo del portal noticiasnet.mx, Iván Flores, con impactos de esquirla en la oreja izquierda.
Ellos darán, en su momento, la versión autorizada de los hechos.
¿Cuál es la lección? Mientras los partidos políticos no dejen de comportarse como facciones, ni sus dirigentes como dueños de una empresa, estas cosas seguirán pasando. Los dueños del partido, si es que han de tener alguno, son sus militantes que, por ahora, no encuentran alternativa para ser escuchados, diferente a la protesta violenta en sus diferentes grados.
El episodio de hace unas semanas en una convención municipal del PRI en Santa Lucía del Camino fue un aviso que, hoy vemos pasó desapercibido, para que las barbas de los vecinos fueran puestas a remojar. De ahí la necesidad de pensar seriamente, a riesgo de peores tragedias, en la profesionalización de las dirigencias de los partidos.
Los partidos necesitan como líderes, personas sensibles, conocedoras de la política como ciencia, conciliadoras y demócratas, no personeros con el único mérito del servilismo incondicional cuyos complejos hacen ver con fingido desprecio a quienes verdaderamente pueden hacer que la política sirva para lo que fue inventada.
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